Entrevista a María José Rincón

Por Emilia Pereyra 

 

María José Rincón: “A los académicos se nos critica que seamos cascarrabias y regañones”

La lingüista, que acaba de publicar el libro “De la eñe a la zeta”, también defiende el español dominicano.

La conocida lingüista María José Rincón defiende el español dominicano y sostiene que se trata de un idioma heredado desde hace muchísimos siglos que se debe aprender a valorar.

Ella, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, es una ardorosa defensora de la lengua española y acaba de publicar el libro “De la eñe a la zeta”, que compila columnas que ha divulgado en Diario Libre durante varios años.

En ese contexto se realiza esta entrevista en la que Rincón da cuenta de su pasión por la investigación lingüística, de su interés por compartir los conocimientos sobre el tema y llama la atención acerca del respeto que debe prevalecer en el uso  del español dominicano. “Siempre con la idea de que aprendamos a valorarlo, porque siempre lo que oímos es la crítica, pues también me gusta poner mi granito de arena para que tengamos ese poquito de autoestima lingüística y siempre lucho por la vigencia de la lengua española”, dijo.

 — ¿Qué significa la publicación de este libro para usted?

 Significa reivindicar el papel que tenemos los investigadores y la responsabilidad que tenemos en la divulgación de la lengua. Cuando uno es investigador y se dedica a investigar se encierra en su mundo porque la labor es incompatible con el ruido, con el tumulto, con la conversación. La labor de investigación es generalmente individual o en equipo, pero muy cerrada. Pero todo los que hemos tenido la suerte de dedicarnos a investigar le debemos un poco a la sociedad que nos ha permitido divulgar esas cosas que estudiamos, que investigamos, que descubrimos.

Entonces, publicar columnas que se han leído a través de un montón de años semanalmente en las columnas de un periódico gratuito, de muchísima difusión, significa que me siento orgullosa de haber mantenido esa esfera de la divulgación… Es decir, no te quedes encerrada, transmite un poco de los conocimientos que has conseguido con esa investigación.

 — Es una lingüista muy vinculada a la época también, que divulga a través de las redes sociales y todo eso. ¿Qué reacción tiene la gente cuando entra en contacto a través esos medios?

 Lo primero que sientes, sobre todo cuando dices que eres académica, es que la gente tiene la imagen del académico varón y viejo. Entonces, ‘pero ¿usted es académica? ¿Usted escribe en Twitter?’. La primera reacción es como de incredulidad. Creo que descoloco un poco al público, pero una vez que uno entra en contacto y la gente pierde ese sentimiento de lejanía que la gente tiene con la academia se recibe muy bien y a veces se nos exige que seamos lo que también se nos critica. A los académicos se nos critica que seamos refunfuñones, cascarrabias, regañones, que damos muchísimos boches y que estamos siempre corrigiendo. Pero al mismo tiempo, cuando no lo hacemos así, porque yo no soy mucho de eso (si doy un boche la ironía está más que el boche) nos exigen que corrijamos, que nuestro papel es corregir y que necesariamente tiene que ser eso: corregir, regañar y dar ese boche de lo que tú estás haciendo mal, porque ese es el papel que se le asigna a la academia. Ya la academia, desde hace muchos años, no se dedica a corregir. Ya la academia se dedica a aconsejar lo que se considera más propio de los buenos hablantes, y también eso tiene que ver con la divulgación y las redes sociales ayudan porque acercan a los lectores y a los usuarios de las redes al contenido, que a veces se cree que está en un libro serio, en un libro gordísimo que da mucho trabajo leer y que no entendemos.

¿Qué se le puede aconsejar a los hablantes cibernautas en la actual coyuntura?

 Se le puede aconsejar que cuando uno habla o escribe, independientemente del medio que utilice, la corrección es esencial. Hay que tener, primero, respeto por la lengua y después (no sé si en ese orden) respeto por el lector o por el oyente. Tú tienes que considerar a la persona que te va a leer. La corrección lingüística es un tema de respeto de tu propia herramienta lingüística, de respeto por tus lectores y de respeto por el contenido que estás transmitiendo. Si tú no valoras tu contenido como para transmitirlo correctamente le pierdes el respeto a lo que estás haciendo como profesional. El primer consejo que se debe dar es: respeta la herramienta que estás usando y si te vas a comunicar con el lenguaje, y no tienes otra vía de comunicación, tienes que respetar y conocer el lenguaje, y lo primero es respetar la herramienta lingüística.

¿Y todas esas palabras que se están creando en redes sociales o que se está deformando?

 Esto está bien. El lenguaje está vivo y tiene que ser así. En lenguaje, además, no se analiza simultáneamente a lo que está pasando porque es un organismo vivo. El lenguaje se comienza a analizar después de que pasó. ¿Cuántas de esas palabras van a perdurar dentro de diez años? Probablemente muy pocas. Pero eso ha pasado en todas las épocas del lenguaje. Los hablantes crean y desechan, crean y desechan y solamente muy poco de eso que se crea permanece a lo largo del tiempo. Entonces hay que dejar pasar el tiempo, dejar que se asiente y ver cuánto de eso va a permanecer.

No hay que desgarrarse las vestiduras por nada de la lengua porque la lengua es la vida y si deja de adaptarse a lo que los hablantes necesitan pierde sentido. La lengua no es de nadie. Es de todos al mismo tiempo. Claro, hay mucha responsabilidad de los que somos buenos hablantes y de los que hemos tenido la ventaja, la suerte en la vida, de habernos podido dar una formación correcta. Tenemos la responsabilidad de defender lo que es correcto y defender los buenos hablantes porque servimos como modelo. Pero fuera de eso hay que dejar que la lengua fluya. Hay que dar cuenta de lo que está pasando. La parte de la investigación registra lo que pasa sin meterse en si eso es correcto o incorrecto. La academia aconseja por dónde va el camino de los buenos hablantes, pero a la lengua hay que dejarla vivir y sobre todo dejarla que repose y analizarla después del reposo, y ya después, cuando los hablantes te pidan consejos de qué es lo correcto o lo incorrecto, entonces sí dar tu opinión.

 —Como conoce el español dominicano y ha trabajado en el “Diccionario del Español Dominicano”, ¿puede evaluar un poco la manera en que nos comunicamos?

 Lo primero es que hay, con nuestra forma de hablar, mucho desconocimiento. A veces valoramos negativamente rasgos que compartimos con muchísimos millones de hablantes y decimos los dominicanos si hablan mal porque los dominicanos nos comemos las eses. Nosotros decimos la erre por la l y masticamos… Eso mismo lo hacen casi 400 millones de hispanohablantes. Eso no tiene que ver con ser dominicano, con ser colombiano, con ser español. No tiene que ver.

Hablantes buenos los hay en todos los países y malos hablantes, desgraciadamente muchos, los hay en todos los países.

Ahora, nuestra forma peculiar de hablar el español, nuestra variedad dialectal, es igual de válida como cualquier otra y tiene unos rasgos, muy pocos rasgos propios, exclusivos, y muchos rasgos compartidos con otras variedades. Por ejemplo, el ceceo; por ejemplo, el yeísmo; por ejemplo, esa neutralización que llamamos de la err y la ele en la posición final de sílaba y final de palabra; la aspiración de la ese al final de palabras, incluso llegando a cero fonético. Es decir, llegamos a eliminar la ese en determinados contextos. Eso existe en el español desde que el español se trasplantó de España a América. De hecho, nosotros lo hacemos así porque los hablantes que vinieron en esos barcos, en las primeras etapas, venían de una determinada variedad dialectal que ya tenía esos rasgos. Es decir, no lo hemos hecho aquí; no son errores; no es mala forma de hablar. Es un idioma heredado desde hace muchísimos siglos que debemos aprender a valorar. Ahora otra cosa diferente es usar mal la gramática; eso no forma parte de la variedad dominicana, la pobreza léxica, eso no forma parte de la variedad dominicana. Eso no se lo podemos achacar a que los dominicanos hablamos así. Eso tenemos que asumirlo como responsabilidad propia de cada uno de nosotros. Si uno tiene pobreza léxica no es porque en el país hay pobreza léxica. Es porque uno no cultiva su léxico.

¿No hay que echarle la culpa, por ejemplo, al Ministerio de Educación, por ejemplo?

 Sí. Sin dudas. No solo es la culpa de Educación, pero la formación es fundamental, no solo aquí sino en muchos sitios. La formación en lengua española está perdiendo muchísima calidad, no solo porque los que forman son los profesores y a los profesores no los han formado con calidad y por lo tanto son cada vez más contado los profesores que son buenos hablantes. El profesor es modelo de muchísimas cosas, pero sobre todo es modelo de hablante. Si el profesor no demuestra cómo se habla bien, el niño no tiene oportunidad, saliendo de su entorno vital, de oír a alguien hablando bien. Y el lenguaje se aprende oyendo y se aprende por mímesis, se aprende por imitación. Uno imita los buenos hablantes. Te tienen que enseñar a respetar el lenguaje correcto, para que tú aspires a imitarlo. Además de eso, la lectura. Las carencias de lectura son extraordinarias. Pero las carencias de lectura de nuestros niños son las carencias de lectura de nosotros mismos. ¿Por qué unos hijos leen y otros no? Porque los padres no leen. Si los hijos no ven leyendo a los padres, los hijos no van a leer. Si los niños no ven leyendo a sus profesores los niños no van a leer, porque la lectura es un hábito y no hay nada mejor para una buena dicción, para una buena escritura, para una buena ortografía, para una buena forma de hablar en público que leer. Leer cosas correctamente escrita, correctamente editadas.

La formación tiene una responsabilidad grandísima, pero no es la formación de ahora. Es la formación de los profesores que están formando ahora y por ahí es que creo que hay que empezar, por mejorar la formación de los docentes.

¿Cómo se logra ser un buen hablante?

 Es complicado. Primero, ¿se llega a considerar ser un buen hablante? Bueno, yo me considero aspirante a buen hablante, porque siempre uno está aprendiendo. Pero, trucos, trucos para mejorar nuestra forma de hablar. Sin dudas, la lectura. Si el hablante es oral, si quieres mejorar tu forma de hablar, de expresarte oralmente, leer y leer en voz alta es una de las mejores recetas. ¿Por qué? Porque leyendo en voz alta mejoras tu dicción. Te tienen que entender lo que estás leyendo. Entonces, tratas de cambiar tu ritmo de lectura. Nosotros siempre hablamos muy rápido. Leemos un poco más lento. Entonces la lectura nos acompasa la forma de hablar.

En cuanto a la calidad del hablante, bueno, eso va un poco con el estilo, también con la escritura, pero fundamentalmente debemos conocer las reglas gramaticales básicas, que no las conocemos y eso sí tiene que ver con la formación y sobre todo el volumen del léxico. Cada vez empobrecemos más nuestro léxico y a veces no es tan complicado. A veces es poner una meta. A veces es a aprender a consultar el diccionario, a sacarle partido. A veces, es diversificar nuestras lecturas. A veces es simplemente demostrar un poco de interés por decir lo que exactamente queremos decir porque ahí está lo que nosotros defendemos tanto que es la propiedad en el habla, y la propiedad en el habla tiene que ver con usar la palabra adecuada para lo que quieres expresar, porque al fin y al cabo la idea de hablar es que el otro te entienda y la idea hablar es que el otro entienda exactamente lo que tú quieres decir, pero es que a veces no estás diciendo lo que crees que estás diciendo porque no sabes elegir la palabra correcta. Lo mejor para un hablante es ampliar el vocabulario y todo eso no tiene una receta mágica. Eso es lectura, lectura y muchísima lectura.

Volviendo al libro, ¿cómo hizo la selección de los textos?

 Sí, se han publicado desde el 2010. Son columnas semanales. Hay una parte de consulta de los hablantes. Hay hablantes que se preocupan y preguntan. Hay temas que de repente se ponen en el candelero, cuando hablamos de formación o de determinado personaje público que dijo determinada palabra que se considera errónea o no. Las decisiones que toma la academia tienen mucha repercusión sobre todo cuando no hay otras noticias, porque a veces las noticias sobre la lengua son como de relleno, (se publican) cuando no tenemos otra cosa de qué hablar, y de repente surge: ‘La academia hizo una actualización y eliminó del idioma español 2,000 palabras’, y todo el mundo con las manos en la cabeza. Dos mil palabras que nunca nadie usó. Ninguno de esos que se puso las manos en la cabeza las usó ni sabe lo que significan, pero la culpable es la academia que ha eliminado del lenguaje dos mil palabras cuando no es verdad, evidentemente. Todos esos saltos sobre la actualidad dan muchas ideas para la columna. Pero también me gusta que todo tenga un equilibrio. Yo también me precio de que no he repetido nunca tema. Claro, evidentemente sobre las comas he hablado muchas veces porque surgen muchas dudas cuando uno escribe, y entonces hablo muchas veces de las comas en distintos contextos. Trato de equilibrar léxico con ortografía, ortografía con obras nuevas que nos pueden ayudar a consultar. (Escribo) muy poquito de literatura porque respeto mucho que el tema sea siempre ortográfico o gramatical.

Hablo del español dominicano siempre con la idea de que aprendamos a valorarlo, porque siempre lo que oímos es la crítica, pues también me gusta poner mi granito de arena para que tengamos ese poquito de autoestima lingüística y siempre lucho por la vigencia de la lengua española.

¿Qué uso quisiera que hicieran los lectores de su libro?

 Que lo pongan en la mesita de noche, para que lo consulten. Yo siempre digo: ortografía y diccionario en la mesita de noche o en la mesa de trabajo. ¿Por qué? Porque al fin y al cabo todos trabajamos y vivimos con la lengua. Entonces, si la usamos mejor le sacamos mejor partido. Entonces, solo se mejora con la consulta y la consulta es la del diccionario y la de la ortografía para empezar. Eso debería estar a la mano de todos los profesionales que trabajamos con el lenguaje que somos casi todos y este libro ayuda porque tiene un tono que no es académico, es un tono más irónico, más de humor. Porque así nació realmente cuando Inés Aizpún me propuso que escribiera la columna (en Diario Libre). Yo di un discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Lengua como miembro correspondiente precisamente en el 2010, y en ese discurso nos reímos tanto, y al fin y al cabo estábamos hablando de diccionarios. Y cuando salimos Inés me dijo: ‘Hacía tanto tiempo que yo no me reía tanto en una actividad académica’. Fue muy divertido. Yo creo que los diccionarios nada más me resultan divertidos a mí, pero soy capaz de transmitírselo a los demás. Y todo el mundo se río muchísimo. Entonces Inés me dijo: ‘¿Serías capaz de escribir una columna de ortografía, pero con ese tono de humor, de diversión, con ese tono de ironía?’. Yo le dije: ‘Bueno, vamos a intentarlo’, y creo que salió. Me ayuda mucho mantener el tono. Si uno lo va leyendo (el libro), releyendo en pequeñas dosis, uno va a aprendiendo, resolviendo dudas, reforzando conocimientos y divirtiéndose un poco, porque algunas (columnas) sí que dan un poquito de risa.

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