Chivos sin ley

Hacía mucho que no encontraba en una obra literaria contemporánea tantas y tan hermosas referencias a la lengua. Cada novela, cada poema o cada texto dramático son, en sí mismos, una alabanza a la creación humana que los hace posible y que es su materia prima: la lengua; pero en pocos encontramos unas palabras tan bonitas y tan certeras como estas de Muriel Barbery en su novela La elegancia del erizo: «La lengua, esta riqueza del hombre, y sus usos, esta elaboración de la comunidad social, son obras sagradas.
Que evolucionen con el tiempo, se transformen, se olviden y renazcan, mientras, a veces, su transgresión se convierte en fuente de una mayor fecundidad, no altera en nada el hecho de que, para tomarse con ellas el derecho al juego y al cambio, antes hay que haberles declarado pleno sometimiento». En ellas se resumen el contraste entre la lengua y sus usos y el cambio imprescindible e inevitable para su supervivencia. Pero también nos recuerda la autora, con gracia pero con firmeza, muy de agradecer, que el sometimiento a unas reglas compartidas es imprescindible para que podamos tomarnos la libertad de jugar y de crear con nuestra lengua. ¡Qué gran ejercicio de responsabilidad y qué gran lección en tan pocas palabras! Una reflexión más necesaria, si cabe, en estos tiempos en que todos, aunque unos más que otros, nos hemos acostumbrado a ejercer de chivos sin ley en tantos aspectos de la vida, del que la lengua no es el menos importante.

Envíe sus comentarios y preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do

© 2011 María José Rincón

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