El cambio lingüístico

Por Tobías Rodríguez Molina

 

A Heráclito,  uno de los grandes pensadores griegos que vivió en el siglo VI a. C., se le atribuye el principio de “todo fluye, todo cambia, nada permanece”.  Y, además, “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río.” En Google, parafrasean esto último diciendo: “Porque aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él ha cambiado. El cambio es la constante de la vida ya que esta representa una constante transformación.”

Aclarando un poco más lo dicho por Heráclito, leemos en El Telégrafo lo siguiente: “En realidad, el mundo que nos rodea, con infinidad de cosas, objetos y fenómenos diferentes, está en movimiento, cambio y desarrollo continuos.”

De ese constante cambio no escapan las lenguas o idiomas. A ese cambio se le llama el cambio lingüístico, que en ecuared.cu es definido como “una característica inherente a la lengua.” Y continúan diciéndonos que “El cambio lingüístico se refiere al proceso de modificación y transformación que experimentan las lenguas a través del tiempo, es decir, diacrónicamente, en el que intervienen causas internas y externas,”

En el presente artículo nos centraremos en el cambio que afecta a los sonidos. Esos cambios fonéticos son producidos por la ley del menor esfuerzo o ley de la economía  fisiológica que relaja y desgasta el sistema. Esos cambios pueden ser llamados fonético-articulatorios. Así sucedió con cambios sufridos por el latín vulgar en su paso hacia el castellano. Lo podemos ver con la m latina final de sílaba, que desapareció en palabras como caballum, que se convirtió en caballo; también lo podemos constatar en portam, que cambió a puerta.

Como puede observarse,  en caballum y portam, no solo se pierde la m, sino que cambian algunas vocales de esas palabras, como puede visualizarse en portam, que pierde la m, y se convierte la vocal o  en el diptongo ue.

La certeza de que las lenguas cambian, es decir, que no permanecen iguales en el tiempo, lo podemos constatar en el caso de la lengua castellana hablada en España y en Latinoamérica. Si consultamos un texto escrito en el español del siglo XVI, nos daremos cuenta de que  ese español se parece muy  poco al español actual por los enormes cambios que ha experimentado a través del tiempo.

Además, cada nación donde se habla español tiene “su propio español”, pues ese país tiene un español que no es igual a cada uno  de los otros, y aun en cada uno de ellos no existe un único español, sino una forma propia del nivel que podemos llamar “culto”, y  unas formas regionales o dialectos con variantes que los hacen diferentes entre ellos. Como ejemplo podemos tomar el caso de República Dominicana. Allí tenemos el español hablado por los integrantes del nivel sociocultural elevado o culto; el hablado en la región del Cibao (zona norte del país), empleado por integrantes del nivel sociocultural bajo, que se caracteriza por la vocalización de la r y la l final de sílaba (altar=aitai); el hablado por una parte abundante de los habitantes de la Capital dominicana, San Cristóbal y algunas provincias de la región  este, los cuales  convierten la r final de sílaba en l (altar=altal; martirizar=maltirizal); por último tenemos el habla de una parte de los que habitan en  la región sur, cuyos usuarios cambian la l por r (alma=arma; calma=carma).

Continuando con el tema, nos ocuparemos de comparar dos países antillanos-Cuba y República Dominicana-. Así veremos con claridad meridiana lo que acabamos de afirmar en el párrafo anterior cuando afirmamos que cada nación donde se habla español tiene “su propio español”.

Hace unos días, escuchando y viendo,  en un canal televisivo de Cuba, a un joven con un elevado nivel cultural, me llamó la atención la forma en que pronunciaba la c y qu (=k), que él convertía o articulaba como g=gue (gu,ga,go). Citaremos algunas de las palabras que el joven  empleó en su exposición:

Cuba (=guba)

Acá (=agá)

Cosa (=gosa)

Calle (=galle)

Como puede notarse, ese cambio del sonido k (=que a g (=gue), como en aquella (=aguella) se  debe a la economía fisiológica o ley del menor esfuerzo, porque pronunciando, por ejemplo, guba o agá, se hace un menor esfuerzo articulatorio que pronunciando cuba o acá.

Otro cambio lingüístico (fonético-articulatorio), que  se da, en general, en el habla cubana es el llamado asimilación. El mismo consiste en pronunciar una consonante que aparece en final de sílaba y delante de otra, pronunciándola igual que esa otra, como sucede con las palabras “carta” y “arbolito”, que son pronunciadas catta y abbolito; igual sucede al pronunciar “el mundo” como emmundo.

Al ver y escuchar a una joven comunicadora cubana en un video titulado Navidad en Cuba, escuché en ella una pronunciación semejante a la del joven  citado anteriormente. En el lapso de unos dos minutos, ella pronunció las palabras casa (=gasa), aquí (=aguí), conocer (=gonocer), acá (=agá), sacar (sagar), y aconteció (=agonteció).

Esa pronunciación, evidentemente, obedece a la ley del menor esfuerzo, que contribuye a que el español de Cuba tenga sus propias características.

El habla de los cubanos tiene una característica semejante al habla del nivel culto de los dominicanos: tiene que ver con la realización de la  s final de sílaba o de palabra, la cual tiene 3 posibilidades de realizacón; son ellas la aspiración (h), la pronunciación como s (/s/ y la elisión /=ni aspiración ni pronunciación/.

Pasando al español de República Dominicana, diremos que en la parte este del país se da, al igual que en Cuba, la asimilación. Es así que escuchamos  a hablantes de todos los niveles socioculturales pronunciando  el dulce (=edducce), colmillo (=commillo), alma (=amma), golpe (=goppe), alcalde (=accadde), armonía (=ammonía).

En la región del Cibao no encontramos la asimilación, sino la vocalización. Por esa razón, los que hablan el cabaeño, en vez de la asimilación, la r y la l final de sílaba las convierten  en la vocal i. Ejemplos: el dulce (=ei duice), colmillo (=coimillo), arma y alma (=aima), golpe (=goipe), alcalde (=aicaide). Lo mismo pasa con otras palabras propensas a la  asimilación, que también  convierten esa consonante en i,  como en actuación  (=aituación), actual y actuar (=aituai),  alto (aito), etc.

Otro cambio lingüísitico presente en el habla de los cibaños se encuentra en palabras que terminan en eo, como espontáneo (=espontánio), pedáneo (=pedanio), y en verbos terminados en ear, como pedalear (=pedaliai), menear (=meniai), golpear (=goipiai), golpeando (=goipiando).

En conclusión, en el presente artículo solo se ha tocado el cambio fonético que, como se ha  dicho, afecta los sonidos. No nos hemos referido a otros cambios que se dan en nuestra lengua, como los siguientes:

  1. A) cambio fonológico, el cual se da cuando se transforma el contenido diferencial de los fonemas y la distinción de estos. Ejemplo: cambio del fonema de la letra v por el fonema/b/.
  2. B) cambio morfológico-sintáctico, que se refiere a la gramática, forma, estructura y sintaxis de la lengua. Sobre este cambio, veamos algunas realizaciones: 1. En el día que te llamé no me devolviste la llamada. Este es el llamado traslaenqueísmo, consistente en el cambio del orden de los componentes  sintácticos. El orden debería ser: “El día en que te llamé no me devolviste la llamada.” 2. Me di cuenta que no te agradó lo que te envié. En este caso se elimina “de” después de “cuenta”, produciéndose así el queísmo, cambio sintáctico muy usual en República Dominicana. 3. Es conveniente de que te vayas cuanto antes. Esta vez se introduce un “de” que no lo  exige la sintaxis; a este cambio se le denomina dequeísmo, el cual es muy usual  en Venezuela y otros países.
  3. C) cambio lexical-semántico, el cual se refiere tanto al significado de las palabras como a las formas léxicas y representaciones escritas de la lengua. Un ejemplo de este cambio de significado es el de la palabra guapo, que en España significa bello, bonito, atractivo, mientras que en República Dominicana significa valiente, bravo, y también rabioso. Ejemplos: a) Él es muy guapo (=valiente, aguerrido, bravo, fiero); b) Él se puso guapo (=rabioso, bravo) por lo que le dijiste.

Algunos de esos cambios, y otros más,  pueden registrarse en los diferentes países cuya lengua es el español, con lo cual cada país va teniendo “su propio español”. Por eso no deben asustarnos los cambios lingüísticos, pues ya vimos que los cambios son propios de la esencia de las lenguas.

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