Perfil del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier
«Perfil del español dominicano: el plano sincrónico de nuestro español,
del español que hablamos y que escribimos hoy en el país».
Por José Enrique García
Generalidades
La primera nota que vino a mis manos para trazar estos párrafos, esta disquisición general, se halla en lo siguiente: Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, dilatado investigador de nuestra realidad lingüística y literaria, al pensar este libro acudió a los orígenes de la investigación científica que podemos definir con esta palabra: observación, la que, a su vez, requería de puntear, marcar, señalar, contemplar para que se constituya en testimonio: una metodología primigenia aún útil para la consecución de un libro como Perfil del español dominicano. Voces y expresiones del habla criolla.
Así, anotando, subrayando, atrapando, intuyendo, escarbando, concretando en la línea la oralidad ordinaria del pueblo dominicano, todo aquello que vio, sintió, olió, oyó, percibió: los latidos de los sentidos, palpitan y confluyen en el cuerpo temático de este libro.
Lápiz, lapicero, pluma, el instrumento que a la mano tuviese, se siente y advierte en estas páginas, lo que posee una importancia no relativa, pues estos gestos metodológicos señalan e imprimen esa inmediatez, esa cercanía, en suma, esa sincronía; esencia entera del libro. En brevedad: es un texto esencialmente sincrónico.
Desde luego, elemental máxima, no hay sincronía sin diacronía, lo diacrónico es lo primero, y en ese primero, descansa lo sincrónico. De lo que se trata es que el cuerpo del texto, sustentador, asiento tiene en los puntos paralelos sincrónicos, lo que le imprime su sello, su naturaleza.
La práctica metodológica que conduce a la recopilación de las informaciones pertinentes, a las razones lingüísticas, a la característica de la materia: el lenguaje actual dominicano, se afirma en estos medios: libros, periódicos, revistas, folletos, alocuciones de radio y televisión, que van desde la especulación filosófica hasta la jardinería, deporte, farándula… todas las formas del decir y escribir posible aparecen en estas páginas.
La bibliografía general del libro, contabiliza 404 publicaciones, las que cubren las más variadas formas y medios. Estos 404 textos proporcionan un fuerte y decidido rigor científico, imprimiéndole total legitimidad a la obra.
Libro, reiteramos, pensado. De ahí su coherencia, manifestada en una vértebra que norma su estructura: todas las partes que lo integran, aun aquellas que, en apariencia nos ofrece una distancia de esa médula, nos referimos a los temas de naturaleza literaria. Estos no contienen distanciamientos, al contrario, partes íntimas son del tejido intrínseco de la obra. Ahora con una inclinación bien especificada, bien dirigida: subrayar los elementos lingüísticos que en ellos se articulan y presencia esa sincronía del lenguaje dominicano: propósito primario de esta obra que se explicita en esta proporción: presentar, en un plano, el estado -aunque siempre en movimiento- del español dominicano de las últimas décadas.
El núcleo central de Perfil del español dominicano: el plano sincrónico de nuestro español, del español que hablamos y que escribimos hoy en el país.
Antecedentes
Bruno Rosario Candelier dando continuidad a una justa metodología, apegado a patrones o a exigencias científicas, acude o sintetiza los antecedentes de su estudio.
Los antecedentes fundamentales, también los de segundo y los de tercer orden, abarcan, prácticamente, los textos que de una forma u otra han abordado este tema, especialmente, en el ámbito lexical. De modo que inicia con El español en Santo Domingo, de Pedro Henríquez Ureña, raíz primaria de los estudios filológicos hasta nuestros días.
Hay en el libro de Pedro Henríquez Ureña, para ejemplificar, un elemento clásico porque marca el comportamiento o carácter del léxico dominicano para esa época, un rasgo muy distintivo de nuestro español: la preeminencia de arcaísmos. Ese rasgo es significativo porque a medida que surgen los estudios siguientes hasta llegar a este libro de Rosario Candelier, vemos cómo fue evolucionando ese carácter, esa esencia del lenguaje dominicano, y cómo van desplazándose en algunos elementos que son constitutivos en un momento determinado.
Después del libro de Pedro Henríquez Ureña, siguiendo la cronología, nos encontramos con el libro de Manuel Patín Maceo, que hizo significativo aporte al estudio lexicográfico dominicano y al español en sentido general.
Otro elemento, ya de manera más tangencial pero significativo, es el trabajo de Ramón Emilio Jiménez, quien se detuvo a través de su texto literario en el léxico dominicano y, desde luego, también llegó a escribir un libro específico del español.
Otro estudio, en el orden cronológico, se circunscribe a los aportes de Emilio Rodríguez Demorizi, que se detuvo a ver nuestro español de manera consciente
Un estudio fundamental que Bruno Rosario Candelier reseña, ampliamente, es Más datos del español dominicano, de Max Arturo Jimenes Sabater. Jimenes Sabater, siguiendo las huellas de Pedro Henríquez Ureña, escribe un libro determinante de este fluir. Es un momento también importante, desde el ángulo científico, el abordaje de nuestro idioma.
En Orlando Alba, reseñado también, tenemos un genuino estudioso del español sincrónico dominicano. Vida, la suya, dedicada al estudio de nuestro español y que Rosario Candelier, en este libro describe y asienta. Dentro de estos antecedentes, justo tratamiento, reconoce los aportes, hartos significativos, de María José Rincón.
Hasta ahí, son los libros fundamentales que pertenecen a ese fluir de los estudios del español dominicano de manera científica, objetiva.
Bruno Rosario Candelier en este apartado de su libro, además de esos estudios fundamentales, se apoya y reseña y da espacio, como es necesario, a todos aquellos estudios que sobre lexicografía fueron sucediéndose de manera sistemática en el tiempo. Asimismo, da espacio a aquellas personas que han abordado este aspecto: carácter del español dominicano de las últimas décadas. Todos, al fin y al cabo, son los que proporcionan sostén a la propuesta de Bruno Rosario Candelier, porque este estudio, en suma, constituye una continuidad de todas esas reflexiones que sobre nuestro lenguaje han fluido en los últimos tiempos.
El léxico
Expresa Bruno Rosario Candelier: «En la base de la variante idiomática dominicana subyace la creación de voces criollas y significados peculiares en vocablos de la lengua común, atributo propio de las variantes de una lengua. El léxico dominicano conserva voces antiguas, como “tutumpote” (poderoso, magnate), “aguaitar” (observar), “alpargata” (zapatilla), “curcutear” (indagar), “gobernalle” (timón) o “maipiola” (celestina), voces usuales entre los hablantes del pueblo; y ha creado vocablos originales, como “chopa” (sirvienta), “chepa” (casualidad) o “pariguayo” (tonto)» (p. 89).
A manera de ejemplo, nos detenemos en el capítulo titulado «Creaciones léxicas del habla criolla». Este comprende varios apartados en torno a la lexicografía. Aspectos de la lengua que contribuye, de una manera sustancial y definitoria, a la creación del carácter general de una lengua, y muy especial a su carácter sincrónico, en este caso del español dominicano.
Como es del conocimiento general, y también inmediato, donde se experimentan mayores flexibilidades, cambios, es en el aspecto lexical de la lengua. La palabra se afirma, desaparece, se adormece, temporalmente, y muere, otras asaltan abruptamente el primer plano y se convierten en recurrentes, en elementos conductuales, el léxico, fundamentalmente, contribuye a la formación de una conducta lingüística contemporánea o sincrónica. Dentro de este vasto mundo, tenemos los vocablos que se comportan como dominicanismos, determinado por el aspecto semántico, en nuestro caso, dominicanismos semánticos: palabra de la lengua general que en el habla del país adquieren significados diferentes al consignado en el lenguaje general. A este espacio, Bruno Rosario Candelier le imprime un amplio tratamiento en muchas de sus modalidades. Para ejemplificar, un apartado que titula vocablos con peculiares valores semánticos, ratifica esa realidad ya aludida, es decir, el dominicanismo semántico.
Con respecto al título Perfil del español dominicano. Voces y expresiones del habla criolla, es un título, sí, pero también su temática central. En este sentido, la masa mayor dentro del mundo de la parte lexicográfica, porque es ella donde se producen los mayores cambios, las mayores transformaciones que van a dar o a confirmar esa entidad en un momento determinado. Esto así porque los cambios fonéticos son distantes. Los fonemas son lentos en producirse. Solamente en el ámbito de los alófonos, en esos rasgos particulares que, más bien funcionan dentro de los idiolectos, o sea, en el habla de cada quien, es que se desparraman porque están en consonancia con la conformación orgánica del hablante, pero esas variantes de sonidos no son significativas a la hora de producir significado.
En tal sentido, los cambios fonológicos, los que marcan las significaciones, son muy escasos, se dan de vez en cuando, y eso toma tiempo. Un hecho de naturaleza fonológica que pertenece al carácter del español dominicano, como también a otros ámbitos de la lengua española, que en nosotros es muy marcado, y que existe, nos referimos a la eliminación del fonema S cuando se encuentra en posición implosiva; esto está antecediendo a un fonema oclusivo, generalmente. Por ejemplo: “pasta”, como pata, esa pérdida de la S lleva a la confusión: si es una pasta dental o pata de los animales o de una mesa. Ahí hay un hecho fonológico que es distintivo del español dominicano. Por ejemplo, la palabra “asma”, esa que está en una posición oclusiva se elimina y se convierte en “ama”, del sustantivo se pasa al verbo, de una enfermedad pasamos a un estado afectivo, el amor. El contexto va a determinar a qué palabra nos estamos refiriendo: si es al “asma”, la enfermedad del sistema respiratorio, o ama, una forma del verbo “amar”. Ahí usted encuentra un hecho fonológico distintivo, propio del español dominicano.
Mas no es la norma, difícil que se produzcan esos fenómenos fonológicos, toma tiempo para que ocurra y cuando no acontece queda dentro de las estructuras normales de la lengua general, porque en el ámbito de la fonética, los alófonos, simples variantes fónicas.
Por otra parte, en este sentido, el ámbito temático científico donde se afirma este libro es en la lexicografía, ahí sí tenemos muchos cambios y mutaciones enormes que van sucediéndose de manera muy continua y progresiva. Y este aspecto de la lengua, en este libro, Bruno Rosario Candelier, el autor se desplaza por todas las manifestaciones lexicográficas existentes. Por ejemplo, el léxico de Castilla, el tainismo, el habla popular campesina, las creaciones léxicas, el lenguaje de la calle, el lenguaje de las redes sociales, tan al día y profuso de estos tiempos; los vocablos y dichos criollos, anglicismos en el habla dominicana… todas las gamas posibles donde se manifiesta el léxico están recogidas en este libro. De modo que vamos a encontrar unas vastas consideraciones lexicales que convierten esta obra en un libro de consulta, de estudio, una obra indispensable para conocer el comportamiento del lenguaje dominicano actual.
Un rasgo significativo a destacar, además de los ya señalados, se encuentra en esos 404 textos consultados ya que en ellos encontramos una muestra altamente significativa de la literatura dominicana escrita en sus distintos géneros en las últimas décadas pues de esos textos se extrajo la sustancia misma del cuerpo temático del libro. De modo pues, que la literatura dominicana contemporánea también participa de esa sincronía.
Finalmente, uno de los atributos de este libro se encuentra en su tramado expresivo, en el que prima la comunicación sin afeites, ni retorcimientos pujados, exento de fastuosidad lexical inútil y fastidiosa. Es, dentro de sus muchos valores a destacar, aunque se trata de una materia como es la filología, en sus distintas ramas, como esta, la lingüística donde las especialidades abundan. Pero por naturaleza, el que está seguro de lo que tiene y, más aún, de su pulso; se la ingenia para encontrar el punto de equilibrio entre lo muy especializado y la majestad de lo sencillo puro.
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