El poder de las palabras
Por Jorge Juan Fernández Sangrador
“El poder de las palabras” (Le pouvoir des mots) es el título del documental canadiense que La 2 de Televisión Española retrasmitió, el sábado 4 de julio, en el programa “La noche temática”. Su contenido permanecerá accesible en el sitio web “RTVE A la Carta” hasta el domingo 19 de julio.
Se trata de una producción de Télimagin, realizada por Yves Bernard y Mélanie P. Pelletier en 2010, y, aunque han transcurrido diez años desde entonces, no ha perdido ni interés ni actualidad, pues las cuestiones que allí se plantean no periclitan jamás: ¿a qué se debe la extraña fuerza de las palabras?, ¿la tienen en sí mismas?, ¿cómo se explica que puedan provocar sentimientos tan poderosos en los oyentes?, ¿de dónde proceden?, ¿son sus portadores los autores de las mismas o son solo hábiles mensajeros?
Todo esto ya se lo preguntaban los israelitas respecto de los profetas. Las palabras que proferían, ¿eran suyas o de Otro?, ¿tenían fundamento sus predicciones y amenazas?, ¿de dónde provenía aquel ímpetu agitador y desestabilizador? La palabra, compendio de todas, era, confesaba uno de ellos, un fuego encendido en sus entrañas, incontenible, purificador e iluminador; un rugido de león, que espanta a quien lo escucha, porque, cuando Dios habla, ¿quién no se estremece?
En torno a la cosa pública, han existido personajes con unas dotes extraordinarias para la oratoria. Los ha habido famosísimos. Persuasivos, carismáticos, elocuentes, gesticulantes, altisonantes, golpeadores, perturbadores, prolépticos, galvanizadores, convincentes, argumentadores, icónicos, contundentes, provocadores… con las palabras.
Y junto a esas grandes figuras, de ayer y de hoy, de verbo fluido, incisivo y vector, latitan los redactores de discursos, quienes, en la sombra, conocen las anfractuosidades de la mente del personaje que ha de comparecer ante el público, su ideología, su léxico, sus tics y mil particularidades de su personalidad que él mismo ignora.
Son capaces de desarrollar en extensas derivaciones pensamientos germinales del orador, que es lo que nos suele suceder a todos cuando, en la medida en la que vamos expresando nuestras ideas, estas se amplían, se asocian con otras, se enriquecen en los refregamientos y evolucionan. “Thinking in progress”.
Los redactores de discursos asumen vicariamente la tarea de concebir, dilatar, transfundir, propalar palabras, pensamientos y sentires que son en realidad de otro, aunque se puede decir que también son suyos. ¿O no? Y es en este punto exactamente en el que queda en suspenso aquel que, ante la Biblia, se pregunta por su real autoría: si es palabra de los hombres, ¿cómo puede serlo también de Dios?
La Nueva España, 12 de julio de 2020, pp. 26-27.
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