La exégesis metafísica de León David
Por Bruno Rosario Candelier
…la oculta verdad de la existencia, la infinitud que mora en las recónditas entrañas de las cosas comunes, cuya voz solo llega a los oídos de quien apartándose de la trepidación de la vida que se escucha por fuera… (León David).
León David, el polifacético escritor de poesía, drama, ensayo, crítica y ficción, es uno de los intelectuales dominicanos mejor dotados de la sabiduría metafísica, como lo revela la intuición de su conciencia, la enjundia de su prosa y el primor de su lenguaje impecable.
En función de su dotación artística y su sensibilidad espiritual, León David tiene las condiciones literarias, filológicas y exegéticas para captar, sentir y valorar, con la propiedad del que sabe y la precisión del que entiende, la onda estética y espiritual que subyace en la creación poética de Domingo Moreno Jimenes, como lo confirma este revelador estudio sobre la poesía del poeta postumista.
Autor de una deslumbrante exégesis con la savia poética de la brujería verbal, León David tiene en su decir el adobado vino de la prosapia expresiva y en su contenido profundo fluye el trasfondo erudito de su arsenal literario, por lo cual el autor de esta singular obra crítica hace de su palabra propicia y su sintaxis pulcra la orfebrería del lenguaje exquisito con el fulgor de la expresión pertinente.
Un exégeta es un intérprete de la palabra, sea bíblica, filosófica, científica o poética. En las diversas vertientes del saber o en los variados niveles del conocimiento, la palabra porta un sentido, a veces críptico y simbólico, a veces elusivo y soterrado, que precisa del glosador para abrir su compuerta oculta o sus alusiones traslaticias, metafísicas o místicas. Aun cuando se trate de un poeta nada complicado, como Domingo Moreno Jimenes, la poesía genuina encarna siempre un misterio y unas connotaciones simbólicas que un buen glosador o un adiestrado filólogo ayuda a desentrañar para calar su costado secreto o interpretar su decir implícito. De ahí la justificación de un intérprete, como la voz autorizada y luminosa de León David, alter ego de Juan José Jimenes Sabater, para esclarecer el aporte y la significación poética del creador del Postumismo en la literatura dominicana.
Domingo Moreno Jimenes tenía la convicción de que encarnamos el fuero sagrado de la sabiduría mística en virtud de la dotación espiritual de nuestra conciencia. Y, en tal virtud en su poesía aparece, aparejado al aporte renovador de su lírica, no solo la expresión del hombre y el paisaje criollos, sino la voz honda de la conciencia trascendente.
Todo opera por mediación del amor y la luz que viene de lo Alto, y esa fuente primordial, con la dotación de lo divino mismo o la semilla de sabiduría y piedad, estremece la sensibilidad bajo la onda sutil de la conciencia, que se aviva con la huella de muy antiguas esencias provenientes del Numen de la memoria cósmica.
Los grandes poetas experimentan, cuando su alma entra en sintonía con el alma del mundo, un chispazo de la conciencia superior, que se produce en el momento en que la intuición entra en contacto con la cosa cuya energía ilumina al sujeto contemplativo y desata las amarras de la creación metafísica y poética.
Domingo Moreno Jimenes se distingue entre nuestros vates por singulares atributos de su talento poético: 1. Es el creador de una realidad estética con visos de modernidad y renovación. 2. Como poeta posee peculiares intuiciones metafísicas. 3. Su poesía revela el tejido del arte de una realidad autóctona. 4. Sabe configurar la relación de palabras, fenómenos y cosas. 5. Es un visionario de una realidad inédita con la hondura de la metafísica.
Paralelamente León David cuenta en su haber con excelentes condiciones intelectuales y espirituales para el ejercicio de la crítica literaria con hondura y trascendencia: 1. Formación académica para darle sustancia a su valoración. 2. Capacidad teorética para orientar el derrotero de una creación. 3. Intuición exegética para profundizar en las vetas ocultas del decir poético. 4. Sintonía estética para atisbar las vertientes primarias de una obra literaria. 5. Conciencia crítica para iluminar el arte de la interpretación.
La relación triangular que se establece entre la obra de creación, el intérprete y la interpretación de su contenido es la que atiza y concita el arte de la exégesis poética, como se puede apreciar en esta obra de valoración crítica de León David. Las palabras de Joaquín Balaguer, que el autor de esta obra crítica cita en el introito de su estudio, aluden al “espíritu superior” de Domingo Moreno Jimenes, señal que confirman los enjundiosos versos del poeta postumista.
No sorprende, en consecuencia, que el ilustrado autor de este revelador estudio crítico inicie su trabajo de interpretación poética con esta interrogación digna del docto académico: “¿Cuya es la fervorosa voz, hija de la montaña y de la nube, del vendaval y de la bruma que, de súbito, con acento de tierra hasta ese instante no entonado, irrumpe en los vergeles apacibles de nuestra literatura? ¿Cómo no rendir parias al ímpetu de un plectro que, dejando atrás las reglamentadas fórmulas que ahormaban la creación poética de días ya lejanos -cómodamente apoltronada en la retórica de clásica solera o en el plañido lacrimoso y la teatral impetración romántica- mostrose capaz de abrir las compuertas por modo definitivo a la nueva sensibilidad, a ratos provocadora y subversiva, del siglo XX; sensibilidad que nos sacarán verdaderos si decimos es todavía, en no pocas de sus más singulares facetas, la de hoy? Canto como ese, de tan insobornable autoctonía, tan suelto, desafiante y desnudo, nadie sobre el asta inspirada del sueño lo había puesto a ondear. ¿A qué espléndido numen atribuir el prodigio?” (LDavidDomingoMorenoJimenes5) (1).
En el pórtico de su avezado estudio el escrupuloso analista advierte, con desenfadado acierto, que lo importante a la hora de evaluar el aporte de un creador nato como Moreno Jimenes es justamente abordar la dimensión esencial de su obra poética: “Lo primero que debe hacer el crítico que se precie de tal es inculcar en el lector el gusto de lo noble, hermoso y elevado, la veneración de la palabra capaz de conmovernos con las más trascendentales vivencias de nuestra humana condición. Bajo ningún concepto puede, por consiguiente, renunciando al fundamental propósito que le anima, desentenderse el estudioso de la primordial tarea de exaltar las prendas que exornan todo memorable escrito. Y como va de suyo que solo el que asombra y extasía tiene el poder de contagiar éxtasis y asombro, ningún aristarco cuyas opiniones valga la pena no ya solo leer, sino releer -que es el honor supremo- incurrirá en la aberración imperdonable de contabilizar con gravosas parsimonia y meticulosidad las incorrecciones, desarreglos y lunares del estilo de un autor eminente, haciendo caso omiso de lo esencial: el poder de encantamiento que, a pesar de sus vicios e imperfecciones (o quizás gracias a ellos, vaya usted a saber), sus escritos trasuntan” (LeónDavidMorenoJimenes7).
Presenta nuestro brillante analista en su valioso estudio de la lírica de Moreno Jimenes las diferentes vertientes de su poetizar, desde las primordiales percepciones sensoriales del mundo circundante que conoció el bardo criollo, hasta las elucubraciones metafísicas de alto vuelo trascendente, sin obviar la atención a las obras y autores establecidos en la época en que el joven Domingo crecía intelectual y estéticamente para sentir y expresar el caudal de sus intuiciones y vivencias a la luz del acontecer nativo.
Domingo Moreno Jimenes ostenta en las letras dominicanas el título de renovador del arte métrico de la versificación, como muy bien subraya el autor de este enjundioso análisis, cuando valora o cuestiona las opiniones de otros estudiosos de nuestras letras que pretenden obviar el liderazgo anticipador del vate postumista: “No hay vuelta de hoja. El agente y promotor del “versolibrismo” criollo, gústenos o no, es Moreno Jimenes; cuestión que estaría privada de sentido si solo nos la tuviéramos que ver con la novedad formal que su estilo libre de poetizar implicó y no con el hecho de que la suelta e irregular prosodia que en estos predios su plectro aclimatara consiguió trasvasar a plenitud, con ademán estético nunca antes avizorado, los más profundos sentimientos, las más permanentes aspiraciones y los más altos anhelos a los que la humana criatura no puede sin traicionarse renunciar…” (LDavidMorenoJimenes40).
Tres notables aspectos vertebran y enaltecen la lírica de Domingo Moreno Jimenes, como advierte con pundonoroso empeño el escoliasta que sitúa al creador postumista en el sitial que se ganara por la originalidad de su lírica, la espontaneidad de su forma y lo inédito de su cosecha literaria:
1. La renovación del verso en su formalización métrica mediante el cultivo del versolibrismo para auspiciar la apertura de nuevos aires subjetivos y temáticos con nuevos cauces expresivos del decir lírico y estético mediante el acento sutil del ritmo interior: “Quiero escribir un verso/sin nada de lo que pide a gritos la retórica”.
2. La inclinación devota y reiterada por una línea conceptual inspirada en la voz del terruño y la onda entrañable del lar nativo con el aliento emocional del hombre y el paisaje criollos: “Todos los ojos de la naturaleza/querían sumergirse en el crepúsculo de la tierra”.
3. L apelación metafísica y sublime de la voz del Cosmos con el aliento interior de los efluvios de fenómenos y cosas: “…y se agiganta la nada en la soledad de mi aposento”.
Asimismo, en León David hay también una trilogía de cualidades exegéticas que hacen del académico dominicano un cultor del psicoanálisis poético:
1. Posee el instrumental de análisis lingüístico y poético para auscultar, desde el ánfora del lenguaje, el secreto escondido del aeda criollo.
2. Se mueve con destreza y pulcritud en los diversos niveles y estilos de lengua que los dotados del arte de la creación saben manejar con la hondura del concepto y la franquicia de la imagen.
3. Emplea con soltura y despliegue expositivo los diversos registros literarios en el dominio de la interpretación textual y el fluir sonoro y elocuente del hablante culto.
León David pone todo su saber, que no es poco, y toda su intuición exegética, que es profunda, para presentarnos los indiscutibles méritos literarios y el grandioso aporte creador de uno de los poetas esenciales de la literatura dominicana del siglo XX, como lo fue sin duda Domingo Moreno Jimenes (2). Al abordar la creación poética del vate postumista, Juan José Jimenes Sabater desentraña el meollo del arte poético del poeta postumista para que comprendamos, sin vacilación ni dudas, la dimensión estética y espiritual de una lírica impregnada de la renovación métrica, el acento de lo propio y el sentido trascendente.
Un párrafo de León David, escrito con la serenidad cósmica de la honda intuición metafísica de Juan José Jimenes Sabater, aborda la sabiduría del aeda postumista desde el hondón de su sensibilidad estremecida: “No cesa el poeta de apostrofar y de lanzar al aire preguntas terribles de resonancia cósmica. De cara al sol y a las nubes, o sea, frente a la suprema realidad de la naturaleza, asalta al vate la angustiosa sospecha de que el hombre se ha convertido en un extraño; ha perdido –si alguna vez la tuvo- la franciscana capacidad de hermanarse con lo que lo rodea, y hasta la risueña inocencia del niño y de la flor le parece ahora, en lo esencial, ajena. De ahí que clame desde la sima de la frustración y la amargura “¡Oh! El caos de la humanidad entera./¡Oh! El caos del ojo de águila de la esfinge!” Desde el instante en que el ser humano, adhiriendo sin reboso al imperio que la mente racional le prometía, desertó del misterio con que le nutría el sentimiento que afloraba de los hontanares del alma, todo, lo que percibía en el mundo exterior y lo que dentro de su propia persona acontecía, todo, absolutamente todo se volvió caótico y, en instancia postrema, incomprensible” (LDavidDomingoMorenoJimenes53).
La culta prosa de León David, proclive al supinato del lenguaje exquisito y al florido despojo de una poliédrica veta de hontanares ocultos, revela la hirsuta fragancia de quien sabe curcutear en los meandros del decir lírico y estético con la encomiable intención de desflorar la virgen prosapia de la emoción sutil.
En su discurrir lírico y estético, el poeta que ha desatado las amarras filológicas de León David, entre varios de sus versos, ha inspirado el sentido de su sentencia “mejor es sentir que seguir en la sombra el silencio”, que lo lleva a plantearse lo siguiente: “¿Qué significa “seguir en la sombra el silencio”? por descontado que nada que admita ser constreñido en el espacio de una rigurosa y exacta definición. Empero, si al leer dicha frase abrimos las compuertas al mundo de nuestras íntimas florescencias, no demoraremos en entrever que la sombra y el silencio a que el poeta se refiere son los nombres rebosantes de simbólica energía que él ha escogido para trasponer al lenguaje, con la irrepresable fuerza representativa que de los adentros irradia, su visión del hombre emasculado y cerril; sombra y silencio son los vocablos de que el bardo se sirve para señalar la existencia de una criatura razonadora y gárrula que, por no sentir, ha echado por la borda su más genuino ser, su dignidad espiritual” (LDavidDomingoMorenoJimenes59).
Moreno Jimenes, León David y todos los poetas que en el mundo han sido, comparten el aserto de Rainer María Rilke, el de afirmar que “lo más importante es sentir: “La consigna es sentir”, dice el exégeta dominicano al ponderar la vocación sensitiva de su ilustre pariente.
Con el añoso y encumbrado aire de su decir retórico y clásico, la diestra pluma de nuestro enjundioso analista escancia en la fragua de la llama sutil la onda de muy antiguas esencias cuando el creador de la Colina Sacra, bajo el vórtice de la experiencia metafísica y el inusitado estremecimiento de fulgores, abreva el néctar puro de los dioses en su expresión genuina, límpida y sacra: “Solo un temperamento refractario al deliquio que enciende en el alma la palabra honda, sustantiva y espléndida, solo la insufrible incuria del ignaro incurriría en el atrevimiento de poner en duda el blasón lírico de los fragmentos recién copiados, entresacados de la inigualada y en no escasos aspectos inigualable composición “El poema de la hija reintegrada”. He aquí una estremecedora elegía en la que las tribulaciones del padre, que ve a la agónica criatura que él engendrara deslizarse minuto a minuto hacia la tumba, alcanza tal intensidad, tan elevado grado de dolorosa efervescencia, que la expresión del vate, desentendiéndose de la retórica del grito, el gemido y la lágrima, se purifica, se torna transparente y esencial al extremo de deslastrar de toda superflua ganga al pensamiento, el cual, con las cenicientas alas de la congoja se eleva hacia las regiones uránicas de las supremas certidumbres metafísicas” (LeónDavidDomingoMorenoJimenes72).
Por las atildadas opiniones de nuestro admirado cultor del análisis estético, como es el pulcro y refinado estudio de León David, nuestro académico retoma sin ambages las ponderaciones acertadas o descarriadas de nuestros estudiosos del quehacer poético, que el autor de Domingo Moreno Jimenes o la glorificación de lo minúsculo desinfla o enaltece, según su mejor guisa, para secundar o subrayar la consideración intelectual, la ponderación estética o la iluminación espiritual que despierta o concita su sensibilidad de analista y de creador.
La intuición de lo trascendente de Domingo Mireno Jimenes, como este prologuista evidencia en su estudio crítico, y que nuestro agraciado analista vierte en estas luminosas páginas, responden sin duda a la intuición mística del poeta postumista, que la inteligencia metafísica de Juan José Jimenes Sabater (3) orilla y explora, con cabal demostración de sus percepciones intuitivas, la hondura trascendente del poeta que edificara los cimientos de la moderna poesía dominicana.
Los edificantes versos que ilustran esa dimensión metafísica del gran bardo criollo se nos presenta en esta obra escrita con amoroso empeño como ejemplo indubitable de la onda sutil del poeta postumista:
Su voz.
La voz de la amada.
La voz del cierzo.
La voz del sol alto.
La voz de las golondrinas.
La voz del rocío mañanero.
La voz del hombre adusto que se mantuvo
siempre en oblación perenne hacia la cumbre.
(Las palabras se oyen por dentro,
en tanto que la trepidación de la vida
se escucha por fuera).
(LDavidDomingoMorenoJimenes90).
Y comenta con tono emocionado y orondo nuestro versátil conductor en autorizado dictamen de su diestra pluma: “En resolución, ¿qué significa esa voz que es múltiple y la misma, que es la de la amada, el cierzo, el sol, las golondrinas y el rocío, pero que al cabo y a la postre es “Su voz”, o sea, la voz de la Naturaleza o acaso la voz de Dios que a través de la naturaleza se dirige a nosotros. Adviértase, pues, cómo tras la aparentemente unívoca serie de frases que hacen referencia a plurales aspectos de un entorno bucólico y apacible, bajo la superficie de un decir que a las primeras de cambio diera la impresión de no trasponer los linderos de la colorida estampa campesina, se va abriendo camino otro sentido de inconfundible signo religioso que impregna los variopintos elementos del ambiente silvestre a que el poeta alude con la linfa insumisa del Misterio” (LDavidDomingoMorenoJimenes90).
En este monumental estudio crítico de León David, Domingo Moreno Jimenes o la glorificación de lo minúsculo, que se eleva con enaltecido vuelo exegético sobre los textos Domingo Moreno Jimenes, apóstol de la poesía, de José Rafael Lantigua; El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes, de Bárbara Moreno García; y El postumismo de Domingo Moreno Jimenes, de Manuel Mora Serrano, nuestro autor, en esta singular creación de su talento crítico pondera y sitúa al creador del Postumismo en el sitial de relevancia que estudios valorativos asignan al fundador de la poesía dominicana del siglo XX.
Prevalido del fundamento de la intuición exegética, del arte de la creación poética y del criterio ponderado y luminoso, el reputado autor de esta obra, escrita con el rigor de la metodología científica y la elegancia del vuelo lírico y estético, nos ofrece de una manera definitiva y autorizada una ponderada valoración sobre el aporte poético de Domingo Moreno Jimenes con el encanto de su verbo iluminado y la gracia de su genio creador. En el magín de Moreno Jimenes o en el troquel de León David refulgen las gemas preciosas de un decir simbólico y metafísico del arte de la creación poética.
Bruno Rosario Candelier
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, 24 de agosto de 2017.
Notas:
1. León David, Domingo Moreno Jimenes o la glorificación de lo minúsculo, Santo Domingo, UASD, 2017, p. 5.
2. Domingo Moreno Jimenes es el poeta dominicano a quien se le reconoce no solo como el fundador del Postumismo, primer movimiento literario en articular una estética literaria en nuestro país, sino como un pilar fundamental de la poesía dominicana del siglo XX. Dio a conocer su creación poética en múltiples opúsculos y dirigió en San Cristóbal el Instituto de Poesía. Su obra poética completa aparece en el volumen Domingo Moreno Jimenes, Obras poéticas: Del gemido a la fragua, Santo Domingo, Taller, 1975.
3. León David, pseudónimo del intelectual dominicano Juan José Jimenes Sabater, es un destacado autor de obras de poesía, teatro, ensayo, cuentos y crítica literaria. Teórico del arte de la creación poética, su lírica tiene una elevada onda metafísica, y su narrativa se inspira en la filosofía taoísta de la antigua cultura china. Como estudioso de nuestras letras, ostenta una fecunda trayectoria literaria y un valioso aporte que lo ha consagrado como uno de los autores fundamentales de las letras dominicanas. Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, su obra afina estética y espiritualmente con el ideario interiorista de la creación.