La Academia Dominicana de la Lengua: fuero, crisol y cauce del buen decir
Por Bruno Rosario Candelier
Director de la Academia Dominicana de la Lengua
Naturaleza. La Academia Dominicana de la Lengua (ADL), correspondiente de la Real Academia Española (RAE), se estableció en Santo Domingo el 12 de octubre de 1927, y desde su fundación comparte la misión que por mandato oficial le fuera asignada a la RAE y en tal virtud colabora en las tareas que realiza la Corporación de Madrid, centradas en el estudio de la lengua y el cultivo de las letras para conservar su esencia originaria, impulsar su desarrollo y atizar el potencial de su genio idiomático con entusiasmo y tesón.
La ADL cuenta con 30 miembros de número, 40 miembros correspondientes nacionales y 20 miembros correspondientes extranjeros. Los numerarios son los miembros titulares de la institución, y su elección, mediante el voto de los titulares, se formaliza con un discurso de ingreso del recipiendario, que es recibido por un miembro designado por el director y, según el protocolo establecido por la tradición académica, se procede a instalarlo en el sillón signado con una letra del alfabeto y, cuando el director le impone la medalla, queda oficializada la incorporación del nuevo académico como miembro de número de la ADL y miembro correspondiente de la RAE.
Integrante de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), desde su fundación la ADL promueve el conocimiento de nuestra lengua y la valoración de nuestras letras, según consignan los estatutos de las Academias de la Lengua, y todas secundan el lema de la RAE, “Limpia, fija y da esplendor”, que alude a la pureza, la corrección y la elegancia del buen decir. El estudio sobre la naturaleza y el desarrollo de nuestro sistema de signos y de reglas en su dimensión discursiva, expresiva y activa plasmada en los hechos de lengua, implica la observación de los actos del habla y sus variantes dialectales y estilísticas, con especial atención a la obra de los escritores, que son los usuarios privilegiados de la lengua, y ambos estamentos, la lengua viva del pueblo y la lengua culta de los literatos, comprenden el caudal léxico, semántico y gramatical en cuya veta idiomática abordamos nuestro medio de comunicación, no con una simple actitud de aficionado, sino con esmerada disciplina para que nuestros estudios propicien una fuente válida para el conocimiento de la palabra, enaltecedor vínculo de lo humano y lo divino.
Presencia. La conciencia de lengua constituye una poderosa motivación intelectual para asumir la palabra como herramienta de trabajo, ya que el uso del lenguaje, entre cuyos usuarios importantes figuran escritores, profesores, sacerdotes, políticos, periodistas, actores y comunicadores mediante la realización de un decir que sirve de transmisión de conocimientos, intuiciones, verdades, testimonios y vivencias que fundan los cimientos de nuestra cultura con el despliegue del talento creador de cuantos acuden a la palabra con sentido científico, humanístico, estético y espiritual. De ahí la necesidad de contribuir al desarrollo de una expresión correcta, precisa y elegante mediante el uso acrisolado de la lengua, que esta Academia impulsa y promueve para que nuestros hablantes forjen sus imágenes y conceptos con el fulgor de la belleza que conmueve y el sentido de la verdad que edifica.
La autoridad lingüística de la Academia Dominicana de la Lengua, en su condición de institución rectora del idioma, conlleva la confección de una obra lexicográfica, gramatical y ortográfica para “lograr el fruto que se propone de poner la lengua castellana en su mayor propiedad y pureza”, según rezan los estatutos de la institución, misión que asumimos los académicos dominicanos en nuestra condición de cultores de la lengua. La vocación para forjar una expresión ejemplar que potencie el caudal idiomático y enriquezca la expresión literaria en la fragua del buen decir, ha sido crisol y cauce de la más alta aspiración lingüística de hablantes conscientes del don que entraña la creación de la palabra.
Servicio. En nuestra condición de hablantes, estudiosos y cultores del español dominicano, los académicos acoplamos el genio de nuestra lengua a nuestra idiosincrasia cultural. La lengua es la mejor vía para fortalecer nuestra esencia como pueblo y nuestra idiosincrasia intelectual, mediante una definida cosmovisión abierta y un horizonte espiritual que potencie, mediante una expresión correcta, comprensible y hermosa, el fuero de nuestra lengua. Para cumplimentar ese objetivo hemos realizado centenares de actividades lingüísticas y literarias en la sede de la Academia y en otros escenarios. Con académicos de la lengua nos hemos desplazado a diferentes centros culturales y comunidades del país para incentivar el interés por la lengua y el cultivo de las letras. Hemos organizado coloquios, conferencias y talleres lingüísticos y literarios. Hemos editado boletines, libros y diccionarios. Hemos contestado decenas de comunicaciones y respondido a variadas consultas lingüísticas y literarias. Con Fundéu, Fabio Guzmán Ariza y Ruth Ruiz dan oportunas recomendaciones ortográficas, lexicográficas y gramaticales. Hemos presentado los códigos de la lengua en diversos escenarios nacionales. Contestamos cartas y correos electrónicos del país y el exterior, y aclaramos dudas sobre lengua y literatura. Llevamos nuestras inquietudes idiomáticas a diversos centros docentes del país. Hemos presentado ponencias, charlas y libros en diferentes centros culturales nacionales e internacionales. Y, desde que asumimos la dirección de la ADL, hemos aportado una fecunda colaboración a la Real Academia Española, de la que somos los interlocutores autorizados de nuestra Academia y de nuestro país, mediante informes lexicográficos, gramaticales, fonéticos y ortográficos sobre nuestros códigos lingüísticos. Asimismo, redactamos un reporte mensual de actividades lingüísticas y literarias para los académicos de la lengua y preparamos ponencias e informes idiomáticos sobre nuestra labor.
Con la colaboración de los miembros de la comisión lingüística de la ADL, María José Rincón, Fabio Guzmán Ariza, Ricardo Miniño Gómez, Ana Margarita Haché, Irene Pérez Guerra, Rafael González Tirado, Guillermo Pérez Castillo, Roberto Guzmán, Rafael Peralta Romero, Domingo Caba, Roxana Amaro y Ruth Ruiz, hemos sembrado inquietudes lingüísticas mediante conferencias, talleres y publicaciones; y con la colaboración de los integrantes de la comisión literaria de la institución, Federico Henríquez Gratereaux, Marcio Veloz Maggiolo, Manuel Núñez Asencio, José Enrique García, Manuel Matos Moquete, Juan José Jimenes Sabater, Franklin Domínguez, Tony Raful, Ofelia Berrido, Emilia Pereyra, Carmen Pérez Valerio, Sélvido Candelaria y Camelia Michel, hemos llevado orientación literaria a diferentes escenarios donde nos la han solicitado.
El estudio y la promoción de la lengua y la literatura han sido, desde su fundación, la razón y la inspiración que justifica la existencia de la Academia Dominicana de la Lengua a favor de nuestro idioma. Desde las raíces de nuestra cultura y la energía interior de nuestra conciencia aflora el aliento iluminador mediante el cual fluye, con el saber que edifica y la belleza que conmueve, la voz oportuna y sugerente. Con esa tarea centrada en la palabra, la Academia Dominicana de la Lengua cumple la misión que le fuera signada para hacer de nuestro idioma el centro de nuestras apelaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, fuero, crisol y cauce de la palabra ejemplar.