Algunas novelas con dudoso uso de la puntuación
Por Rafael Tobías Rodríguez Molina
En el transcurso de la lectura de la novela El viajero del siglo, del laureado autor Andrés Neuman, obra que obtuvo el Premio ALFAGUARA de novela del año 2009, leí el artículo «El sarpullido de la coma», aparecido en Diario Libre del 15 de diciembre de 2021, elaborado por la competente autora en cuestiones de la lengua española, María José Rincón. Esta, con un estilo lleno de gracia y un elegante humorismo, nos presenta algunos usos que a muchos usuarios les resultan difíciles. Me encantó plenamente su estilo y el contenido de ese artículo de María José.
Seguro que por el espacio limitado al que ella tiene que sujetarse, no pudo tratar otros usos de la coma, que de seguro a muchos nos hubiera gustado encontrar, dada la maestría con la que esa especialista trata los asuntos gramaticales y lingüísticos.
Observo en la novela de Neuman, al igual que en otras novelas, una enorme cantidad de usos de los signos de puntuación que considero alejados grandemente de las normas y usos de nuestra preciosa lengua española. Voy a copiar un fragmento que aparece en la página 57 de la primera edición de dicha novela. Será un honor para mí que María José le pusiera la puntuación-y algo más- que demanda ese texto y lo publicara en la Academia con los comentarios que ella crea conveniente hacer. Ahí les va el texto.
Sí, sí, contaba Hans, se paró justo enfrente, tiene que recordarla (me acuerdo de que vino una muchacha, dijo el organillero, y me di cuenta de que tú parecías muy interesado, pero no consigo ver su cara, ¿cómo era?, ah, cómo, ¿a usted también le pasa? (¿pasarme el qué?, la cara de Sophie, ¿usted puede imaginarla?, le sonará raro, es difícil de explicar, pero cuando me la imagino sólo veo sus manos. Le veo las manos y escucho su voz. Nada más, ningún rasgo. No logro recordarla. Y no puedo olvidarme de ella. (Entiendo, mala cosa.) Es raro lo que siento cuando pienso en ella, estoy solo, paseando, de pronto se me aparece la imagen borrosa de Sophie y tengo que pararme, entiende, mirar lejos, como si en mi memoria se estuvieran mezclando pinceladas, instantes de la cara de Sophie y yo tuviera que ordenarlos para no perderlos. Pero cuando estoy a punto de juntar los detalles y ver su cara algo vuela, algo se me escapa, y entonces siento la necesidad urgente de volver a encontrarla para memorizarla de nuevo. ¿A usted qué le parece? (Me parece, sonrió el organillero, que vas a tener que quedarte un tiempo más en Wandernburgo.)
Hay que reconocer que en la mayor parte de la novela, Neuman mantiene la corrección debida. Pero, en mi opinión, el redactor de un texto literario-cuento, novela, etc.- debe desplegar su poder creativo en abundancia, pero no debe confundir el poder creativo con el empleo medalaganario de los aspectos normativos, incluidos los signos de puntuación, que aparecen muy mal empleados en obras de muchos autores.
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