Mario Vargas Llosa: El lenguaje inclusivo es una especie de aberración
Entrevista a Mario Vargas Llosa
El Nobel de Literatura habla de feminismo, de los mitos de la conquista, de su rechazo al populismo, de Macri y de Odebrecht. Y analiza el Congreso de la Lengua en Córdoba.
“Ando bien, pero estoy saliendo de un catarro”, dice Mario Vargas Llosa antes de comenzar la entrevista con La Voz. Duda al pronunciar la última palabra –sabedor de que aquí decimos “resfrío”-, pero sonríe y queda claro que nos entendemos: flota en el aire, tras varios días de escucharlo en el Congreso de la Lengua, que la unidad del español está en sus ricas diferencias.
El escritor peruano, el Nobel de Literatura, el autor de La ciudad y los perros o de La guerra del fin del mundo –apenas de las primeras de un monumental conjunto de obras literarias- estuvo en Córdoba, festejó aquí sus 83 años y, lejos de cuidar las formas y la corrección política, fue más él que nunca.
Por eso, ¡atención! Spoiler para los que no concuerdan con él y seguro van a enojarse: está más convencido que nunca de las ideas liberales, se indigna con populismo, rechaza el lenguaje inclusivo y cree que Argentina está en la senda correcta, pese a admitir lo mal que lo pasa mucha gente.
–En la apertura del Congreso de la Lengua, le contestó al presidente de México por el reclamo que este le hizo a España por la conquista. Más allá de este caso, ¿por qué cree que perduran en el imaginario de América Latina estos conceptos?
-Son lugares comunes que se arrastran a lo largo de generaciones, que parten a veces de ciertos hechos reales y luego los deforman y, por razones de tipo ideológico, van desnaturalizando una verdad histórica. Es un hecho que se da prácticamente en todos los países. Sin ninguna duda, la llegada de los europeos a América fue violenta. Todas las colonizaciones son violentas. Pero es muy injusto responsabilizar enteramente a los conquistadores de una problemática que nosotros no hemos sabido resolver. El problema indígena, la situación triste, a veces miserable, dramática, de los indíge
nas, no es una historia de hace 500 años. Es de nuestros días. Quizá en el caso de México de una manera más dramática todavía, por la cantidad. Son millones de indios que viven en una condición completamente marginal, muy explotados. No tiene sentido que el presidente de México, de un país que desde hace 200 años es independiente, atribuya la crueldad y la maldad a algo que ocurrió hace 500 años. Basta que mire uno por la ventana y va a darse cuenta de que la situación del indígena no solo no ha mejorado, sino que en muchos casos ha empeorado. Y eso vale prácticamente para toda América Latina.
–¿Ve conexiones entre esas realidades y la calidad de nuestras democracias?
-Creo que es una manera de no ver la realidad, de trasladarse a un pasado bastante mitológico para no enfrentar de manera directa los problemas que nos acucian. El caso de México es más dramático; por eso es que resulta tan ridícula la carta del presidente (Andrés López Obrador) a estas alturas. Apelar a mitos tan prejuiciosos, tan mentirosos respecto de la historia… Es como si todos los problemas vinieran de ese encuentro. Pero nuestra historia prehispánica fue muchísimo más violenta. Y en el caso de México no se diga. Había una cultura, una civilización muy avanzada, salvo, tal vez, en un aspecto: la creencia de los aztecas de que el universo se sostenía gracias a los sacrificios humanos. Fueron cientos de miles, acaso millones de indígenas sacrificados por esta creencia. Así que era indispensable hacer esa aclaración para no permitir que la demagogia reemplace otra vez la realidad histórica, como ocurrió por desgracia durante los años del indigenismo, a comienzos del siglo 20. El indigenismo fue muy destructor, creó muchísimo daño. Creó una gran confusión respecto de los verdaderos problemas de América latina.
–Como ferviente crítico de los populismos que es, y más allá de las razones políticas e ideológicas que lo sustentan, ¿no cree que hay razones socioeconómicas para explicarlo?
-El populismo desgraciadamente es una enfermedad de las democracias, de los países subdesarrollados y de los desarrollados también. Se alimenta generalmente de la más grave de las enfermedades, que es el nacionalismo, que nos ha llenado de sangre la historia. Si hay un continente que lo sabe, es Europa, que padeció terribles estragos. Las dos guerras mundiales nacieron por culpa del nacionalismo. Quizá una de las peores realidades de nuestro tiempo sea ese rebrote de los nacionalismos que está detrás de Brexit, o de los problemas que enfrenta la Unión Europea, que nació con tan buenos auspicios y con tanto entusiasmo. Así que, si uno cree en la democracia y en las instituciones, tiene que combatir el nacionalismo y toda forma de populismo, ya que el populismo no resuelve los problemas sino que los crea y los aumenta.
–En el Congreso de la Lengua sobrevoló, pese a que no estaba incluido en el programa oficial, el tema del lenguaje inclusivo. Muchas panelistas lo incluyeron en sus ponencias… ¿Por qué cree, como ha escrito, que el feminismo es un “enemigo resuelto” de la literatura?
-Hay formas de feminismo que son enemigas de la cultura. No es el feminismo en todos sus aspectos ni mucho menos. Es verdad que hay una discriminación de la mujer, incluso en los países más avanzados. Eso no lo podemos negar y lo tenemos que corregir. En esta época, es uno de los hechos que conmueven más a la opinión pública, y con mucha justicia hay un movimiento femenino que reclama igualdad de derechos. Lo apoyo resueltamente. Ahora, hay algunos excesos que es muy importante combatir. En el campo de la lengua, hay excesos que son risibles. La lengua necesita de la libertad, ejercita la libertad, se va renovando, adaptando, y no se le puede forzar sin provocar traumas lingüísticos. Y a ese me refiero. Y sobre eso la RAE (Real Academia Española) ha sido consultada y se ha pronunciado de una manera muy sensata, sabia y efectiva. Dice que las academias no crean el lenguaje; recogen el lenguaje que producen los hablantes y los escribientes. Eso es importante de entender. No podemos forzar el lenguaje desnaturalizándolo completamente por razones ideológicas. Los lenguajes no funcionan así. No de esa manera. El llamado lenguaje inclusivo es una especie de aberración dentro del lenguaje, que no va a resolver el problema de la discriminación de la mujer, que sí hay que combatir, pero de una manera que sea efectiva. No hay que ir más allá y desnaturalizar el lenguaje para establecer una supuesta igualdad lingüística desprejuiciada. Lo que se obtiene es una situación prejuiciada que desnaturaliza el lenguaje y lo empobrece.
–¿Sigue siendo “Conversación en la catedral” la primera de sus novelas que rescataría de un incendio?
-Tengo un cariño especial. De todas las obras que he escrito, y son muchas es la que más trabajo me costó. Fueron tres años escribiendo esa novela. El primer año casi a ciegas, sin saber cómo iba a contar esa historia. Así que si me ponen una pistola y me dicen que elija una, elijo esa.
–En la apertura, también adelantó que Arequipa, su ciudad natal, será la sede del próximo Congreso de la Lengua- ¿Fue una primicia o un descuido bien calculado?
-No, descuido no, ya me habían informado que las tres instituciones que deciden el lugar de los congresos habían elegido a Arequipa, me dio mucho gusto y los arequipeños harán lo posible por que el congreso sea tan exitoso como el de Córdoba.
–¿Cómo encontró a Córdoba? ¿Igual que antes o se lleva alguna sorpresa?
-Ha crecido mucho. La primera vez vine en 1991, en el siglo pasado. Mi impresión es que es una ciudad vigorosa, dinámica. La manera, además, en que se movilizó la opinión pública ha sido muy interesante. Algunos académicos me dijeron que pocas veces habían visto en estos congresos una concurrencia tan masiva a casi todos los actos culturales celebrados. Y, sobre todo, la presencia de los jóvenes. Es algo que debe levantarnos la moral cuando estamos un poco caídos en el pesimismo.
Macri, el país, América Latina
“Hay que hacerle un monumento a Odebrecht”
“Argentina fue víctima de un populismo exagerado que hizo muchísimo daño al país, a la sociedad argentina, a la economía”, dice Vargas Llosa.
–¿Cómo ve al presidente Macri y a la Argentina?
-Creo que Macri y su equipo están empeñados en hacer las reformas necesarias. El problema es el tránsito. Ese tránsito está resultando más difícil, más costoso de lo que se creía. Pero en razón del daño profundo que el populismo ha causado en la economía argentina, hay un gran debate sobre si la política gradualista era la más sensata o si debió haber un Shock que enfrentara eso de manera radical. En todo caso, creo que hay una política sensata, orientada en la buena dirección, que debería traer beneficios muy rápidos a un país tan potencialmente rico como Argentina. Que, además, ya fue un país del Primer Mundo. Nos cuesta recordarlo, pero fue una realidad. Dadas las condiciones y las extraordinarias fuerzas productivas que tiene, luego de este tránsito debería recuperarse y servir de ejemplo a América latina.
–¿Cree que el caso Odebrecht marcará un antes y un después en la historia de la corrupción en América latina?
-Es dramático. En Perú tenemos los últimos cinco presidentes investigados o ya condenados. Habrá que hacerle un monumento a Odebrecht. Realmente ha servido para sacar a la luz la corrupción espantosa en que se movían nuestras defectuosas democracias. Es bueno, es sano que esas cosas salgan a la luz, que los funcionarios corruptos vayan a la cárcel, que sean juzgados, condenados. Eso es la democracia. Hemos pasado desgraciadamente períodos muy largos con gobiernos dictatoriales, donde la corrupción era mucho más profunda que en la democracia. Así, que, en ese sentido, hay que estarle muy agradecido a Odebrecht de que saque los trapitos al sol y que nos permita castigar a políticos, empresarios, funcionarios. En buena hora. Necesitamos que nuestras democracias hagan ese estriptís y se liberen de los malos funcionarios y malos políticos.
(Edgardo Litvinoff, “El lenguaje inclusivo es una especie de aberración”, Córdoba, Argentina, La Voz del Interior, 31/03/19/p. 4).
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