La obra de Salomé Ureña -Logos como vida-
Por Ofelia Berrido
La poeta nació a mediados del siglo XIX en un tiempo que arrastraba el descalabro del esfuerzo de la clase esclavista. Salomé circulaba por los mundos de las ideas libertarias y su familia y amigos eran defensores de la abolición de la esclavitud y del espíritu libertario que bullía en el corazón de los dominicanos. La escritora vivió un período de fogosidad plena y pasión libertaria en ebullición. La presión de la época producía en ella la turbulencia necesaria para igualar las energías y evaporar las presiones con poesía patriótica, versos musicales y tiernos acerca de sus hijos y versos sobre la desesperación que brinda la soledad de alma en necesidad de la compañía que solo el ser amado puede brindar…
Esta poeta, madre entregada y educadora, agració a la patria no solo con su obra sino con hijos ejemplares. Fue ella quien dio a luz y entregó a la patria al gran humanista de América, Pedro Henríquez Ureña. Pocas madres impactan a sus hijos como lo hizo Salome, pocas madres tienen hijos tan destacados como los tuvo ella, pero es que la educación personalizada, el roce con los grandes intelectuales de su época marcó sus mentes y los predispuso a un quehacer disciplinado, al estudio y preocupación por lo que pasaba en el mundo.
Conviene destacar que hay una dualidad incontrovertible en su obra: patria y familia. ¿Pero qué es la familia sino la patria del alma?; ¿qué es la patria sino el hogar de la familia?; ¿qué es la familia sino la mínima unidad de la patria? Una y otra se complementan, nutren y convierten en inseparables y sustentan el imperativo: educación y libertad para el desarrollo de una nueva patria.
En verdad, Salomé fue una revolucionaria que impacto, junto a Eugenio María de Hostos, la educación poniendo en contacto a la mujer dominicana con un pensamiento transformador: el positivismo -científico en su base- matizado por un humanismo propio de la visión de esta gente única. Fue esta extraordinaria mujer quien entregó al mundo el alma única de nuestro Pedro Henríquez Ureña. Fue ella ejemplo de temple y perseverancia aún en las peores condiciones. En su poema la “La luz” canta no como madre individual sino como madre colectiva…
“¡Cuántas victorias altas/el destino te guarda, Patria mía/si con firme valor la cumbre asaltas/Escúchame y porfía/escucha una vez más/ oye ferviente/la palabra de amor que nunca miente/yo soy la voz que canta/del polvo removiendo tus memorias/el himno que a tus triunfos se adelanta/el eco de tus glorias/No desmayes, no cejes/ sigue, avanza!/ ¡tuya del porvenir es la esperanza!”.
La obra de Salomé Ureña no está aislada: Hay un conjunto propio de su tiempo; un romanticismo e ideas libertarias que la nutren y un conjunto íntimo y propio que la explica y justifica. La cantora retoma su propia existencia una y otra vez en su poesía. Su vida como entidad poética manifiesta es intimista. Crea una poesía circular sin fragmentación alguna: Su poesía empieza y termina en el mismo tema, en el mismo ambiente y en el mismo tipo de dialogo. Salome y un yo genuino, que se expresa desde los sentimientos más profundos, sin reservas, un yo verdaderamente expansivo dentro de sus propios límites, paradoja manifiesta en su estilo. Salomé emociona cuando su poesía se inflama, ruega, entristece, se impacienta para luego, elevarse, volverse valiente, incitar a lo inanimado a cobrar vida, enfrentar al opresor y convertirse el Patria libre.
La poeta parece haber hecho un pacto autobiográfico con la lírica. Se trata de una auto poesía y esta valoración surge cuando recuerdo la tesis doctoral de Vicent Colonna, discípulo de G. Genette, titulada: L’aufiction. Essai sur la fictionalisation de soi en litterature. Acá, lo aplico a la poesía, la realización de la poesía del sí mismo en la literatura.
Salomé su identidad y su obra: Dualidad inseparable, referencialidad autobiográfica, poesía como vía de la figuración poética del yo reflexivo convertido en imágenes como si la poesía surgiera como necesidad de sacar aquello que bulle dentro de ella como dolor o exaltación.
El Yo poético-reflexivo de Salomé Ureña de Henríquez; el Yo patriótico, el de la esposa solitaria o mujer enamorada; el de madre, el de educadora: voces que se manifiestan y expanden en la poesía de Salome. Su poesía no solo apela a la razón, como positivista que fue, sino a los sentidos y al corazón porque surge de un estado general del espíritu y de la situación de una época que concita, conmueve y provoca.
La poeta expuso los sentimientos de su tiempo, el apremio de libertad y la necesidad de la mujer de expresarse y prepararse para los cambios sociales de las sociedades nacientes. Su poesía refleja las peculiaridades de la época que la vio nacer, las de su nación y de su vida.