Metafísica de la conciencia a la luz de la literatura
Por Sélvido Candelaria
Es indiscutible que Bruno Rosario Candelier vino al mundo con el don de la enseñanza bajo el brazo. Su talante de hombre comedido pero persuasivo, puede dar fe de ello; sin embargo, lo que confirma este postulado, a mi entender, es la huella escrita que, a través de sus libros, va dejando en su paso por la vida.
El gran maestro no es aquel que más conocimientos tiene, sino quien está en capacidad de transmitir con naturalidad y eficiencia lo que conoce, haciendo del proceso enseñanza-aprendizaje una acción de permeabilidad y absorción espontánea de parte del receptor y, por otro lado, algo de sublime disfrute por parte del transmisor. En las actividades que desarrolla el doctor Rosario Candelier, ambas cosas suceden con la mayor naturalidad. Y algo que se puede notar, siguiendo el rastro de sus obras (y que dice mucho de su grandeza), es la renovación constante de sus formas y métodos para adaptarse al cambiante mundo donde interactúa, sin adjurar de sus originales convicciones.
“La imaginación, atributo enalteciente del hombre, es el aliento fecundante de la creación, y en aquellos productos en los que se aprecia un claro arrebato de la imaginación hay un soplo fabulante y creador. La palabra imaginación, emparentada léxica y semánticamente con la latina machina (que conocemos en una expresión como Deus ex machina y que da origen a las palabras maquinar e imaginar) es un término de ilustre ascendencia en la historia literaria, juntamente con los vocablos afines fantasía, ficción, fabulación, en los que anida la idea de inventar, fabular, maquinar o imaginar y en las que, por modo artístico, hay una intervención de los extraordinarios poderes humanos: la facultad de crear una ‘segunda realidad’, la realidad imaginaria o ‘la otra realidad’, diferente de la realidad objetiva y externa –con la que se fusiona en el realismo maravilloso– y que a veces alcanza, en su máxima expresión creadora, el nivel fantástico de lo maravilloso con todas sus insospechadas connotaciones y resonancias” (1)
“La intuición es la fuente de toda creación y, de hecho, hay consideraciones básicas en torno a este concepto y también variadas interpretaciones. “Intuir” viene de intus, vocablo latino que significa ‘dentro’, y de iré, que en latín quiere decir ‘ir o entrar’. “Intuir” implica ‘ir dentro’, es decir, compenetrarse con la sustancia de una cosa para captar y entender su esencia y su sentido. De “intuir” formamos el sustantivo “intuición”, que es el acto de captar el sentido de fenómenos y cosas, tras el proceso de interiorización en su esencia. La intuición nos da un conocimiento de la faceta interna de las cosas, no un conocimiento de su manifestación visible, que captan los sentidos corporales. Penetra en lo que sensorialmente no se ve. Los datos sensoriales que percibimos con nuestros sentidos físicos, como la vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído, es la apariencia de las cosas, pero en todo lo existente hay una dimensión interna, profunda y esencial, que captan los sentidos metafísicos, por lo cual a esa dimensión interior llega los radares de la intuición”. (2)
Estos párrafos, con el sello inconfundible de su autor, parecen venir de la misma obra. No obstante, han sido escritos con más de 30 años de diferencia: el primero en la obra La imaginación Insular, publicada en 1984 y el segundo, Metafísica de la Conciencia, que hoy presentamos ante ustedes. En ambos podemos detectar la invariable esencia del escritor y su didáctica. Ahora bien, cuando nos adentramos a conocer ambas obras, encontramos que los recursos y las formas han variado, en la última, para lograr una adecuación a los tiempos y mantener vigencia de lo clásico.
En este nuevo libro que hoy se nos entrega, encontraremos los sesudos y pragmáticos planteamientos de su autor tal y como se presentaron en aquel de 1984 que conquistara el primer galardón nacional para su autor, en los Premios Siboney de Ensayos. No obstante, teniendo en cuenta la transformación de la sociedad en el lapso transcurrido entre ambas publicaciones, el Director de la Academia Dominicana de la Lengua, echa mano a recursos innovadores para plantear sus enseñanzas, como son las entrevistas, diálogos y correos electrónicos con el fin de introducir la interactividad como medio para remozar el canal transmisor.
En su nueva obra, el fundador del Ateneo Insular y el Movimiento Interiorista, viene a sumergirnos en un baño de interioridad profunda al hurgar en los recónditos espacios de la conciencia. Metafísica de la Conciencia es su título y en ella aborda este sensible tema, desde diferentes encuadres, pero enfocado siempre en su esencialidad respecto a la acción creadora.
Serían muchos los aspectos a resaltar en las 538 páginas y 34 apartados de este libro. Sin embargo tan someramente como me lo exige el espacio asignado en esta actividad, haré énfasis en “Metafísica de la conciencia a la luz de la Literatura”.
Indudablemente que pocos `preceptistas de la lengua española han hecho el énfasis del autor que comentamos, cuando se trata de establecer la importancia de la intuición en el proceso creador. El doctor Rosario Candelier se ha empeñado en desmenuzar este indispensable elemento en el proceso creativo, y lo aborda con fruición y hondura en el nuevo tratado que nos entrega.
“La intuición es el poder del intelecto para penetrar al interior de la cosa” (3) establece el reconocido profesor. Y partiendo de esta concepción es que el formulador del corpus teórico del Movimiento Interiorista, en el presente texto, se desgrana en explicaciones detalladas, estableciendo una línea clara de acción que puede servir de fundamento en la creatividad de bisoños y establecidos escritores.
“Mediante el cauce intuitivo de la sensibilidad podemos enfocar tres aspectos vinculados con la percepción de lo real:
1. El sujeto contemplador, que es el individuo que observa las cosas, enfoca la dimensión sensorial de lo existente.
2. El objeto de la contemplación, que es la realidad que se contempla, es la sustancia de lo contemplado.
3. La relación que se establece entre el sujeto contemplador y la realidad de lo contemplado, genera una fuente de imágenes y conceptos.
Es importante esa relación porque de ella va a depender la creación. Para esa relación es clave establecer un proceso de interiorización, ya que, para crear, debemos interiorizarnos con la realidad, es decir, procurar un entendimiento con la realidad mediante una especial vinculación con la sustancia de lo contemplado”. (4)
Con pautas como estas, el autor nos va señalando, capítulo por capítulo de su libro, los pasos a seguir para conseguir un buen posicionamiento ante la tentación y el reto que representan la famosa página en blanco. Esa página que aún en la realidad de su inexistencia mantiene en vilo al creador por el solo hecho de imaginarla. El solo hecho de sistematizar un procedimiento para arrancar con la producción de una obra literaria, es ya un enorme aporte al futuro creador que se debate entre el escozor de producirla y la duda de cómo hacerla.
En cada uno de los apartados que conforman esta obra, se plantea, se argumenta y se sostiene, lo indispensable que resulta la intuición en el proceso creador artístico, llegando al momento en que el autor la establece como un aspecto indispensable al producir una obra perdurable.
“Mediante un proceso contemplativo, el sujeto creador se abstrae del mundo circundante y se concentra en su vivencia para lograr la compenetración con lo viviente. Entraña ese proceso un estado de enamoramiento que debe experimentar con la realidad para que la misma realidad se entregue. El creador debe compenetrarse con la realidad que le inspira para lograr una compenetración plena y profunda con el hecho, el objeto o el fenómeno de contemplación, única manera de sentir, captar y expresar… Las obras genuinas que han triunfado, los textos literarios que han tenido éxito, han sido producto de las intuiciones y vivencias del creador” (5)
De aquí, nos atrevemos a decir que Metafísica de la Conciencia, es una obra de capital importancia, no sólo para quienes seguimos los propósitos de creación artística según los parámetros interioristas, sino para cualquier escritor que ande buscando una base sólida en el inicio de su carrera o en consolidarla. Ante el inconmensurable beneficio que este tratado sobre el proceso creativo nos puede brindar, solo habremos de inclinar reverencialmente la cabeza y decirle a su autor:
¡Gracias, profesor Rosario Candelier por este nuevo fruto de su intelecto que añade un nuevo galardón a su fecundidad humanística!