Conciencia y creación en Metafísica de la conciencia
Por Emilia Pereyra
El maestro Bruno Rosario Candelier ha publicado un nuevo libro titulado Metafísica de la conciencia, con el subtítulo El logos en la pantalla del cosmos en que cede juicios y convicciones sobre diversos temas, da respuestas y reflexiona acerca de aspectos fundamentales de los tópicos antes expuestos y de otros esenciales, relacionados con la creación literaria y la cantera espiritual que alienta al ser humano y se expresa en diferentes esferas de la vida.
Esta compilación de exposiciones ensayísticas, respuestas e intercambios de opiniones expresados hasta en mensajes electrónicos acerca de temáticas sobre las cuales se delibera y discute especialmente en los encuentros del Movimiento Interiorista, durante las sesiones del Ateneo Insular, ambos fundado por el mismo Rosario Candelier, resulta una lectura ineludible y esclarecedora para quien desee conocer los fundamentos teóricos de esta corriente literaria o profundizar en ella.
Son ventiladas exhaustivamente materias como la conciencia, el inconsciente, el inconsciente colectivo, la metafísica, el Universo y su magna abundancia, generosidad y sabiduría, la intuición, el Logos, el Numen, la memoria cósmica, la voz interior de la conciencia, la energía creadora, el lenguaje y entre otros tópicos, cuyo conocimientos nos proporcionan comprensión acerca de aspectos esenciales del mundo invisible que gobiernan nuestras vidas en los planos cotidianos y elevados.
A través de la lectura del libro de 537 páginas, y dada la hondura de sus planteamientos, se hace ostensible que el ensayista, reconocido lingüista, pensador, narrador y poeta, es un contemplativo de dilatada trayectoria, quien durante mucho tiempo se ha dedicado a cavilar con avidez y gran capacidad reflexiva y caleidoscópica, sobre los temas transcendentes mencionados y ha fijado su atención crítica en la producción de escritores de distintas generaciones y latitudes.
Nuestro autor abre la compilación con un introito, en que explica que el concepto de conciencia y las implicaciones de esta facultad cognitiva son fundamentales para comprender al ser humano. Es un valioso activo de esta obra la claridad expositiva de Rosario Candelier, quien en estas páginas, como en muchos otros de sus textos, ejerce de maestro y no solo comparte sus conocimientos con entusiasmo y espíritu dador. Además, sustenta muchos de sus razonamientos haciendo referencias a concepciones sobre las temáticas filosóficas de pensadores y figuras reconocidas como Servio Tulio Cicerón, Heráclito, Platón, André Martinet y Carl Gustave Jung, entre muchos otros.
El ensayista inicia cada exposición con una dedicatoria dirigida a resaltar las dotes espirituales e intelectuales de integrantes del Movimiento Interiorista y de otros creadores cuyas obras armonizan con los principios de esta corriente, que cuenta con importantes seguidores en la República Dominicana y en el exterior.
Rosario Candelier posee el gran mérito de dedicarse, con fruición, entusiasmo y espíritu generoso, a indagar y a desentrañar las honduras del inconsciente, los maravillosos resortes y canteras que activan la creación y a proyectar la importancia del lenguaje, así como a mostrar los estrechos vínculos que unen la espiritualidad y la fundación de lo nuevo, lo distinto o singular en materia literaria.
En la actualidad, no existe en estos lares el caso de otro pensador literario y filosófico que haya focalizado su atención en el interés de auscultar temas tan profundos y de considerable relevancia como Bruno Rosario Candelier que se ha dado como misión casi monacal la incalculable labor de estudiar, reflexionar y difundir sus vastos conocimientos y reflexiones sobre los intangibles mecanismos que gobiernan el consciente, el inconsciente y el Universo y que se reflejan en la creación, sin la cual no existirían la literatura ni otras facetas en las que destellan la inteligencia, la sensibilidad y la intuición del género humano.
Si bien nuestro autor alude en innumerables disertaciones a los aportes de pensadores y creadores transcendentales de otras latitudes con igual dedicación fija su analítica mirada en obras de escritores y poetas de su terruño, por lo cual en este mismo texto encontramos fragmentos de la producción poética de aedas interioristas como son Ángel Rivera Juliao, Ramón Antonio Jiménez, Carmen Comprés, Jennet Tineo, Carmen Pérez Valerio, Sally Rodríguez, Pedro José Gris, Tulio Cordero, Carmen Clara Janés y de otros creadores como Feddy Bretón, Karol Wojtyla, Máximo Avilés Blonda, Octavio Paz, Manuel Rueda, Antonio Fernández Spencer, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, quienes han dejado constancia en sus producciones de sus vivencias creadoras, místicas y extáticas.
El ensayista documenta sus exposiciones con ejemplos de singulares experiencias creativas vividas por poetas, y en este orden nos dice: “Hay autores de poesía, como Ramón Antonio Jiménez, Carmen Comprés o Noé Zayas, que saben darle forma y sentido a cuanto experimentan en el fuero de su conciencia, ya que tienen la capacidad para hacer de sus experiencias interiores una creación en virtud del poder creativo de su inteligencia sutil” (p.158).
Así, por ejemplo, bajo el título de Conciencia de la intuición trascendente, Rosario Candelier deja registrada una vivencia de Ramón Antonio Jiménez, escritor contemplativo, quien contó en un encuentro interiorista lo siguiente: “…Que hace dos semanas, estando solo en casa, algo sucedió que de pronto pasé a un nivel superior que no es donde yo digo que estoy siempre escuchando la música; algo sucedió que cesó la música y todo era energía, colores danzando de una manera extraordinaria y entonces yo estaba en un estado de conciencia muy sutil y ya no había música, y no quería salir de ese estado” (p.222).
Entonces la poeta interiorista Carmen Comprés comentó: “A lo mejor ya no la escuchabas pero la veías”. Jiménez respondió: “Ya no era la visión que siempre había tenido, era diferente; el árbol perdió la forma, y era la legión de la energía pura. Entonces, tomando en cuenta que el sonido -he hablado también de lo que es el plano causal, que es el plano de la energía donde la esencia se expresa como sonoridad, como música- y no en vano san Juan el evangelista decía que en el principio era el Verbo, y era el sonido porque las cosas están hechas de sonidos, pero allí no había sonido, cesó la música y yo estaba consciente; sabía que no sería capaz de hablar, y por eso digo que no sé qué fue lo que sucedió” (págs.222 y 223).
En referencia a la narrativa, Rosario Candelier alude a los fenómenos que posibilitan la creación, al indicar que las “redes neurológicas de las mentes dispuestas para concebir y formalizar cautivantes mundos de ficción, como los que plasmaron Miguel de Cervantes, Alejo Carpentier y Juan Rulfo, evidencian que tenían unos circuitos internos aptos para canalizar hondas intuiciones de sentido y de belleza en el arte de la creación narrativa. Es decir, cada actividad creadora, lo mismo en poesía y ficción que en la exégesis interpretativa, implica una determinada conformación de las células cerebrales, unas singulares destrezas lingüísticas y una peculiar apelación para la vocación científica, artística o pragmática” (p.190).
Ha sido edificante encontrar en el libro el testimonio de Rosario Candelier acerca de cómo surgió su vocación literaria. “…Recuerdo vivamente que desde niño llegó a mi mano un libro de un historiador dominicano de Santiago de los Caballeros llamado Enrique Deschamps. Este autor de Santiago de los Caballeros publicó en 1907 en Barcelona, España, el libro República Dominicana: Directorio y guía general (2). Cuando leí el capítulo titulado ‘Movimientos literarios’ me llamó poderosamente la atención la participación de los grandes hombres de letras de nuestro país” (p.145), contó.
El autor pondera elogiosamente a escritores significativos de finales del siglo XIX y principios del XX, entre los cuales menciona a Manuel de Jesús Galván, Fernando Arturo de Meriño, Emiliano Tejera, César Nicolás Penson, Federico García Godoy y a Max y Pedro Henríquez Ureña.
Recuerda que durante la lectura del capítulo ya aludido se dijo: “Trataré de ser como uno de esos escritores”. “Desde entonces, agrega, quise ser escritor, actividad a la que me consagré por vocación. En la escuela no se orientaba sobre la vocación literaria y creo que ahora tampoco se hace. Lo cierto es que comencé a leer y a escribir. Una cosa importante: quien quiera ser escritor, tiene que leer mucho y ser un observador de la realidad. Hay que observarlo todo, conocerlo todo, experimentarlo todo” (p.145).
En esa incesante búsqueda de conocimientos ha hallado Rosario Candelier el concepto del Logos, descrito como “la capacidad para hacer uso de la palabra”, la energía interior de la conciencia. En virtud del Logos, señala el autor, “tenemos el poder de la mente, y mediante ese poder podemos pensar, reflexionar, hablar y crear. Si podemos reflexionar, hablar y crear es por el Logos, de tal manera que las criaturas del Universo que carecen de Logos no pueden hablar, ni reflexionar, ni intuir, ni crear. Ni los animales ni las plantas tienen Logos, por lo que no pueden hablar, reflexionar, ni crear, aunque se pueden expresar” (p.98).
En relación al Numen, Rosario Candelier explica que es la cantera de la sabiduría espiritual del Universo a la que pueden acceder poetas, contemplativos y místicos. Y evoca que ha dicho que los poetas metafísicos y los místicos, en virtud de un cordón umbilical espiritual que tienen en uno de los circuitos de su cerebro, se ponen en contacto con la fuente numénica ya que han desarrollado la sensibilidad trascendente.
Agrega que a través de ese cordón umbilical les llega a estos aedas un torrente de verdades profundas de la cantera del infinito en el caudal de imágenes y símbolos arquetípicos procedentes de las emanaciones cósmicas. “Por eso, argumenta el pensador, los poetas metafísicos y místicos son poetas privilegiados” (p.98).
Rosario Candelier explica con minuciosidad los intangibles involucrados en el extraordinario fenómeno de la creación y señala: “Cuando nos disponemos a crear, activamos la conciencia y, desde luego, se despliega la energía creadora mediante la energía interior del lenguaje. Normalmente el escritor se dispone a escribir cuando siente una particular apelación, es decir, una llamada que nace de su interior y le impulsa a crear y eso es la energía de la conciencia. Es importante ponderar ese poder de la conciencia cuando intentemos instalarnos en el fuero de nuestra conciencia para reflexionar y darnos cuenta de que desde nuestra atalaya mental tenemos la capacidad para pensar el mundo, para pensar que pensamos y testimoniarlo desde nuestra perspectiva” (p.159).
Conciencia y creación
Acota nuestro ensayista que el ideario interiorista de la creación sugiere la contemplación de lo viviente mediante la instalación del sujeto contemplativo en la interioridad de las cosas y en el espejo de la conciencia, en las que se conjugan la conciencia interior y la conciencia trascendente, y a continuación precisa que es importante dirigir la contemplación hacia la interioridad, porque allí reside la esencia de cuanto es.
En alusión al Logos, nuestro ensayista sostiene que gracias a este don reflexionamos, intuimos y creamos lo que concibe nuestra inteligencia. A propósito sostiene que el sentido de las cosas es una dimensión intangible a la que llega la intuición.
Es sabido, y así lo explica Rosario Candelier, que para los antiguos griegos, Logos es palabra, idea, imagen y concepto, dado que entraña el principio espiritual que funda el lenguaje y la energía interior de la conciencia.
“Heráclito, el antiguo pensador presocrático, concibió el Logos como una energía divina, y esa energía interior se realiza en la palabra cuando hablamos, pensamos, escuchamos y escribimos, que son las cuatro artes del lenguaje. La energía del Logos, en tanto aliento espiritual de la conciencia, procede directamente de la Divinidad” (p.6).
Es dable resaltar que el Logos, es desde el punto de vista de Rosario Candelier, el aliento que une al ser humano con la Divinidad, el principio espiritual del pensamiento y el germen generativo de la creatividad.
Y continúa argumentando nuestro pensador: “En tal virtud, el Logos nos proporciona la convicción para actuar, el entusiasmo de la inspiración para crear y la motivación de la voluntad para conducirnos en la vida porque el Logos propicia el aliento fecundante de la fe, el motivo inspirador del entusiasmo y el impulso fecundante de la creatividad. La fe que tenemos en nosotros mismos, la fe en la Energía Superior del Cosmos, la fe en la vida, el amor y el ideal manan del Logos creante del Espíritu. Especialmente el Logos propicia la iluminación de la conciencia”. Se infiere, pues, que sin Logos no existirían las obras literarias ni las invenciones que impactan y en muchos casos transforman la vida de la humanidad” (p.6).
El prosista explica con diafanidad que todo ser humano viene al mundo con varios dones, puesto que al recibir el don de la vida, recibe también los dones de la palabra, la reflexión, el amor y la creatividad.
En relación a la lengua, el ensayista sostiene que el hombre la inventó cuando experimentó la necesidad de crear y testimoniar su propia percepción del mundo mediante la intuición y la valoración de lo existente.
En ese sentido, explica: “El Logos no solo es la base de nuestro lenguaje y de nuestra cultura; es también el canal mediante el cual encauzamos la reserva espiritual que atesora la memoria colectiva de la humanidad. Todos podemos ser creadores en cualquier vertiente de la realidad. La creatividad no se refiere solo al acto de producir literatura o crear conceptos mediante el cultivo de la palabra; se refiere a todo lo que podemos inventar en la plasmación de cualquier acto o producto que podemos generar en el área en que nos desempeñamos” (p.7).
Rosario Candelier cita al filósofo francés Henri Bergson, ganador del Premio Nobel de Literatura en1927, quien en su libro Introducción a la metafísica, plantea quela obra de creación es fruto de la intuición, la que requiere situarse, por un esfuerzo de la intuición, en el interior de la realidad concreta a fin de “captar lo que tienen de único y de inexpresable para lo cual debemos compenetrarnos con la sustancia que ha de servir de inspiración para la creación porque las cosas hablan, la realidad tiene un susurro, una voz, una señal, un sentido que esperan el contacto del sujeto creador para abrirse, para entregarse” (p.52).
Como hemos podido percibir en esta presentación sobre los aspectos Conciencia y creación en Metafísica de la conciencia, el maestro Bruno Rosario Candelier le aporta a la sociedad un texto iluminador, substancia de raigambre profunda que nos provee conocimientos, reflexiones y acotaciones, expresados de manera directa, entusiasta y docta.
Por ende, si abrevamos con sentido reflexivo en sus ricos afluentes, este texto nos ayudará a transitar y a vivir con consciencia de causa y efectos, a experimentar con mayores certidumbres y a comprender los anchurosos caminos de la creación y de sus conexiones indisolubles con la consciencia, la inconsciencia, la fuente divina y otras canteras cuasi inescrutables e intangibles que gobiernan la existencia y repercuten en los confines de Universo y en la vastedad del espacio cuántico, pues como nos enseña la vida misma todos somos uno y cada uno de nosotros forma parte del todo.
Notas