“Lumbre de la mocanidad, el arte literario en la villa heroica”, del Dr. Bruno Rosario Candelier
Por Adriano Miguel Tejada
Mi distinguido amigo de más de medio siglo, Bruno Rosario Candelier, me ha pedido que diga unas palabras en esta puesta en circulación de su nueva obra, Lumbre de la Mocanidad, El arte literario en la Villa Heroica, y lo hago con mucho gusto no solo por la amistad que nos une, o porque la obra ponga de relieve la inmensa cosecha de poetas y escritores de nuestra comunidad, sino porque se trata de un gesto de generosidad intelectual que pocas veces se observa en nuestro país.
En esta obra se reconocen no solo a consagrados escritores de nombre nacional e internacional, sino también a jóvenes discípulos de los afanes literarios del autor que ha creado escuela en el país y que autorizan a catalogarlo como el más importante promotor literario de la República Dominicana en toda su historia.
Así como tuvimos a un Eugenio María de Hostos que promovió la escuela y un nuevo método de enseñanza entre los dominicanos, y a un Domingo Moreno Jiménez que paseó la dignidad de su pobreza y la riqueza de sus versos por todo el territorio nacional, esta generación ha tenido el privilegio de contar con un Bruno Antonio del Rosario y Candelier que ha dedicado su vida a motivar en valores literarios y humanos y a crear una legión de escritores, demostrando así que el alma dominicana es terreno fértil para la creación de belleza y la búsqueda de lo infinito.
Así, entre sus discípulos hay desde sacerdotes y obispos hasta muchachos de la calle. Bruno es un descubridor de talento mejor que el más aguzado escucha de las Grandes Ligas.
Lo que más me llama la atención de mi querido Bruno es su capacidad creativa. Yo, que por obligación profesional me paso el día escribiendo, no puedo ni de cerca alcanzar las millas de letras que Bruno nos lleva a todos. Y no estamos hablando de gárrulas expresiones sin sentido, sino de textos trabajados, con referencias bibliográficas cuidadosamente seleccionadas y una arquitectura escritural que muestra la exquisita formación del autor, su enorme intuición literaria y su hombría de bien.
A 50 años de la fundación del Ateneo de Moca, del que Bruno fue activo vicepresidente, uno se maravilla de las cosas que se hicieron y de cómo han cambiado las cosas en nuestro pueblo querido.
En aquel tiempo, hacíamos una actividad literaria semanalmente. Ya fuera una conferencia o un recital; un panel literario de alcance nacional, un concierto sinfónico o una exposición de fotografía o de artes plásticas, ese grupo de jóvenes revolucionó la cultura de la ciudad al punto de recibir el reconocimiento de escritores de la talla de Alberto Baeza Flores y Héctor Incháustegui Cabral.
Usamos todos los espacios disponibles entonces, desde el Club Recreativo, el Amigos de la Duarte, el Deportivo Moca (La Cancha), el José Horacio Rodríguez, los salones de actos de las escuelas, del ayuntamiento municipal y la Gobernación provincial. En fin, la cultura llegó a todos los rincones de la ciudad.
Nuestra ciudad necesita que ese liderazgo surja de nuevo. Las inquietudes sabemos que están ahí. Las podemos observar en las peñas y en las entidades de desarrollo de nuestra ciudad y provincia. Solo se requiere que pongamos manos a la obra y seamos imaginativos. Conocerán la desilusión, como la conocimos nosotros, pero el esfuerzo vale la pena, porque ya no basta con quejarnos de que la juventud se está perdiendo: hay que ayudarla a salir de su letargo nocivo. En este caso, nuestro amor por esta ciudad tiene que ser activo, o es poco amor, como nos recordaba el poeta.
Quiero recordar, para finalizar una historia que me gusta mucho y que cuenta Costancio C. Vigil en su obra El Erial: un señor decidió construir una escalera para llegar al cielo, pero según avanzaba en su obra, se iban acercando personas que le pedían una pieza de madera para sostener su casa que se caía, otro para calentar a sus hijos que tenían frío y así sucesivamente. En un momento, el señor reflexionó sobre el hecho de que la escalera estaba cada día más corta, pero él se sentía más cerca del cielo.
Al saludar esta nueva obra de don Bruno Antonio del Rosario y Candelier, quiero expresar por medio de estas breves palabras mi permanente admiración por su talento, por su capacidad de trabajo y por su entrega a una causa que no produce dinero, pero que, como en la anécdota de la escalera, cada día lo coloca más cerca del cielo.
Enhorabuena, querido amigo.
Moca, teatro Don Bosco, 30 de agosto de 2018.
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