La conciencia a la luz de la neurología
Por José Silié Ruiz
El distinguido intelectual Lic. Bruno Rosario Candelier, hoy nos entrega su más reciente libro “Metafísica de la Conciencia”, la que muy honrosamente para mí, nos lo dedica. La enjundiosa obra, es concedida este atardecer a la “intelligentsia” dominicana, teniendo este servidor el muy alto honor de presentarla, junto a otros distinguidos pensadores. Se han necesitado más de 15,000 millones de años de evolución de la materia y la energía para lograr un órgano como el cerebro, con capacidades funcionales creativas tan complejas como son la interpretación de una fuga de Bach, la construcción de las pirámides, el techo de la Opera de Paris por Chagall, el Guernica de Picasso, el desarrollo de una ecuación sobre equivalencia entre materia y energía, por Einstein, Resonancias espectroscópicas, y la nanotecnología. Pero, entre todas sus capacidades neuronales, se destaca por encima de todo lo demás, lo más importante: la palabra, expresión de superioridad biológica y universal, a la que hoy hacemos homenaje, máxime a las “buenas’ palabras.
Creo que cometo ante ustedes un sacrilegio mayor, casi parecido al de los dioses del Olimpo, al aceptar presentar esta obra sobre metafísica, compendio que es de mucha envergadura y complejidad para éste neurólogo, que es un simple admirador de la poesía, y en puridad de verdad me siento caer en la “temeridad” de Faetón, el hijo de Helios (el Sol) y de Climena. Habiéndole dado su padre permiso y, más de 4,000 millones de años de evolución de la vida sobre el planeta Tierra para guiar el carro del sol durante un día, estuvo a punto, por su inexperiencia, de abrasar el universo. Pero todo el que escribe admira a los escritores, el que sólo habla, puede rectificar y hasta negar lo dicho; pero lo escrito, escrito está, ahí radica la razón, es por la admiración al consagrado y prolífico escritor, lo que me motiva a realizar este acto de “bravura” de atreverme a presentar esta obra.
El autor con más de una treintena de producciones intelectuales lo convierten en un referente muy importante de la intelectualidad nacional. Es un verdadero incitador intelectual e insuperable maestro, se me antoja reconocerlo en nuestro terruño como el Ortega y Gasset dominicano. Ha realizado una titánica faena de información y formación filosófica que nunca ha interrumpido, en notas, artículos, tertulias, talleres, conferencias, que por numerosas prefiero resumir sus resultados, son “trascendentes”.
Cuando el Lic. Bruno Rosario, muy gentilmente me pidió que presentara la obra, jamás me imaginé en la tarea que me embarcaba. “La Metafísica de la Conciencia”, obra de 537 páginas, es una obra en verdad “compleja” por el tema, pero escrita en un sencillo y correcto español. En su página inicial como dedicatoria él señala: “A José Silié Ruiz, Cultor de la conciencia que edifica”, este dedicatorio homenaje viniendo del Presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, lo aprecio en su amplia dimensión y lo agradezco desde el hondón de mi corazón. Si hacemos una definición simple de lo que es la metafísica, podemos decir que es la parte de la filosofía que enfoca el estudio del ser, la naturaleza y estructuras de la realidad. Desde la antigua Grecia se trataban estos temas, teniendo en Aristóteles uno de su más ilustre representante. Importante es, que en esa época constituía el saber más elevado al cual una persona podía pretender llegar, creo que aun con el paso de los siglos no ha variado mucho esa apreciación y sustento de que todavía hoy, se necesitan condiciones de lucidez mental superiores para manejar el tema. Se hacen necesarias tener esas emanaciones divinas a las que se refiere el autor en esta obra, es ese “todo” que entraña una perspectiva de conciencia para asumir la vida, la creación y el destino, eso tan especial que ofrece el aliento inspirador para hacer de “la palabra” el cauce metafísico, estético y simbólico en conexión con la llama de la Conciencia infinitiva.
Señala el prominente literato en la introducción de su obra: “De ahí que lo más importante con que cuenta la inteligencia humana es el poder intuitivo de esta facultad intelectiva que hace posible la existencia de la
conciencia. La intuición conforma, con la memoria, la imaginación, la estimativa y el sentido común, los sentidos interiores de la inteligencia humana, de los que depende nuestra capacidad de percepción, reflexión, expresión, valoración y creación. De hecho, el arte, la ciencia, la filosofía, la mística y la espiritualidad con todo lo que ha creado la humanidad a lo largo de la historia, se ha podido hacer por el poder de la intuición, que capta la vertiente profunda de fenómenos y cosas y, sobre todo, ayuda a captar y perfilar su valor y su sentido”. Creo que estos juicios son el “lato sensum” de este enjundioso tratado. Esta obra es una mezcla de: intelectualidad superior, sensorialidad, interiorismo, estética, espiritualidad, poética, misticismo, revelaciones, fruiciones espirituales, fulgores y por encima de todo de una gran sensibilidad humana.
Como la obra trata de la “conciencia”, el autor establece desde el principio la diferencia entre “consciencia” y “conciencia”, procedentes ambas de raíces latinas, se trata de dos vocablos afines. “Consciencia” significa –conocimiento-, mientras que “conciencia” alude al -órgano del conocimiento-. Por tanto puedo decir: “Tengo consciencia de que poseo conciencia”. En sus 34 capítulos los temas de: la intuición, el lenguaje, el Logos, la creación y la espiritualidad fueron mis preferidos. En sus más de 80 referencias el autor me honra citando cuatro de mis escritos.
El cerebro es el que nos da nuestra identidad, el que seamos quiénes somos y nos hace diferentes y únicos. Cada ser humano es particular, nadie tiene igual cerebro que el otro. Es un sistema cerrado en permanente actividad, capaz de construir imágenes del mundo exterior pero siempre en base a nuestras propias experiencias, eso es lo que nos hace particulares. Esa existencia propia es producto de siglos de evolución. Al nacer un niño no lo enseñamos a chupetear, esto viene en su código cerebral. Las neuronas y las sinapsis son tan eficientes que el cerebro utiliza solo 12 vatios de energía, donde la mayoría de esa energía consumida, es para mantener un adecuado campo eléctrico a través de las neuronas y los neurotransmisores, que mediante los axones generan señales químicas y eléctricas que duran una fracción de segundo. La conciencia como las emociones y el “yo”, son estados funcionales del cerebro. Las neuronas tienen oscilaciones, vibraciones que forman una especie de danza; dependiendo del sitio que se produzcan generan pensamientos, emociones y la conciencia. La simultaneidad de esta actividad neuronal es la base de la cognición.
En el capitulo “El lenguaje de la conciencia metafísica” dedicado a la distinguida intelectual y gran amiga Ofelia Berrido señala el autor: “Una introducción a la metafísica de la conciencia implica el abordaje del lenguaje de la conciencia. Podemos hablar de la relación con la conciencia consigo misma, es decir podemos auscultar nuestra propia conciencia. La mayor parte de nuestros pensamientos son inconscientes, pero el conocimiento realmente firme es el conocimiento consciente, que viene determinado por la lengua y el desarrollo de la mente, de tal manera que es el desarrollo de la lengua lo que determina la gestación de nuestra conciencia”. Puesto que la evolución se caracteriza por el cambio, el tema nos obliga a una investigación evolutiva de la mente moderna. Comenzará la cuestión en determinar en qué forma se fue transformando la mente humana con el transcurso del tiempo. Merlin Donald, se aprestó a dar una respuesta exhaustiva en su trabajo “Origins of the Modern Mind”, publicado en 1991. Sus influencias forjaron la llamada arqueología cognitiva, y sobre esta materia la Universidad de Cambridge, Inglaterra, celebra un congreso anual.
Es preciso indicar que la primera evolución cognitiva advino con la aparición de los primeros humanos (los primeros Homos), hace dos millones de años. Utilizaban herramientas líticas simétricas, lo que significa una mente radicalmente nueva, dotada de capacidad para la representación intencionada. Es decir, que la conciencia ha evolucionado paralelamente a la evolución biológica del Homo sapiens y con ese avance, el cerebro humano en particular, se ha transformado dramáticamente.
El proceso evolutivo, condujo a la aparición de humanos con cerebros cada vez más complejos, capaces probablemente de producir vivencias conscientes. Al alcanzar el cerebro un alto índice de complejidad, surgió una mente autoconsciente, probablemente durante la evolución de los homínidos. Esta mente “autoconsciente” proporcionó los mecanismos necesarios para la síntesis de las variadas y sumamente complejas pautas espaciotemporales de la actividad neuronal del cerebro. Pero con el cerebro y la mente humana surgió también la posibilidad de transcender al mundo del momento, hasta entonces incuestionable.
Algunos estudiosos del cerebro han esbozado dos grandes formas de ¨conciencia¨, las cuales están entrelazadas. Una, que tiene que ver con las emociones y las percepciones y la que de manera lógica se nutre de las informaciones que recibimos de nuestros sentidos, es la llamada conciencia primaria. La segunda planteada, es la conciencia extendida, relacionada con la cultura y las representaciones abstractas que aprendemos del mundo actual. El hombre moderno, desde hace esos dos millones de años ha evolucionado para soñar, logrando pensar en imágenes, dando inicio a la primera revolución cognitiva, en ese período sólo existía la conciencia episódica (nuestras experiencias vividas). No sin razón tenemos representado en el (homúnculo) área motora de nuestro cerebro, la boca y la lengua de mayor tamaño que todo el resto del cuerpo. En esta obra, son citados más de 20 poemas, pues bien sabemos que son ellos los bardos los que son capaces de hacernos comprender muchas de las complejidades del pensamiento. Este desarrollo sensorial nos permite hablar hoy del “homo aesteticus”, ese que padece el síndrome de la sensibilidad y el arte.
Los bebes, antes del primer año se reconocen en un espejo, esta capacidad es parte de eso que llamamos conciencia Ese aforo cerebral, hace que nos planteemos numerosos cuestionamientos. El cerebro físico es producto de una evolución, pero “la mente” que es inmaterial ¿de dónde surgió?, dónde se esconden esas experiencias subjetivas, ¿cuál es la base fisiológica de la subjetividad? No la ha podido replicar la computadora, cómo el humano tiene la capacidad de ¨ver¨ sin ojos, de ¨oír¨ sin oídos, ¿cómo valoramos los sueños? , esa es la subjetividad de la conciencia que hasta hoy no la podemos explicar.
Si me pidieran definir la personalidad de Bruno Rosario, yo diría que es de: una fuerte y amplia curiosidad intelectual, de una actividad incasable, de una vigorosa creencia en el hombre, con la más incondicional entrega a su vocación por la enseñanza y la creación filosófica, con una extraordinaria generosidad espiritual y un inmenso amor a la verdad y a la libertad. Soy de la creencia que esta obra “Metafísica y conciencia”, hace un encaje magistral entre el accionar cerebral, lo inteligente, la creatividad, el lenguaje, la poética, lo cósmico, la sensibilidad, lo psicológico, lo espiritual y la conciencia como ninguna otra producción nacional que mi lucidez conozca. Para el autor mil felicitaciones, por entregarnos este enjundioso tratado, donde se complejiza la palabra humana, el pensamiento superior, la relación con el Cosmos, el concepto iluminado, el raciocinio, la creatividad, lo excelso, y una muy amplia explicación de lo que constituyen las manifestaciones metafísicas de nuestro intelecto, esa la que su súmmum, es la “palabra”, la que nos hace superiores en la escala biológica por permitirnos razonar, comunicarnos, planear, intelectualizar, aprender, recordar y crear. En esta obra muy acabada, se revisan muchos de los medios que la originan y cómo lograr esas enriquecedoras y trascedentes formas reflexivas de encontrar la verdad consciente, racional y estética del pensamiento, en la amplitud de la metafísica de la conciencia, muchas gracias.