La “razón poética” en Miguel Solano: la ficción creadora del narrador soldeño
ejemplar poeta del novelar.
“Entre mis manos tengo el tiempo,
evoluciona hacia la nada,
muere en el todo”.
(Miguel Solano)
Poética de la novelación
En el encuentro literario con los escritores interioristas del Ateneo Insular, celebrado en el Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en La Torre, el 26 de noviembre de 2016, previo a la presentación de mi ponencia sobre la narrativa de Ofelia Berrido, dije el comentario siguiente cuya transcripción presento con la reacción que produjo: “Si nos remontamos a la antigua literatura griega, para los griegos solo había poesía, y todo lo que se escribía era poesía, con una clasificación: poesía lírica, poesía épica, poesía dramática, tres vertientes de la poesía (lírica, épica y dramática). De la poesía lírica nació lo que conocemos como poesía; de la poesía épica, lo que llamamos novela; y de la poesía dramática, lo que es el teatro. La palabra “teatro” significa representación porque la poesía dramática se escribía para representarse en un escenario (que en griego se llama teatro), y hoy nosotros le llamamos teatro a la obra dramática. En la antigua Grecia había un solo género literario, ya que todo lo que se escribía era poesía porque ellos tenían la concepción de que, que al hacer uso de la palabra con un propósito estético, se estaba creando, y a la creación le llamaban poyesis, vocablo que alude a la poesía. Por esa razón, el enojo de Manuel Salvador Gautier por la preferencia que aquí damos a la poesía no solo va contra el espíritu griego sino que no se justifica, de tal manera que si él se dedicara a estudiar la literatura griega comprenderá que tengo razón cuando insisto en que él es poeta en su obra narrativa. En su novelística él aplica recursos narrativos para plasmar su creación, pues cuando escribe está contando una historia ficticia, pero lo que escribe es una creación, no una reproducción como la del periodista que reproduce un hecho y lo cuenta como ocurrió; cuando el periodista describe un hecho, escribe lo que ve, y lo mismo el historiador, que cuando cuenta lo que aconteció en el pasado describe lo que ocurrió; de hecho, los primeros novelistas que nacieron en la cultura occidental fueron un desprendimiento de la historia porque antes de que apareciera la novela lo que se escribía era historia. ¿Cuándo nació la novela? Cuando hubo un historiador que comenzó a fabular, a inventar, añadiendo algo a lo que ocurrió, y ese “añadido” era una adición de lo que se creía que podía ser, y ese agregado es lo que se llama ficción. La novela nació como un desprendimiento de la historia; las primeras novelas nacieron en Grecia y fueron autores que dieron el salto de la historia a la ficción pero siguiendo el patrón primordial de la creación poética.
-Manuel Salvador Gautier: ¿Qué es entonces La Ilíada?
-BRC: Una novela en el formato de poesía.
-Manuel Salvador Gautier: Pero es tratada como poesía lírica.
-BRC: No, Gautier. Es tratada como poesía épica escrita en verso. En el concepto griego era una poesía épica, y la poesía épica es la madre de la novela. La Ilíada y la Odisea se pueden valorar como novelas; de hecho, el cinemascope sobre esos dos textos son la filmación de una historia novelada con sentido poético. Entonces, espero que Manuel Salvador Gautier acepte el concepto de poesía como expresión creadora.
-Manuel Salvador Gautier: No quiero seguir discutiendo y acepto tu aclaración.
-Miguel Solano: Maestro, usted no se imagina el insulto que me dio Gautier en Italia cuando yo le llamé poeta. Estábamos en el Centro Científico de Firenze, y antes de presentar la novela Al fin del mundo me iré, digo que conmigo están el poeta Avelino Stanley y el poeta Manuel Salvador Gautier, y Doy expresó: -¡Yo no soy poeta, yo soy narrador, usted no me puede a mí llamar poeta, eso es descalificarme!
–BRC: Estoy seguro de que ya él no protestaría si de nuevo le llamas poeta.
–Manuel Salvador Gautier: Admito y entiendo el concepto de poeta como se establece en Grecia, según la explicación que has dado”.
Hasta ahí el preámbulo del citado encuentro interiorista, que uso como introducción al presente estudio sobre la narrativa de Miguel Solano para explicar el concepto poético que subyace en la creación de cualquier género literario.
Pues bien, tanto la palabra como el concepto implicados en el vocablo “poética” aluden a los principios estéticos que aplican un autor o un movimiento literario en una obra de poesía, ficción, teatro y ensayo.
Además de una poética de la poesía, existe una poética narrativa o una poética de la novela, el drama, la crítica y el ensayo, sin caer en contradicción de términos o conceptos, ya que “poética” o “poesía” implica lo relativo a la creación literaria, que obviamente se trata de una creación hecha con palabras, que es una creación diferente de cualquier otra creación de la realidad real y, en tal virtud, forma parte de la realidad estética y la dimensión metafísica del lenguaje.
Los antiguos griegos usaban el vocablo poiesis para referirse al acto de creación verbal en cualquier producción formalizada con palabras. De poiesis nació el término “poesía” en nuestra lengua, que a su vez fue tomada de la lengua latina, que se inspiró en el concepto poético de la lengua y la literatura de los helenos.
Para la antigua cultura griega la poesía comprende el arte de la creación literaria. Y todo lo que se hablaba, componía o escribía con un propósito ficticio, artístico o estético era poesía. Por tanto, la creación centrada en la expresión de sentimientos entrañables se llamaba poesía lírica; la creación centrada en la expresión de conflictos interiores se denominaba poesía dramática; y la creación que canalizaba el lenguaje de las emociones colectivas era poesía épica. Como cada una de esas variantes poéticas tiene rasgos peculiares, se idearon los géneros literarios, y así nacieron las diferentes modalidades de la creación poética: de la poesía lírica, surgió el poema; de la poesía dramática, el teatro; y de la poesía épica, la novela. Los susodichos géneros (poema, drama y novela) constituyen una creación poética en el sentido primordial, etimológico y esencial de poiesis, “poesía” o creación.
La obra narrativa de Miguel Solano, Emilia Pereyra, Rafael Peralta Romero, Ofelia Berrido, Ángela Hernández y Manuel Salvador Gautier, prestigiosos integrantes del grupo Mester de narradores, de la Academia Dominicana de la Lengua, entraña una poesía narrativa o una poética del novelar, cuyos rasgos creativos he desentrañado en los citados cultores de la palabra.
En esta ponencia sobre Miguel Solano me voy a referir a la poética del novelar del escritor soldeño, que es nuestro apreciado académico de la lengua y creador interiorista.
El poeta-narrador que vino al mundo con el nombre de Miguel Emilio Solano Rodríguez (1) es un singular cultor de la poesía narrativa. Nacido en las inmediaciones de Miches, amamantado en Sabana Grande de Boyá y criado en San Miguel de Hato Mayor, se curtió en la escuela de la vida y se formó en la ciencia de la economía, y, en las alforjas de su imaginación, nutrido en las vivencias de sus andaduras, tiene el material para la creación de su ficción poética.
Con la magia del creador que ausculta la dimensión inédita de fenómenos y hechos, enfocados desde la vertiente prístina de lo viviente, Solano emprende la escritura con el aliento de la “razón poética” de quien se enfrenta por primera vez ante la fluencia natural de lo viviente desde el acontecer de cosas y ocurrencias.
En su condición de usuario del lenguaje y creador de obras de poesía y ficción, Solano cultiva la poética de la narración con la emoción del niño que habita en su interior y la madurez del adulto que fabula bajo el cauce de una creación narrativa en busca de la faceta entrañable del discurrir natural, antropológico y cultural de sus criaturas imaginarias. En tal virtud, nuestro narrador aborda la conexión entre el hombre y la naturaleza, como buen poeta naturalista; entre el hombre y la realidad local, como buen autor criollista; entre la imaginación y la realidad, como buen creador mágico-realista; y entre la conciencia y la realidad, como buen creador interiorista, facetas que revelan el fuero de una poética narrativa fraguada con la estética de cuatro movimientos literarios conjugados armoniosamente.
Los narradores, dramaturgos y poetas hallan en el centro de sus apelaciones entrañables, en el fluir de lo viviente y en el acontecer del mundo la veta temática para sus novelas, dramas y poemas. Miguel Solano, que vino a la vida dotado del instinto poético del fabulador, escribe lo que fragua su imaginación en conexión con el inconsciente conectado a la realidad socio-natural, dando rienda suelta a su porosa sensibilidad, empática y fecunda, que mantiene en armonía con el fluir de lo viviente y el acontecer del mundo, y de cuanto percibe, disfruta y experimenta, infiere una anécdota, un cuento, un poema o una historieta.
La realidad antropológica y sociocultural, como la realidad natural, es infinita en la generación de temas y motivos para la fabulación, siendo el poder de la inteligencia creativa uno de los rasgos peculiares de la personalidad metafísica de Miguel Solano. Como centro de sus apelaciones entrañables y cauce de su vocación creadora, Solano tiene una poderosa razón poética para escribir, que se caracteriza por: 1. Un “cifrado operativo”, en cuya virtud descubre el rasgo de un hecho con valor y sentido para un poema, un drama o una novela. 2. Una “intuición estética” en cuya virtud capta el perfil novedoso de los datos sensoriales y suprasensibles de fenómenos y cosas. 3. Una “chispa alumbradora” o imaginación simbólica en cuya virtud percibe el valor creativo de hechos, fenómenos y cosas.
Matices poéticos de la narrativa soldeña
En un memorable encuentro literario celebrado con los escritores interioristas del Ateneo Insular en Casa de Campo de La Romana en el 2004, el narrador y poeta Miguel Solano leyó un cuento de su autoría, y al término de su lectura le sugerí, a partir de su narración, que escribiera cuentos breves porque en su composición de textos cortos aprecié un singular talento con los atributos para crear, con belleza y sentido metafísico, ese tipo de creación, de la cual transcribo el siguiente fragmento a modo de ilustración:
“El corazón del Mar se golpeó con el muro que el hombre erróneamente había colocado. En la espalda de su alma retrocedió el camino, dejando la luz de las estrellas sin huellas. El Mar quiso cantar, pero sólo le salió la sinfonía brutal del calentado viento. Pensó regresar, pero ya no existía en la memoria de su puente. Todo cuanto sintió en su piel fue la náusea de un extraño vuelo. El Mar se quedó inmóvil, pero su sombra siguió caminando”.
Al leer ese pasaje narrativo escrito por Miguel Solano, escribí este comentario: “En el siguiente encuentro literario mensual del Ateneo Insular con escritores del Interiorismo, que se efectuó en Moca, Miguel Solano me dijo que, tal como le había sugerido, ya había escrito un libro de cuentos breves, lo que me sorprendió por la presteza con que nuestro narrador realizó mi recomendación, lo que evidenciaba una notable facilidad para articular hechos y temas en elocuentes trazos narrativos con la gracia de su imaginación, vivaz y sugerente, para redactar una composición literaria con la aplicación de las normas de la escritura y el arte de la narración, sin obviar el dictado de su intuición, la pauta interiorista y la huella de su inspiración en una obra con sentido estético, metafísico y simbólico”.
El resultado fue un nuevo libro que nuestro entusiasta escritor soldeño tituló Ópera del cernícalo, donde figura el siguiente prólogo de mi autoría y que cito: “Miguel Solano emerge al mundo de las letras con la carta credencial de unos cuentos breves que revelan las dotes de un diestro narrador, original y auténtico. Con lenguaje preciso y pertinentes recursos narrativos, este nuevo valor de las letras dominicanas acude a la creación literaria prevalido de la estética interiorista y, con su talento creador y su sensibilidad estética, dispone de una actitud vitalista y radiante para la recreación de una narrativa estética, metafísica y simbólica. Nuestro narrador asume, de las manifestaciones que vertebran el discurrir social en un ambiente específico, los efectos que generan en el interior del sujeto el impacto de fenómenos, criaturas y cosas, una forma de canalizar la interiorización de lo real en la sensibilidad y la conciencia. En el desdoblamiento que el narrador despliega ante fenómenos y acontecimientos, humaniza el fluir de lo viviente, revelando la faceta novedosa y atractiva de los sucesos y fenómenos singulares. El mundo narrativo de Miguel Solano, los temas y motivos que toma de la sustancia de la realidad real, metafísica y estética para nutrir sus intuiciones y vivencias, así como el arte de narrar de este narrador dominicano revelan a un escritor con una sensibilidad abierta, profunda y caudalosa, dispuesta para captar y reflejar la dimensión peculiar de lo viviente con la connotación estética, simbólica y espiritual de fenómenos y cosas.
“La fuerza sensorial de lo existente, que excita la creatividad de este narrador, da vida a cuanto asume y describe en cuyo lenguaje enfoca su presencia significativa, y con esa sorprendente manera de reflejar el sentido de lo existente, el narrador ausculta el alma de fenómenos y cosas. En esos esbozos de cuentos, Solano capta el fluir de la vida, pone a gemir los elementos y alienta una razón poética, íntima y sutil de cuanto existe, viendo en la vitalidad del Universo la fuerza esencial del Cosmos, lo que es una singular manera traslaticia y simbólica de coexistir con el aliento espiritual de lo viviente. Con una imaginación fecunda y luminosa, Solano juega con la luz y la sombra, las texturas y las apareriencias y, sobre todo, con el aliento subyacente que sus palabras captan, recrean y tamizan en imágenes y símbolos del acontecer del mundo. El autor de estas creaciones narrativas, verdaderos fragmentos del mundo como cifra vital de lo existente, pone su atención al movimiento de la materia, que Aristóteles centraba en el fluir del tiempo, motor de lo viviente y de las preocupaciones filosóficas y literarias de este acucioso narrador que hace del sentido la sustancia de su narración, vértice y canal de su talento narrativo.
“La clave para entender y valorar la narrativa de Miguel Solano, que da cuenta de su aliento creador, es la comprensión del impacto del reflejo -la sombra, el pasado, el retorno- que desde su fuero sensorial y entrañable capta y revela su dimensión suprasensorial, razón y destino de una fecunda intuición, como la suya, que testimonia lo que estremece su conciencia” (2).
Así pues, la “razón poética” de un creador de ficciones es y ha sido siempre, como se manifiesta en Miguel Solano, el factor determinante para que surja un escritor con garra en el ámbito de la fabulación. Esa “razón poética” es el aliento germinal de la poesía, que en la creación literaria de Miguel Solano presentan los siguientes atributos:
1. Enfoque de la vertiente narrativa de un hecho con valor simbólico: “Todo cuanto nos quedaba era esperar el mensaje del Sol y su nuevo día. Y mi papá era como el Sol, nada perturbaba su salida. En el tercer día, allí estaba montado en su Bermejo, listo para patrullar su imperio, pero los Ozunas eran expertos en enterarse y regresó a nuestra casa acompañado de la Luna. Esa misma noche, cumpliendo con el plazo bíblico, siendo como la una de la mañana, tocaron la puerta de la casa. Mi papá supo que eran ellos, y que si venían en pos de venganza la hora era buena. Para no darle a Dios la indicación de que iniciaba un pleito, tomó el machete y lo puso al lado de la puerta; si lo usaba era en su defensa, acto que no ofendía a nadie, ni siquiera al Cielo” (3).
2. Percepción de los datos sensoriales que atizan la sensibilidad estética: “Llorando por la muerte de la voz del tiempo, llorando por la muerte de sus lágrimas, de esas lágrimas que se negaron a seguir viviendo entre sus ojos, el frío de la casa salió a la calle y la golpeó. La golpeó como la lluvia a la tierra cuando descarga el peso de lo insoportable. La Luna con sus luces tristes, casi al borde de la muerte, quiso alumbrarlo, pero el frío reclamó su derecho a la oscuridad y se ocultó bajo la sombra. como salido del cañaveral que crece para esperar el fuego, el frío volvió y estremeció la cama, penetró bajo su sábana, besó su piel” (4).
3. Creación de verdades poéticas intuidas por la inteligencia narrativa: “El tiempo solo se humilla ante Dios, fue lo único en que se me ocurrió pensar mientras observaba la oscuridad del charco al que debía saltar. Estaba a unos sesenta pies de altura, montado en un árbol conocido como jabilla. Era posible descender de la misma forma en que había ascendido, cruzando a través de otro árbol. Pero no era honorable. Y cuando los hombres crecen entendiendo que la vida debe vivirse en forma honorable, siempre sacrifican lo posible frente a lo honorable. El viento soplaba haciéndome tambalear en aquel árbol que, según la antigua leyenda, crece con espinas para que nadie lo trepe. Para que nadie de él se rasque. En tanto, conversaba con la muerte para ver si mi tiempo había llegado” (5).
4. Ponderación de la peculiaridad de las cosas bajo el fluir de lo viviente: “Acepto”, fue la palabra que con firmeza, alegría y orgullo en su corazón, pronunció Julio Medina cuando el juez le preguntó que si aceptaba a María Elena Pérez como su esposa. Y tenía razón. Esa noche se llevó la perla más preciada del pueblo. María Elena no solo tenía un cuerpo con el que a cualquier súper mujer le era difícil competir, sino que su inteligencia la había convertido en la ganadora de todos los galardones en su universidad. Sus ojos verdes, sin explicación, cargaban una luz que hacía estremecer las fibras sanguíneas de cualquier hombre” (6).
5. Formalización de los hechos que inspiran a la imaginación creadora: “Al mirar a la doctora sintió el extraño deseo de brincar sobre ella, despojarla de cuanto tenía y complacer sus sentimiento, apetitos o deseos; como complemento a su estado emocional, en el patio de la clínica se escuchó el “ven a peliar” de los gallos. Entonces reflexionó “es diabólico este virus, me quita toda la energía, destruye la fortaleza de mis músculos; y, sin embargo, me invita a ejercer la violencia”. “Quizás”, continuó caminando en su memoria, “la muerte acaba de reconocer que no podrá apoderarse de mi vida y en tal circunstancia me quiere obligar a que la deposite en otro cuerpo. ¿Debo estar cerca de sanarme? Miró al universo a través de la ventana del consultorio y entonces empezó a reír, a carcajada, a plena felicidad; sonrió como a quien le han regalado el don de la felicidad eterna: la locura” (7).
Las cascadas intuitivas de una imaginación poética
El narrador no debe dar explicaciones sobre los hechos que ocurren, sino ilustrar con un suceso preciso lo que la realidad genera y la inteligencia capta. Igualmente hay que decir que los narradores y poetas no deben teorizar en su poetizar lírico o narrativo, sino canalizar sus intuiciones y vivencias.
Un ejemplo apropiado lo brinda Solano cuando desliza, en un singular pasaje narrativo, un planteamiento conceptual en torno al alma: “Los idealistas dicen que el alma es invisible, inmedible, intocable, eterna. Los materialistas sostienen que la materia no se destruye, solo se transforma; y que en su forma de expresión más alta, el quantum, es invisible, inmedible, intocable y eterna. Ve, son las mismas cosas, pero los estúpidos discuten diciendo que tienen contradicciones” (8).
De la pluma de Miguel Solano fluyen el humor y la jocosidad, que se enciman a la azotea de su imaginación para fluir como cascadas que se desprenden de un gajo de la montaña. La emanación de júbilo y candor, propia de un ser feliz como Miguel Solano, que curcutea en los meandros de la realidad y desflora los entramados de su poetizar, hacen de la descripción del ambiente y la narración de los hechos, una sustancia hilarante a la luz de las eventualidades que concibe su magín y plasman sus personajes como algo concurrente en el fuero de los hechos:
“¿No crees que los problemas de conducta de Adán y Eva se deban a que no tuvieron madre?
-¿Tú crees que ésa es una pregunta apropiada para alguien que acaba de tener un orgasmo?
-Estoy tratando de entender tu conducta.
-¿Y qué tengo yo que ver con Adán y Eva?
-Eres su descendiente.
-Eso es correcto en la historia bíblica, y porque los evolucionistas no han sido capaces de cambiarle el nombre a los originadores, en la historia de ellos también eso es correcto.
-¿Por qué Dios creó al humano? Elena no respondió sino que, mirándolo, con la mano derecha se movió el rubio cabello hacia su espalda, y esperó la respuesta como se espera un beso.
-Para su propio placer.
-¿Qué significa eso?
-Que Dios un día, sin nada que hacer y un poco aburrido, tomó una de sus células y clonó una figura parecida a él, solo que para asegurarse de que su poder no entraría en peligro, a su clon le introdujo el virus de la muerte. Y así somos, hechos a su imagen y semejanza, pero con nuestro destino limitado en el tiempo.
-Y en el libro de la vida -dijo Elena con una angelical sonrisa-, tenemos asignado el deporte que Dios quiere que juguemos para él, para su propio placer” (9).
La narración, el poema y el drama constituyen un cauce adecuado para la expresión de una visión poética, metafísica y simbólica de lo viviente. Mediante el surco de la imaginación, el dato de la intuición y el lenguaje de la fabulación, Miguel Solano proyecta las manifestaciones sensibles de la realidad natural y la irradiación suprasensible de la realidad metafísica, haciendo de la dimensión estética y simbólica el ánfora de una veta poético-narrativa:
“Piensas que puedes limpiar tu conciencia
Piensas que puedes matar los recuerdos
Pero todo cuanto haces
es pintar tu memoria
y con el tiempo la pintura se borra
y los recuerdos regresan
Entonces tenemos que bebérnoslos
en nuestros sueños” (10).
La formación profesional de Miguel Solano asoma en algunos pasajes de su ficción con el olfato intuitivo de quien sabe apreciar la falacia de ciertos discursos populistas aparentemente genuinos y veraces. La agudeza de su percepción pone en evidencia la verdad que subyace en la realidad socio-cultural:
“La violencia es un desafío humano, puramente humano. No parece tener relación con el régimen político social. No podemos afirmar que la genera la riqueza porque entonces Luxemburgo, Bélgica, Dinamarca, Suecia serían los países más violentos del mundo. No podemos afirmar que la produce la pobreza porque entonces La India, Camboya, Haití y Bolivia serían los países más violentos del mundo. Dos cosas sí son claras: La violencia es mayor en aquellas sociedades en donde la corrupción política y la falta de institucionalidad consumen legitimidad” (11).
La ironía y el humor, como una faceta inherente al imaginario narratológico del escritor interiorista, forman parte de su naturaleza estética:
“Lo que acabas de decirme me recuerda un hecho que ocurrió cuando yo estaba en la primaria. La profesora estaba dando clase de ciencias naturales e hizo una gran comparación entre el humano y el animal, entonces preguntó: “¿Quién es más inteligente la gente o los animales?”. “Los animales”, respondió una niña que debía andar por los cinco años. Todos sonreímos y la miramos como el ser más bruto de la tierra. La profesora, incómoda, le recrimina: “¿Cómo tú dices que los animales?, ¿por qué dices eso?” La niña, en la forma más natural del mundo respondió: “Porque cuando yo le hablo a mi perro él me entiende, y cuando él me habla a mí yo no lo entiendo”. Todos sonreímos de nuevo, pero ahora miramos a la niña como el ser más inteligente de este planeta de polvo y olvido” (12).
Metafísica simbólica de la narración
Al sentir la conexión de su conciencia personal con la conciencia cósmica, Miguel Solano pondera el inconsciente conectado, una manera original de aludir a lo que Carl Jung llamaba el “inconsciente colectivo”, que nuestro autor percibe con la frescura del niño y el raciocino del adulto cuando se sumerge en la dimensión de la realidad natural, social y metafísica de lo viviente:
“Y después de la batalla, conectado a la conciencia simultánea del macrocosmos y el microcosmos, Enriquillo se quedó allí mirando a la mar caminar en su espontánea persistencia” (13).
La conexión que Solano establece con la energía cósmica, desde “el inconsciente conectado”, le aporta la sustancia para articular lo que escribe. Esa conexión espiritual explica el fluir de fenómenos metafísicos en la conciencia humana, algunos de cuyos efluvios suprasensibles nuestro narrador testimonia con la fervorosa convicción de su vínculo con la esencia cósmica:
“Al cerrar sus ojos podía ver cómo, frente a él, sin la existencia de un espejo, aparecía claramente su figura, su propia figura. En ese estado de meditación, ya se había familiarizado con la naturaleza de lo que no podía evitar: la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Y al verse se preguntaba si aquella imagen, tan perfecta, no era una falsa percepción de la verdadera naturaleza de su alma” (14).
El poeta-narrador concibe una imagen y la asocia a los hechos que sus palabras describen. Solano percibe una anécdota o un suceso, y de inmediato busca el empalme que la encarna y la forma que la vivifica. La clave para entender la poética de Miguel Solano es meterse en su mundo narrativo para sintonizar la onda de su fuero imaginario.
Una obra literaria refleja y proyecta la sensibilidad, la intuición y la visión de su autor y, en tal virtud suele ser un espejo de su conciencia, un cauce de su talante y un canal de sus apelaciones entrañables. Esa máxima de la creación literaria la confirman las obras de Miguel Solano, cuyos textos literarios son índice y cauce de su inteligencia intuitiva y su sensibilidad empática.
Nuestro creador, para articular su obra, concilia tres cualidades importantes:
1. Un aporte visionario, desde la intuición de su conciencia y el fuero de su sensibilidad, afín al protocolo de la creación y la naturaleza humana: “Adán tenía sus ojos puestos en la Biblia vista. Caminó hacia el parque que mira al sur y sintió cómo su rostro era golpeado por una brisa que el mar enfría y calienta a su antojo. Allí, entre cantos de pájaros expulsados de la selva, pasa sus días el alma que gobierna su cuerpo. Bajo la soleada sombra de los árboles camina diariamente dos horas, entre pasos, sol y lluvia transitan por su cuerpo los alimentos del medio día. Como gendarme de los frutos, allí reconcilia sus pensamientos con la naturaleza una mujer que los normales le atribuyen desconexión con el mundo comercial. Ya noviembre de 2004 había sufrido en el corazón la puñalada del tiempo que lo enterraría, fue cuando, se encontró con Eva” (15).
2. Un fundamento conceptual desde una cosmovisión cifrada en un sentido trascendente y simbólico expresado con el encanto del sentido: “Con satisfacer mis necesidades materiales, ya lo dije, nunca tuve ningún inconveniente; son tan pocas y tan fáciles de complacer que aterra saberlo. Pero al tratar de satisfacer, con bienes materiales, las necesidades espirituales de mi alma, la hice insaciable, expandí su infinito vacío e incrementé, enormemente, su apetito por el dolor” (16).
3. Una orientación intelectual, espiritual y estética que ilumine la conciencia, provoque la emoción estética y atice la fruición espiritual con la certeza de la verdad y el encanto de la belleza sutil: “Yo puedo ver el cielo azul en tu corazón/Puedo caminar sobre la luz de la Luna/leyendo tus pensamientos/ puedo abrir las puertas de tus otras vidas/ Yo puedo amar tus manipulaciones/ y no puedo hacerte entender mis caminos” (17).
La obra literaria de Miguel Solano, centrada en la poética de la ficción, al tiempo que refleja la huella de nuestros grandes narradores, proyecta la impronta de su talante narrativo. En virtud de su sensibilidad empática, Miguel Solano establece una conexión con los elementos de la Creación en todo lo que vive, escribe y hace. Tiene una conciencia conectada al fluir de lo viviente en sintonía con fenómenos, cosas y ocurrencias. Y hace de la palabra el cauce de sus vivencias entrañables y la fuente de sus ficciosas invenciones.
Los rasgos de la poética narrativa de Miguel Solano tienen estos atributos:
1. Arraigo en intuiciones y vivencias inspiradas en hechos, acontecimientos y fenómenos de la realidad histórica, natural, sociocultural.
2. Uso de los datos locales, el lenguaje criollo y tipos populares que fluyen en sus cuentos, relatos y novelas con el aliento de las estéticas de su predilección: Naturalismo, Criollismo, Realismo Mágico y el Interiorismo.
3. Compenetración sensorial, imaginativa, intelectual, afectiva y espiritual con la naturaleza de hechos, fenómenos y cosas que despliega en la fragua de su ficción narrativa.
4. Formalización del lenguaje de su creación ficticia con el protocolo de la fabulación, dando vida y verismo a historietas, leyendas y mitos.
5. Vivificación fabuladora de la realidad natural, la realidad estética y la realidad metafísica haciendo del arte de la creación verbal la concha de sus creaciones literarias y el cauce de sus apelaciones intelectuales, estéticas y espirituales.
Nuestro narrador tiene una visión filosófica del tiempo como responsable del acontecer de lo viviente y del fluir de la vida hacia la muerte: “El tiempo sintió que las venas le sangraban como olas desde el fondo de su corazón. Intentó detener el avance de sus propias horas, pero el retroceso de las agujas era un acto de brutalidad física; quiso ser hijo de otros padres, tener hermanos, pero el semen de la creación ya había embarazado el huevo de su espacio. De nada le sirvió ir al puente y tirar su conciencia al río. Debía responder; y lo hizo: -Yo avanzo para que otros sepan que están retrocediendo” (18).
En sus textos se puede apreciar la concepción metafísica de Miguel Solano, con el sello de su inteligencia intuitiva: “Estás como el universo/dándole vueltas al infinito/Saber que al llegar al final/habrás llegado al principio” (19).
El productor de esta visión metafísica del mundo, al canalizar su “razón poética”, va más allá de la apariencia sensible y ausculta, con la lupa de su intuición estética, lo que concita su sensibilidad profunda:
“El Viento del Este se interrogó. -¿Cómo aprendemos a amar la soledad?
Lo hacemos manteniendo nuestra conexión con el origen, con esa infinita fuerza vibratoria que contiene el Quantum. Quiero que sepan -les dijo para recordarles su importancia-, que sin ustedes no habrá soledad; y el dolor por haber perdido la soledad, el dolor que la gente sufrirá porque no supo cómo amar la soledad, será más grande, infinitamente más difícil que desterrar el dolor por la falta del pan. El Viento del Este se afeitó la barba y la esparció como fruto de la montaña, como lluvia del valle. Soltó su bastón de filósofo, lo entregó como alimento al fuego y antes de ocupar la cama del mar, proclamó su última sentencia: -La gente ha hablado mucho de la soledad, ahora quiero que le hablemos a la soledad” (20).
Forjador de una cosmogénesis literaria, nuestro agraciado narrador experimenta la necesidad de concebir una teoría del Universo, del que se siente vocero y amanuense para revelar lo que sus experiencias visionarias otean del pasado integrado al futuro, clave del discurrir de lo viviente: “Dios, que ignoraba su origen, estaba viviendo en el momento cero del surgimiento del Universo, en el llamado estado de “singularidad”. Como químico, ¡lo único que podía hacer!, trabajaba aceleradamente en la creación de la luz. Situado sobre campos gravitatorios fortísimos, como lo que había encontrado en los agujeros negros, intentaba dividir una fuerza única en cuatro: Quería el aire, el agua, el fuego y la tierra, pero las cosas no resultaban. Se tomó un descanso y se fue a dar un paseo por el espacio: todo cuanto encontró fue vacío. Entendió entonces que no tenía nada que cuidar y regresó con la clara idea de provocar el Big Bang o Gran Explosión. Concentró la materia del Universo en una zona extraordinariamente pequeña del espacio, la agrupó desordenadamente y empezó a agitarla, agitarla, agitarla hasta hacerla explotar; y explotó en forma tan extraordinaria que la materia salió impulsada en todas direcciones, ni siquiera el mismo Dios sabe cómo pudo salvarse, pero cuando recobró el sentido vio que la materia se había agrupado proyectando luz, habían nacido las primeras estrellas y las primeras galaxias: “¿Hice la luz?”, se preguntó emocionado mientras daba los primeros pasos del merengue. Ahora ya podía trabajar con toda paciencia, tenía luz y cuando se cansaba de provocar evoluciones hacia estados de velocidad superiores, podía tomarse un viaje hacia otra estrella y empezar allá a hacer lo mismo, pudiendo comprobar en cada una de ellas cuál evoluciona más rápido y mejor” (21).
Algunas de las reflexiones, medio en serio, medio en broma, de Miguel Solano recuerdan las de Jalil Gibrán, Rabindranath Tagore y Anthony de Mello, cuando canaliza, con el lenguaje de la paradoja, el sentido que trasciende:
“Puedo ver la luz de las estrellas en tus ojos
Puedo sentir el calor del Sol brotar de tu piel
Puedo amarte para no tenerte
Porque si te tengo
habré conseguido lo que quiero
y habré perdido lo que busco” (22).
Miguel Solano tiene una afinidad empática con lo viviente y una cordial sintonía con los duendes de la Creación, y con una actitud limpia, amorosa y espontánea, como la de los niños, los orates y los místicos, da cuenta del torrente imaginario que corcovea su sensibilidad y del secreto que atiza su poder de fabulación.
En fin, este agraciado cultor de la poética de la imaginación ha hecho de su intuición estética y su conciencia espiritual el ánfora de sus apelaciones entrañables y la veta de sus verdades trascendentes.
Notas:
11. Miguel Solano, La sagrada familia, p. 84.
12. Miguel Solano, La sagrada familia, p. 121.
13. Miguel Solano, La imaginación infantil, S. Domingo, AQI, 2006, p. 41.
14. Miguel Solano, Explorando la imaginación infantil, p. 43.
15. Miguel Solano, Sinfonía del águila, p. 55.
16. Miguel Solano, Sinfonía del águila, p. 22.
17. Miguel Solano, Desafío en la década del alma, p. 20.
18. Miguel Solano, Ópera del cernícalo, p. 38.
19. Miguel Solano, Ópera del cernícalo, p. 43.
20. Miguel Solano, Ópera del cernícalo, p. 56.
21. Miguel Solano, Sinfonía del águila, pp. 87-88.
22. Miguel Solano, Desafío en la década del alma, p. 24.