De cómo simplificar lo intrincado
Sobre el libro de cuentos de Miguel Solanof
¡Explorando! La Imaginación Infantil.
Por Manuel Salvador Gautier
Los cuentos que yo leía de niño, como “Caperucita roja”, “La bella durmiente” o “Los tres cerditos”, tenían como fin entretenerme para que me estuviera tranquilo por un rato mientras los mayores hacían sus tareas. Vistos desde mi adultez, son cuentos de contenido violento que tienen algún tipo de enseñanza para el niño, que debe cuidarse de que no le ocurra lo que pasa en ellos. En “Caperucita”, el lobo persigue a la niña y se come a la abuela, y el niño aprende que hay seres malos fuera de la casa a los que hay que evitar; en “Cenicienta”, el niño comprende que existen personas que hacen la maldad para su propio beneficio y hay que aprender a juzgarlas; en “Los tres cerditos”, el niño aprecia que cuando unimos esfuerzos podemos enfrentar cualquier cosa. Por supuesto, de que yo entendiera esas enseñanzas en aquel momento, queda en entredicho; creo más bien que estas pasaban a ser advertencias en mi subconsciente. Lo que sí confieso con toda sinceridad es que esos cuentos y otros parecidos me fascinaban. Había uno en particular que me atraía y, al mismo tiempo, me horrorizaba, de una niña que, cada vez que los hermanitos halaban de una mata de higo para arrancar uno, ella cantaba: “Hermanitos, hermanitos, no me jalen mis cabellos, que mi madre me ha enterrado por un higo que ha faltado». El horror venía por el castigo tan despiadado que le había impuesto la madre a la niña y la indiferencia de los hermanos hacia ella. Eran relaciones entre familiares que yo sufría en mi imaginación, puesto que en mi casa eso nunca ocurría entre mis padres, mis hermanos y yo. Eran las experiencias de otras personas que, para mí, no dejaban de ser estremecedoras. Es lo que hacen los libros. Nos apoderamos de su contenido, que se convierte en información para enriquecernos intelectualmente o, más intrigante, en una experiencia propia.
Esos cuentos eran escritos por sus autores con mucho detalle, la mayoría en continuidad tiempo-espacio y en tercera persona. Era el momento literario en que el autor daba toda la información al lector, que no tenía que adivinar qué ocurría en ellos, sino apropiarlos tal y como se lo relataban, para entonces hacer sus deducciones.
En ¡Explorando! La Imaginación Infantil, su autor, Miguel Solano, tiene una manera muy particular de publicar y escribir estos cuentos para niños. En la publicación del libro, Solano se ha esmerado en presentar una obra hermosísima, cuidadosamente diagramada, donde los cuentos están ilustrados con impactantes dibujos de colores. En su escritura, Solano los trabaja en la modalidad del cuento breve, algunos de una sola oración; redactados, en ciertos casos, con frases sencillas que proponen un significado fácil de entender, y en otros, con frases simbólicas o surrealistas que el lector tiene que interpretar para entenderlas, sea adulto o niño.
Esto último es el resultado del proceso creativo que comenzó a finales del siglo XIX, con el simbolismo de escritores como el poeta Stéphane Mallarmé (1842-1898), que el ensayista y poeta Paul Valery (1871-1945) definió con gran autoridad, indicando que, en la poesía, la forma debe de predominar sobre el sentido: “En este universo poético, tiene una importancia primordial la resonancia, que prevalece sobre la causalidad, y es imprescindible el efecto de la ʻformaʼ, como si estuviera reclamada por este…”, dijo Valery (2). Este proceso continuó a principios del siglo XX con el surrealismo del poeta André Bretón (1896-1966), quien llegó a proponer que se podían tomar frases al azar de cualquier periódico, juntarlas y, simplemente por su proximidad, convertirlas en una propuesta literaria, ya que supuestamente una influenciaba en la otra. Estos planteamientos simbolistas y surrealistas fueron adoptados universalmente por la mayoría de los poetas del siglo XX y principios del XXI. Eventualmente, también fueron tomados por los narradores, especialmente, los cuentistas, y son los que maneja Miguel Solano para escribir la mayoría de sus cuentos.
De acuerdo al título de la obra, su objetivo es estimular la mente infantil, y es obvio que Solano entiende que la manera de lograrlo, quizás la única, es obligar al niño, no a recibir historias elaboradas por su autor, sino presentadas para que tenga que apropiarlas, como estaría obligado a hacer para descifrar la mayoría de estas frases. En definitiva, Solano somete al niño a una experiencia que lo transformará en un intérprete de lo que lee y, como consecuencia, en un creador.
Sobre estos cuentos, la poeta Romina Bayo nos dice: “La primera vez que tuve en mis manos un borrador de este libro, me sorprendí ante el ingenio de Solano, pero a la vez, me invadieron algunas dudas. ¿Podrán los niños entender esto?
“Llevé esa copia a casa, y tentada por la curiosidad, fui a la casa de mis vecinos y me senté a leerlo rodeada de tres niños, Lucía, Agustín y Mateo.
“Sus padres y yo, comenzamos a leer los cuentos en voz alta, intentando dar forma a los dibujos que serían incluidos en el mismo. Y nada, ni una idea salía de mi cabeza. Fueron ellos, los niños, quienes, en respuesta a mi lectura, comenzaron a dibujar sueños en el aire…” (3).
La pregunta que yo me hago es si los niños, al leer u oír estos cuentos, descifran la historia de Solano o realmente hacen su propia historia, estimulados por una que otra frase que leen u oyen en cada cuento y los dibujos que los acompañan. Por supuesto, esto no lo sabremos nunca a menos que hagamos el mismo ejercicio que hizo Romina Bayo. Pero con dudas o sin dudas sobre la verdadera interpretación del cuento por los niños, lo cierto es que, al leerlos u oírlos, estos son estimulados a imaginar, a pensar por sí mismos, y eso, de por sí es lo que persigue Solano en esta obra y es su triunfo.
Tratemos ahora algunos aspectos puntuales sobre estos cuentos. Advierto que yo me comportaré como los niños, haciendo mi propia interpretación de estos, es decir, elaborando mis propios cuentos donde lo considere, ya que yo también quiero ser estimulado a imaginar.
Conviene aclarar que la apreciación de estos cuentos debe ser intuitiva. Tan pronto los sometemos al escrutinio de la lógica (como haré yo) , comienzan a aparecer significados inferidos que están más allá de su propio significado, como en el simbolismo, o frases incoherentes, contrasentidos y demás recursos del surrealismo, que hacen una tarea casi imposible encontrarles sentido. Sin embargo, tanto las obras simbolistas como las surrealistas lo tienen. No nos engañemos. Los simbolistas, y un tanto menos los surrealistas, no producían poesía o narrativa simplemente para juntar frases y encontrar belleza en esas aproximaciones. Esta era su meta principal, pero también incluían significados ocultos que el lector debía descubrir.
Este es el caso de Solano en muchos de sus cuentos. En cada uno de ellos hay un significado que en primera lectura puede escapársenos, envueltos en la estética de su narrativa.
Veamos uno, “Resistencia” (p. 13):
“Le ofreció la mitad de su millonaria fortuna, las tres cuartas partes si se tornaba exigente; quería corromperlo; pero el Miedo se negó a venderse, no le resultaba atractivo comerciar con su alma; prefirió seguir siendo pobre, pero fuerte”.
Este cuento se entiende intuitivamente. Es una historia escrita con cierta sencillez, donde alguien le ofrece una fortuna a otro para corromperlo y este se niega a aceptarla porque tiene miedo a perder su alma. Lo curioso es que se trata de un cuento como los tradicionales de “Caperucita” y demás, que con sus historias proponen lecciones en el comportamiento humano. Solo que los seres humanos que aparecen aquí no son fantásticos como el lobo antropomorfo de “Caperucita” o la maga de “La bella durmiente”. Una característica de todos los cuentos de Solano es que presentan situaciones humanas que demuestran lo que ocurre en la vida real. En este caso, se trata de una situación humana más común de lo que se quiere aceptar, que muchos hombres y mujeres han tenido que enfrentar y en la cual muchos han caído. Y es, como los cuentos tradicionales, una advertencia a todos, de que estas situaciones se dan y que hay personas que las rechazan por su propio bien, aunque se basen en el miedo para hacerlo.
Veamos un segundo cuento, “¿Edad?” (p. 33):
“Acudió a su memoria sin memoria. Sus recuerdos no los sacó de su decodificado cerebro, sino de los viejos apuntes que ya se habían hecho polvo y olvido”.
Aquí la intuición tambalea. Se juntan frases que puestas una al lado de otra se relacionan, aunque esto no sea tan evidente como en el cuento anterior. Sin embargo, en su primera leída, el lector entiende que en la contraposición de la “memoria sin memoria” donde no hay recuerdos y “los viejos apuntes que ya se habían hecho polvo y olvido” hay un planteamiento oculto que podría descifrase, y aquí entraría la imaginación del lector. Mi interpretación es que a pesar de que ya con el tiempo los humanos olvidamos muchas cosas importantes que nos ocurrieron, guardamos ocultos en nuestras memorias testimonios de estos hechos que podrían aparecer en cualquier momento. Es un planteamiento simbolista, que dramatiza el hecho de que mientras vivamos estamos sujetos a todo lo que hemos vivido, aunque no lo recordemos.
Veamos un tercer cuento (“Regreso”, p. 39):
“El corazón de la casa olía bien. El canto del gallo estaba en el horno nadando en vino. Ella vestía de sombras luciendo sus ojos de mar. El tiempo y el amor hicieron lo único que los dioses sospecharon: ¡Depositaron en sus cerebros las cenizas!”.
Aquí la intuición engaña. Tomando en cuenta el título del cuento, todo parece coincidir con el regreso feliz de alguien que ha abandonado la casa por un tiempo, hasta que encontramos la frase final que trastorna este parecer; dice: “El tiempo y el amor hicieron lo único que los dioses sospecharon: ¡Depositaron en sus cerebros las cenizas!”. Se trata de un contrasentido surrealista, puesto que “cenizas” además de su significado obvio, o sea, el producto de algo que se quema como la madera, tiene un significado simbólico: las consecuencias de los estragos que dejan las malas experiencias en los humanos, un significado que no es precisamente acogedor para alguien ausente. Esta frase se contrapone negativamente a la alegría de su regreso y crea una gran confusión que se debe aclarar para entender el cuento, o dejarla como está y conformarse con saber que el cuento trata sobre una anécdota que tiene algún tipo de significado.
Para narrar los cuentos que aparecen en ¡Explorando! La Imaginación Infantil, Solano adopta estos tres movimientos literarios, el tradicional con sus variaciones actuales, el simbólico y el surrealista. La pregunta sigue siendo: ¿Son cuentos para niños? Si aceptamos que, sin tener que entenderlos, estos estimulan la imaginación, debemos concluir que son aptos para cualquier edad. Esta es la manera más expedita que se nos presenta para simplificar lo intrincado. De esa manera nos enriquecemos con nuestras lecturas simbólicas y surrealistas, puesto que con estas no solo nos deleitamos con textos de gran calibre estético, sino que adquirimos conocimientos con los cuales, para alcanzarlos, desarrollamos nuestra imaginación. Solano sabe que esto es así y, con la adopción de este planteamiento, logra su cometido de explorar y estimular la imaginación infantil (y la adulta).
Con este libro, Miguel Solano nos presenta una de sus mejores obras narrativas.
Notas:
1. MiguelSolano. ¡Explorando! La Imaginación Infantil. Exploring childrenʼs imagination. Santo Domingo, Ediciones AQI, Editora Búho, 2006.
2. Sobre Paul Valery.
3. Romina Bayo. ¡Explorando! La Imaginación Infantil. Exploring childrenʼs imagination.“¿Lo entenderán?” Santo Domingo, Ediciones AQI, Editora Búho, 2006, p. 11.