Puntualizando
Los signos de puntuación tienen historias curiosas. Así les pasa a los puntos suspensivos. Se llaman así desde 1841 y desde entonces son tres, solo tres, puntos consecutivos que se escriben a continuación de una palabra, sin que los separe ningún espacio. A pesar de su aparente humildad, nos sirven para expresar muchas cosas. Los usamos si queremos indicar una pausa, porque dudamos o porque queremos causar expectación: «Si la educación fuera una prioridad…». Nos sirven también para indicar silencios significativos o para sustituir palabras consideradas inconvenientes: «¡Qué p…!». Si enumeramos varios elementos los podemos usar al final como sustitutos de la abreviatura etc. Desde luego en este caso debemos evitar usarlos ambos a la vez.
Las cosas se complican a veces cuando los puntos suspensivos coinciden en la escritura con otros signos de puntuación. Si aparecen al final de una oración, no hay que añadirles otro pun-to. En cambio, si siguen a una abreviatura, aparecerán cuatro puntos. La ortografía académica nos propone este ejemplo: «Algunas abreviaturas con tilde son pág., cód., admón….». Los puntos suspensivos sí pueden aparecer seguidos de una coma, un punto y coma o dos puntos. En estos casos no debemos dejar espacio entre ellos. Y, como ya han tenido ocasión de observar en los ejemplos, si los puntos suspensivos van seguidos por comillas al final de una oración, el punto es obligatorio después de las comillas de cierre.
Parece mentira que tres, y solo tres, puntitos puedan j…, perdón, dar tanto de sí.
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© 2011 María José Rincón
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