Cementerio de palabras
Las circunstancias sociales y económicas repercuten directamente en el idioma, aunque sus consecuencias se observen a largo plazo. El abandono político y económico del campo es una de estas circunstancias. La migración hacia los centros urbanos impuesta a los pobladores del medio rural tiene repercusiones evidentes en el habla popular. Los rasgos locales se ven cada día más amenazados de desaparición. Esta amenaza incide gravemente en el vocabulario campesino, tan rico en palabras tradicionales que nos hablan de flora y de fauna, de labranza y de ganado, de tierra al fin. Su riqueza está en las «palabras de noble solera», como escribió el insigne filólogo Rafael Lapesa.
El habla popular de las grandes ciudades, en cambio, es abundante en palabras fugaces, que no arraigan, tienen fecha de caducidad y perecen para ser cambiadas por otras, como casi todas nuestras cosas. El vocabulario cul-to se interpreta mal y se usa impropiamente con mucha frecuencia. Los préstamos extranjerizantes están a la orden del día. El lenguaje juvenil o las jergas de la delincuencia se imponen y se difunden con rapidez. Con la misma rapidez con la que se abandonan porque pasan rápidamente de moda.
Este contraste entre las hablas populares rurales y las urbanas se da allí donde se habla español y, probablemente, allí donde se hablan todas las lenguas. El desarrollo del campo y de sus gentes paliará la migración forzosa y la aculturación y nos ayudará a acercarnos a todos a nuestras raíces. Nuestro alejamiento del campo nos convierte en vulnerables estatuas con pies de barro y a nuestra lengua en un cementerio de palabras.
Envíe sus comentarios y preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do
© 2010 María José Rincón
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir