Voces y sentidos de un glosario de símbolos: voces representativas en su formalización operativa

Por Bruno Rosario Candelier 

A Reina Lissette Ramírez,
 Amanuense de símbolos arquetípicos.

 

Naturaleza de la simbología

El concepto de símbolo alude a la imagen con la que física o metafísicamente se representa un concepto intelectual, moral, estético o espiritual, diferenciándose de los signos en general. Los signos “significan”, es decir, sirven como referentes o imágenes de una cosa; mientras que los símbolos, además de “connotar”, “simbolizan”, es decir, representan un concepto diferente del significado básico que la palabra expresa en su sentido primario, connotación que funda su dimensión simbólica. Por ejemplo, la paloma, como signo, es un ave, y como símbolo, representa al espíritu.

El término simbología (del griego symbolon, ´signo´, y logos, ´estudio´) es una rama de la lingüística que estudia el caudal de símbolos, razón por la cual constituye una parte especializada de la semiología, ciencia que se ocupa del estudio de signos y símbolos de una comunidad, una disciplina o una cultura. Un símbolo es la representación sensorial de una idea que guarda un vínculo convencional y arbitrario con su objeto de referencia. La noción de simbología sirve para identificar al sistema de símbolos que encarnan los diferentes elementos de su representación. En tal virtud, se puede hablar de la simbología de cualquier rama del saber, con los iconos o representaciones gráficas que permiten reconocer cada elemento significativo.

Cada saber tiene su propia simbología. Y cada lengua tiene la suya. En la literatura dominicana hay un caudal de símbolos que este diccionario presenta, describe y ejemplifica. En tal virtud, es posible clasificar la simbología según su objeto de estudio o área de su competencia. En este sentido, la simbología religiosa estudia los símbolos que intervienen en una creencia o práctica ritual o confesional. De igual manera, la simbología del folklore, de la cultura culinaria o de otra vertiente de la mentalidad o de la idiosincrasia de un país se ocupa de los símbolos que representan dichos aspectos dentro de la vida social, histórica, lingüística y cultural. En ese orden de ideas, la simbología de una cultura comprende todos los símbolos que permiten reflejar su idiosincrasia cultural. El himno nacional, el escudo y la bandera son ejemplos de símbolos que forman parte de la cultura simbólica de una nación.

La historia de la humanidad ha plasmado una inquietud del ser humano por la representación simbólica de su entorno y su cultura, a través de un simbolismo peculiar. Basta con referirse al descubrimiento de la escritura, como comprensión de este sistema de signos y símbolos que contribuyó a la relación entre los seres humanos. Por lo general, un símbolo puede representarse por una palabra y una imagen para significar un concepto o una vivencia. Para citar un ejemplo, en la tradición egipcia, el escarabajo significa y representa, lo mismo la palabra que su imagen icónica, la idea de la resurrección, que se usó como amuleto de vida y poder, como una protección contra el mal, visible e invisible, proporcionando aliento y fe al espíritu humano.

El lenguaje simbólico canaliza las intuiciones de creadores, hablantes o poetas, así como pensamientos, emociones y deseos. Como potencia generadora de pensamientos, la energeia de la creación se manifiesta en conceptos, imágenes y símbolos que fundan un decir peculiar en forma expresiva, técnica compositiva y visión espiritual que recrea la experiencia humana acumulada en la historia y la cultura, que la lengua recoge y formaliza.

 Un diccionario con valores simbólicos

La elaboración de un diccionario de simbología conlleva la reunión del entramado representativo propio del ámbito de referencia en su conjunto lingüístico, histórico, literario, social y cultural. La riqueza de sentidos de los símbolos en la historia de la cultura es relevante, y una de las dimensiones fundamentales es su realización en el fuero de los textos escritos, en especial los literarios, ya que una vertiente principal es la simbólica. En su formalización, este diccionario tendrá una estructura enciclopédica.

La Academia Dominicana de la Lengua creó un equipo de trabajo para la investigación de voces con valor representativo con miras a la confección de este Glosario de términos simbólicos.

En mi condición de director de la ADL y coordinador de las tareas lexicográficas de la institución, les expliqué a los integrantes del equipo de colaboradores la base teórica, conceptual y metodológica para llevar a cabo esta obra lingüística. Con esa finalidad seleccioné a los integrantes del equipo de trabajo y les impartí las pautas pertinentes para colaborar en este diccionario asignándoles tareas concretas para el expurgo de las fuentes (obras literarias, textos periodísticos, cultura viva), privilegiando la literatura dominicana.

La dedicación a esta labor implica un conocimiento del concepto de símbolo, la simbología y la simbolización, un nivel de expresión del lenguaje, interior y complejo, ya que el símbolo no es algo que acontece en la realidad objetiva, como un espejo, un caballo o un florero, sino que comprende vocablos de nuestra lengua con significados peculiares, como acontece en palabras como “espada”, “lámpara” o “cordero”, que admiten una connotación simbólica, metafísica y espiritual mediante un proceso de simbolización para representar otro sentido, que supera la dimensión sensorial y aborda lo intangible. El símbolo no es visible como una cruz o una paloma, y esas dos palabras (cruz y paloma) expresan una connotación simbólica, metafísica y mística.

El Universo es un símbolo, la cultura tiene símbolos y los escritores crean símbolos. Hay que saber interpretar la dimensión simbólica de la realidad, la cultura y el lenguaje, inserta en el caudal léxico del idioma, para lo que hay que entender el pensamiento intuitivo y la faceta representativa de los hablantes, así como la vertiente simbólica de la creación literaria. Todo tiene sentido, pero el símbolo añade un nuevo valor semántico al sentido primordial de las palabras y las cosas.  El símbolo es un valor agregado que otorga a la cosa asumida como representación otra dimensión, como sucede con fuego, puente o espada.

Con las instrucciones lingüísticas y metodológicas para las tareas propias de un glosario de símbolos, quienes laboramos en la búsqueda y el expurgo de las obras literarias (textos periodísticos, obras literarias y el lenguaje de la oralidad) y algunas fuentes secundarias (como diccionarios). En todas las áreas del saber humano hay símbolos, que son creados e interpretados por autores y lectores. Disciplinas como mitología, religión, literatura, derecho, historia, música, arquitectura, mística, periodismo, filosofía, astronomía, física, etc., tienen un caudal de símbolos.  En todas las ramas del saber y en los diferentes ámbitos de los conocimientos se encuentra una simbología, y cada lengua, como cada cultura, tiene la suya. En la cultura dominicana hay variados símbolos, algunos de los cuales recoge este diccionario.

En la fuente literaria abordamos la poesía, la narrativa, el teatro, la crítica y el ensayo. A la cultura de una lengua le corresponde identificar la expresión simbólica de determinadas voces y expresiones. La dimensión simbólica tiene una vertiente trascendente que representa esa abstracción en el plano de la realidad estética o la realidad metafísica. Es en el ámbito espiritual y metafísico donde funciona el símbolo. La elaboración de un diccionario de símbolos conlleva la valoración representativa en su expresión lingüística, literaria, social, metafísica y cultural. La riqueza de sentidos de los símbolos en la cultura es relevante, y una de las dimensiones fundamentales es su realización en el fuero de los textos escritos.

Identificada la entrada o palabra clave que facilita la búsqueda al lector, consignada como voz simbólica, escrita con letras mayúsculas y en negritas, aplica las pautas del siguiente decálogo: 1. Definición del significado básico o valor literal de la palabra. 2. Descripción del valor metafórico. 3. Identificación del valor simbólico. 4. Clasificación según el ámbito del saber (ling., med., rel., lit., folk., psic., fil., mit., met., míst., teol., astr., agr., dep., mús., arq., der., fís., hist., antr., etc.). 5. Los elementos clasificados van con abreviaturas en negritas. 6. Ejemplificación o ilustración literaria (con la cita textual de una obra). 7. Ejemplo de ilustración escrito entre comillas y citado en su fuente original. 8. La palabra clave de la cita se destaca con letras en negritas. 9. Si se ponen varios ejemplos, se enumeran. 10. Sus variantes se consignan con números en negritas.

En la elaboración del Diccionario ejecutamos las siguientes tareas: a. Selección del equipo de trabajo, compuesto por este redactor y tres colaboradores. b. Búsqueda y expurgo de las fuentes primarias (obras literarias), las fuentes secundarias (diccionarios que guarden relación con la cultura a través de los símbolos). c. Determinación de la estructura lexicográfica de este tipo de diccionario. d. Selección del material a incluir en el diccionario, con las definiciones y las ilustraciones correspondientes. e. Revisión de los ejemplos y su formalización según la pauta asignada. El lenguaje es el medio expresivo más adecuado para el hablante consignar lo que crea o inventa mediante la creación de textos con conceptos, imágenes y símbolos que conforman la poesía, la ficción y la representación. Con su creación los autores inventan un mundo verbal que formalizan en sus imágenes aunque estén conscientes de que la suya no sea una creación de la nada, como fue la Creación del Mundo según el relato bíblico. La de narradores y poetas es una creación que tiene su base en la tradición, el lenguaje y la memoria, a la que se suman la imaginación y la intuición del creador, que potencian la cultura  de una lengua y una comunidad con su modo de escritura y su estilo de vida.

Los literatos, filólogos y semiólogos han constatado que mediante los signos del lenguaje pueden formalizar su capacidad simbólica, como lo aprende el hablante a través de procesos que experimenta en su relación con su entorno. Entonces el lenguaje deviene un instrumento indispensable de relación y un vínculo ineludible para la comunicación. Por el lenguaje certificamos que estamos en el mundo y podemos representarlo verbal y simbólicamente, recreándolo a nuestro modo y manera.  Estamos inmersos en una realidad sociocultural con su caudal de símbolos, y mediante el lenguaje lo representamos. Pensamos y simbolizamos en conceptos e imágenes que formalizamos mediante la palabra, y con ella reproducimos nuestra percepción del mundo y creamos un orbe verbal con los signos y los símbolos comunicantes. Como el lenguaje es una creación, tiene el hombre la sensación  de que se apropia del mundo por el lenguaje que lo representa, y por eso Adán aparece en el Jardín del Edén nombrando las cosas, una forma de apropiarse de ellas mediante la palabra. Los poetas, que recrean con su lenguaje la dimensión sensible y suprasensible de fenómenos y cosas, fijan en la letra impresa lo que acontece en el mundo, puesto que la palabra poética atrapa la esencia de las cosas y la vertiente simbólica de lo existente. Mediante el lenguaje asumimos el mundo, como lo hace el niño desde sus primeros balbuceos, pues al nombrar las cosas las confirma, y al confirmarlas, las conjura con la magia verbal de los vocablos y sus símbolos (1).

Todo símbolo proyecta varias enseñanzas en virtud de su contenido implícito: 1. Una indicación lingüística, vinculada con el sentido de la palabra, el concepto o su imagen. 2. Una proyección psicológica que evidencia la relación del sujeto con la cosa significada. 3. Una vinculación cósmica, asociada al significado de lo viviente a la luz de la realidad cósmica. 4. Un enlace cuántico donde se manifiesta la relación de la materia, el espíritu y la conciencia. 5. Una vertiente metafísica con las señales trascendentes que vinculan el símbolo a la esencia profunda y al sentido trascendente.

Desde el punto de vista del lenguaje, el acto de hablar es un signo que representa lo que el habla intenta expresar (2). Por esa razón, con gran intuición expresó Emerson que “somos símbolos y habitamos símbolos” (3), y los poetas comenzaron a poblar el mundo con símbolos de alcance metafísico, como lo reflejan estos versos de Keats al apreciar en “el rostro estrellado de la noche vastos símbolos oscuros de un sublime romance” (Upon the night’s star’d face huge cloudy symbols of a hig’romance… “When I have fears”). La siguiente cita de Pedro Salinas ratifica la estimación de que por el lenguaje nos apropiamos del mundo: “Empieza a andar el niño por la vida como andaríamos nosotros por una vasta estancia, a oscuras, en la que se guarda una gran copia de objetos, muebles, libros, estatuas. La vista no llega a percibir con exactitud ninguna cosa, yerra sobre el conjunto desvalido; pero si enfocamos una linternilla eléctrica sobre el montón, de su abigarrada mescolanza saldrá, preciso, exacto, definido, el objeto que el rayo de luz aprehenda en su haz. El niño cuando dice “flor” mirando a la rosa o al clavel, emplea la palabra denominadora, como un maravilloso rayo delimitador que capta en el desconcierto del mundo material una forma precisa, una realidad. ¡Gran momento este! El momento en que el ser humano empieza a gozar, en perfecta inocencia, la facultad esencial de la inteligencia; la capacidad de distinguir, de diferenciar unas cosas de otras, de diferenciarse, él, del mundo. El niño al nombrar el perro, la casa o la flor, convierte lo nebuloso en claro, lo indeciso en concreto. Y el instrumento de esa conversión es el lenguaje. Lo cual significa que el lenguaje es el primero, y yo diría que el último modo que se le da al hombre de tomar posesión de la realidad, de adueñarse del mundo” (4).

Técnica de formalización simbólica

Las palabras de nuestra lengua, que articulan sonidos con sentidos, son la representación gráfica de conceptos, imágenes y símbolos de fenómenos y cosas. Las palabras tienen un significado básico; muchas se usan con un sentido traslaticio y otras con un valor simbólico. Cuando otorgamos a la palabra un valor semántico diferente a su significado de base, adquiere una connotación metafórica o simbólica. En un glosario de términos simbólicos se recogen, definen e ilustran las voces de nuestro lenguaje con valor simbólico.

El símbolo se funda en una palabra sustantiva con referente concreto, como lobo, balcón, lámpara, etc. Por tanto, no admiten representación simbólica las voces que aluden a conceptos abstractos (verdad, sabiduría, dulzura, etc.) o  acciones o conceptos (canción, invento, clave, etc.), pues no son apropiadas para asignarles un valor simbólico. Los símbolos encarnan un concepto sutil y trascendente de una cosa específica cuyo significado interpreta el exégeta literario o el filólogo de la palabra.

Hay realidades sensoriales (piedra, lluvia, gorrión), intelectuales (imagen, criterio, tendencia), imaginativas (ilusión, mito, fantasía), afectivas (odio, angustia, atracción), morales (disciplina, ley, acatamiento) y espirituales (fe, contemplación, éxtasis). Los símbolos se forman con realidades sensoriales y solo con esas referencias objetivas, concretas y tangibles. Por esa razón los símbolos tienen una concreción referencial, constatable y visible y, en tal virtud, no se construyen con adjetivos ni verbos ni pronombres, sino con sustantivos que facilitan su comprensión, a pesar de la alusión metafísica que entrañan, pues siendo realidades objetivas y sensibles, tienen una connotación subjetiva y suprasensible, por lo cual implican un nivel de comprensión intelectiva superior a su materialidad física. Al respecto quiero advertir que hay palabras que parecen abstractas y no lo son, como silencio, que no entraña una ausencia o una abstracción. El silencio es una entidad sonora y sugerente. Mediante el silencio escuchamos la voz interior de la conciencia, la voz entrañable de las cosas y la voz íntima de los efluvios metafísicos de la Creación. Por eso el silencio tiene una dimensión simbólica, metafísica y mística, que justifica su elección en un glosario de símbolos. Algunas voces intangibles (como silencio, soledad, contemplación) generan efectos sensibles, sugerentes y representativos en la conciencia del hablante.

   La vertiente simbólica del lenguaje implica un conocimiento metafísico del mundo. Todo lo que existe puede ser objeto de simbolización. El símbolo es la representación icónica, espiritual y trascendente de un concepto metafísico, de un significado interior o de una expresión del inconsciente personal o colectivo. Y el símbolo arquetípico es un modelo primordial del psiquismo humano y de la sabiduría espiritual del Numen cósmico, que la poesía suele plasmar.

Los poemas están llenos de símbolos y la literatura metafísica y mística es un caudal de connotaciones simbólicas. Lo importante es entender lo que significa cada símbolo ya que tienen una connotación espiritual profunda. El mundo de lo sensible es una veta simbólica y hay vocablos, como paloma, que proyectan una dimensión simbólica porque aluden a sentidos y mensajes provenientes de la cantera infinita y de la misma Divinidad, que es la fuente primordial de valiosos símbolos. El Cosmos y la Divinidad se comunican simbólicamente. Quien escribe con símbolos es un vaso comunicante de lo divino y un canal de mensajes profundos que encauzan sabias palabras con significados eternos.

Además del valor denotativo de la palabra, abordaremos el sentido metafórico y la connotación simbólica, aspectos que ejemplificaremos con citas pertinentes. Ante la ausencia de un ejemplo textual para ilustrar el uso de un determinado símbolo, el redactor de esta obra, que tiene una aproximación a un diccionario enciclopédico, crea ejemplos para hacer más comprensible la metáfora o el símbolo. La metáfora y el símbolo son imágenes que comparan o representan alguna dimensión oculta o sugerente de determinados vocablos, según la figuración estética del lenguaje. Mientras la metáfora entraña una comparación, el símbolo encarna una representación. De igual manera, se puede hablar de imagen simbólica. Llamo imagen simbólica a la relación asociativa que atribuimos a una obra literaria, a un fenómeno social o a un personaje. Un ejemplo es el “yo” del que habla el poeta norteamericano Walt Whitman, cuando dice: “Yo, un Cosmos, un hijo de Manhattan”, donde ese yo no es el yo individual, sino un yo representativo del yo colectivo. O decir que el diluvio que narra la Biblia puede ser asumido como una metáfora de las tragedias humanas. En fin, la imagen simbólica no es un mero recurso literario, sino una creación de la imaginación poética y la intuición lingüística del hablante. En el glosario de símbolos la voz que presentamos en su dimensión simbólica se describe y se consigna como entrada léxica, presidiendo la explicación de su significado. En la explicación de cada entrada se aplica un conjunto de criterios en procura de una uniformidad lexicográfica para la mejor comprensión de sus significados, connotaciones y variantes. Identificada la entrada o palabra clave, que se consigna al principio de cada explicación con letras mayúsculas y en negritas, se aplican los criterios del siguiente decálogo:

1. Definición del significado básico o valor literal de la palabra
2. Consignación del valor metafórico
3. Identificación del valor simbólico
4. Clasificación según el ámbito del saber (ling., med., rel., lit., folk., psic., fil., mit., met., míst., teol., astr., agr., dep., mús., arq., der., fís., hist., antr., etc.)
5. Consignación gráfica con abreviaturas en negritas
6. Ejemplificación o ilustración textual (cita textual de una obra)
7. El ejemplo de ilustración se escribe entre comillas y se cita la fuente
8. La palabra clave que aparece en la cita, se destaca en negritas
9. Si se pone más de un ejemplo, se subdividen a partir de su numeración
10. La enumeración de cada uno de los niveles se consigna en negritas

Ilustración de voces simbólicas

 PEZ. 1. Animal vertebrado acuático con extremidades en forma de aleta, que respira por branquias y se reproduce por huevos. 2. Usado como imagen amorosa, que con ternura se mueve en ámbitos inhóspitos: “Quisiera ser un pez para tocar mi nariz en tu pecera/ y hacer burbujas de amor por dondequiera/pasar la noche en vela/mojado en ti” (JLGuerra, “Burbujas de amor”). 3. Relig. El sentido simbólico de la pesca milagrosa: “Dijo Jesús: Muchachos, ¿no tenéis en la mano nada que comer? Le respondieron: -No. Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrar la red por la muchedumbre de peces. Dijo entonces a Pedro el discípulo a quien amaba Jesús: ¡Es el Señor! Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la zamarra -pues estaba desnudo- y se arrojó al mar. Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino como unos doscientos codos, tirando de la red con los peces. Así que bajaron a tierra, vieron unas brasas encendidas y un pez puesto sobre ellas y pan. Dijo Jesús: Traed de los peces que habéis cogido ahora. Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y con ser tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor. Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio, e igualmente el pez” (Jn., 21, 1-13). 3. 1. Representación confesional de identificación cristiana: “Efectivamente, el pez es un símbolo religioso de vieja data en el Cristianismo. Se remonta a los primeros tiempos apostólicos, en el estadio heroico de la gestación del Cristianismo. En la etapa inicial de la iglesia fundada por Cristo, que es la iglesia católica, los primeros cristianos sufrieron una terrible persecución por parte de los funcionarios del Imperio Romano. Como consecuencia de esa persecución, los seguidores de Cristo tuvieron que refugiarse en las catacumbas de Roma, para evadir apresamiento y tortura. Con la finalidad de identificarse entre sí, los primeros cristianos idearon como señal de identidad el símbolo del pez, una manera de reconocerse entre ellos. La elección de la figura del pez no fue casual, sino sabiamente pensada, ya que esa imagen aludía simbólicamente a Cristo, puesto que los Evangelios relatan la escena del milagro de los panes y los peces. Inspirados en la frase “Jesús Cristo Dios nuestro Salvador”, citada como un lábaro sagrado, los primeros cristianos idearon el símbolo del pez, ya que en griego se dice [Iesu Kristou Theou imerene Soter, ´Jesús Cristo Dios nuestro Salvador´], sigla de iktís, que en griego significa pez, pues una mente brillante advirtió que la letra inicial de cada palabra de la citada frase genera la palabra [ixtis], parónimo que en la lengua de los helenos significa ‘pez’, por lo cual se procedió a usar la figura del pez como señal y símbolo de que el portador era cristiano” (BRosarioCandelierLenguaje3) (5).

 CRUZ. 1. Estructura formada por un madero hincado en tierra y atravesado por otro más pequeño que se une perpendicularmente, donde se sujeta a una persona por los brazos y las piernas para torturarla o matarla: “Jesús fue humillado en una cruz. 2. Carga asumida o sentida como sacrificio, por lo cual la cruz tiene un madero para afincarse en tierra en dirección vertical y otro transversal, fijado en su parte superior en dirección horizontal: “Tu presencia en mi vida ha sido mi cruz”. 3. Míst. Representación simbólica de carga, angustia y abandono: “No hay huerto de olivos en que no me haga sudar angustia, /ni cruz en que no me haga sentir abandono” (FLeonardoHenríquezGemidos35) (6). 3. 1. Símbolo de sacrificio y veneración: “Una cruz clavada en el tope del cerro, por orden de Cristóbal Colón, se convirtió, según la leyenda, en el incentivo milagroso para que los españoles triunfaran e hicieran huir a los indígenas. Desde aquel entonces, el Santo Cerro, con su cruz de madera, se convirtió en símbolo de veneración hasta que desapareció casi totalmente con el paso de los siglos al ser descuartizada por la oleada de peregrinos, en miles de astillas venerandas, repartida por muchos lugares y conservada como reliquias en muchas iglesias; hasta la tierra del hoyo, donde fue clavada la cruz, fue motivo de búsqueda por los supuestos milagros que se recibían” (FRHerrera-Miniño, “Veneración”, Hoy, 24/09/15/12A) (7).

SEMILLA. 1. Germen del fruto de una planta que contiene el embrión de otra. 2. Medio comparativo usado como causa de algo: “Quien actúa movido por la semilla del odio, no genera sino reacciones contrapuestas”. 3. Met. Fuente de luz que fecunda la conciencia para las altas vivencias del espíritu: “Eco de otra voz/útero eterno de llama/nudo de irradiaciones de arcanos mensajes/de la semilla del Numen” (BRosarioCandelierCántico69) (8). 3. 1. Cauce metafísico y simbólico de ternura y piedad: “En un mensaje enviado a los participantes en el encuentro con los padres salesianos, la vicepresidente Margarita Cedeño de Fernández agradeció a los salesianos de Don Bosco por sembrar una semilla de amor, humildad y servicio en favor del pueblo dominicano. Una semilla de amor que ha florecido en los miles de exalumnos que han sido formados en sus centros educativos y en sus oratorios, y de la cual yo he sido testigo de excepción, como expresión de la gracia de nuestro amado Señor Jesús” (BApolinar, “Salesianos”, L. D., 28/09/15/2A).  

 MACO. 1. Vocablo del español dominicano para nombrar al “sapo”, que el Diccionario del estudiante define como “Anfibio sin cola, de ojos saltones, cuerpo rechoncho y robusto, extremidades cortas y piel de aspecto verrugoso”. 2. La palabra maco suele emplearse con el sentido traslaticio de ‘trampa’ y ‘engaño’: “Ahí hay un maco” (‘truco’ o ‘engaño’). Voz traslaticia de equívoco: “Tú crees que el maco es peje” (para decir que ‘estás equivocado’). “Es un acuerdo de maco y cacata” (‘cosa extraña e improcedente’). 3. Folk. Representa un concepto impuro: “Algunos periódicos usan comillas en la palabra “maco” para advertir que se trata de un término no puro. Sapo, a nivel universal, y maco, en República Dominicana, simbolizan lo feo, lo grotesco, lo desagradable. El término “maco” no le viene mal a los teléfonos ilegales, los mismos que nos arrebatan los ladrones…” (RPeraltaRomero, “Orto-escritura”, E. N., 13/09/15/31).

 PALOMA. 1. Ave de suave plumaje y armonioso vuelo: “Los parques públicos se adornan de palomas y las personas se agrupan para alimentarlas”. 2. Persona tranquila o de genio pacífico: “Vi una paloma cándida, bizarra/mecerse en el bambú/ mi mano esquiva por aleve garra/¡la paloma eras tú! (FMMonte, “Dolora”, en AHernándezAntología43). 2. Debilidad presentada frente a un acontecimiento: “Summers deja entrever posturas más de paloma que de halcón” (JHilsenrath, “Economía”, L. D., 31/07/13). 2. 1. En sentido metafórico se refiere a las nubes: “Blancas palomas/tardes con alas/como si todas/ de dos en una viajara solas…” (GPérezCastilloAcecho58). 3. Lit. Voz simbólica del sueño humano de realización gozosa y plena: “Sí, aquí, rodeándome de cosas amables y ligeras,/un trino, una paloma, cuatro letras tomadas/de tu nombre/para ahuyentar estos fantasmas que persiguen noche y día./La soledad es un fantasma que acosa sin sosiego,/el amor es un fantasma/y tú, mi fantasma mejor, mi preferido./Estoy inventariando pertenencias ya sin rótulos/porque la muerte no requiere de alfabeto que la nombre,/la muerte es el designio de los días habitables,/el designio de sueños frustrados cuando todo se rehúsa/para estas manos en alto levantadas” (MValerioCoral43). 3. 1. Rel. La paloma es el símbolo de la paz, proveniente de la experiencia narrada en Génesis cuando Noé envía la paloma por segunda vez trayendo una rama de olivo en su pico. Esto significaba que el castigo de Dios había cesado y empezaba una nueva era de paz: “Esperó aún otros siete días, y volvió a enviar la paloma fuera del arca. Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico; y entendió Noé que las aguas se habían retirado de sobre la tierra” (Gn.8:10-11). También, en el año 2008, el buscador Google colocó una paloma blanca y la bandera colombiana en el logo de su página de Internet como representación de solidaridad con el pueblo colombiano para sumarse a las manifestaciones por la libertad de los secuestrados en ese país. 3. 2. Biol. De manera simbólica se refiere a los pechos de una mujer joven y hermosa: “Todo tu cuerpo tiene/copa o dulzura destinada a mí. / Cuando subo la mano/encuentro en cada sitio una paloma/que me buscaba, como/si te hubieran, amor, hecho de arcilla/para mis propias manos de alfarero” (PNerudaCapitán19). 3.3. Míst. 2. Voz indicadora de armonía, belleza y dulzura como expresión simbólica de la Divinidad. Como los grandes místicos de Occidente, Tulio Cordero ve a Dios en el viento, el rocío, las palomas: “Unas letras temblorosas,/solo para decirte/que no he dormido estas noches./…Y no es de pensar en Ti,/sino de tenerte dentro./(Es lo que no se lleva dentro/lo que se piensa)./…Estas estaciones divagan/sin poder robárteme./Es que te llevo dentro/como el pueblo su dolor y su esperanza./Y yo soy pueblo y tú…/Ay,/paloma mía,/no duermo” (TCorderoLatido43).

La intuición semiológica de la simbolización

Cuando conformé el equipo de colaboradores en la investigación de voces con valor simbólico con miras a la confección de un Glosario de símbolos, dicté a sus integrantes un taller de orientación simbólica. En la primera reunión, les expliqué a los integrantes de este equipo de investigadores las directrices teóricas para llevar a cabo este nuevo proyecto lexicográfico de la ADL.

Un diccionario de símbolos implica un efectivo conocimiento del “símbolo”, la simbología, el simbolismo, la semiología y la simbolización, que es un nivel de interpretación de una expresión del lenguaje, dimensión altamente compleja, ya que el símbolo no es una cosa que figura en la realidad como un puente, una espada o una lámpara, sino que es una connotación metafísica y espiritual de la cosa simbolizada, ya que lo que la dimensión simbólica es intangible. No es visible como una cruz o una lanza, pero tienen un valor simbólico.

Todas las cosas proyectan un conocimiento simbólico, que el lenguaje formaliza en voces de referentes concretos. El mundo sensorial de lo existente y el ámbito sutil de lo invisible concitan una interpretación simbólica, que la conciencia del contemplador o la mente del analista y estudioso de los símbolos ha de interpretar a la luz de lo que la palabra refleja.  Un dato importante es el tipo de palabras que encarnan símbolos. Se trata, especialmente, de los sustantivos, específicamente, sustantivos concretos. La función simbólica redimensiona los rasgos esenciales de las cosas, asumidas como expresión de su dimensión interior, metafísica y trascendente. El símbolo ilumina el sentido. Y da lugar a valiosas facetas interiores de la realidad. Importa saber interpretar esa dimensión representativa del lenguaje y la realidad, que entraña el simbolismo de voces, porque hemos de entender y valorar el pensamiento intuitivo de los poetas y la reflexión lógica de otras manifestaciones del lenguaje no poético, que tienen un valor simbólico. Por ejemplo, la escalera representa la conexión entre lo visible y lo invisible, entre la conciencia del sujeto y la realidad de lo viviente y el inconsciente colectivo. Igualmente, la mariposa representa el camino hacia la transformación. Y el fuego, que es uno de los arquetipos cósmicos (9), simboliza la esencia de lo divino y el espíritu de la verdad. En su onda mística y simbólica asociada a la Divinidad, el fuego encarna la potencia de la Creación. El fuego del Espíritu representa la Llama de lo Eterno. Cuando los místicos viven la experiencia del fuego tienen la sensación de la presencia divina. Reconocen la Esencia infinita y se conectan con la Fuente primordial del mundo. Esa certeza la viven en el interior de su conciencia, desde la dimensión vivencial de la espiritualidad y la pureza. Como dijo Juan-Eduardo Cirlot: “El fuego, orientado hacia abajo, representa la vida erótica; orientado hacia el cielo, expresa la purificación” (10).

Es importante reiterar que el símbolo añade un nuevo valor a las cosas, que siempre significan. El símbolo agrega otro valor a la palabra o al objeto asumido como tal, como la copa, el pez o la cruz. Así, por ejemplo, el pez, como signo simbólico de Jesús, apela a una conciencia superior, una conciencia crística, es decir, la convicción que guiaba al cristiano para vivir la llama de la fe inspirada en la prédica del Mesías y, en consecuencia, alude a la pureza del espíritu. Cualquier objeto (una ruina, un utensilio, una piedra, etc.) genera una señal, una voz, un sentido que la palabra formaliza y expresa con el lenguaje de la interpretación de una ‘presencia’ de su pasado ligado al hombre, la historia y la cultura. De ahí nace el valor simbólico de las cosas, que el semiólogo, el filólogo o el intérprete intuyen y recrean dando lugar a una sabiduría escondida o a un conocimiento soterrado y profundo que la realidad sugiere. El idioma secreto que las cosas ocultan está ahí, esperando al intérprete de la palabra que contiene el trasfondo de un significado inherente a cuanto existe en su forma física “legible” para el que sabe ‘intuir’ más allá de la apariencia sensible.

Descifrar la voz de las cosas es lo que hacen filólogos, místicos, arqueólogos, novelistas, poetas y semiólogos, que el entendido en el saber llamado simbolismo desentraña y perfila a la luz de lo que un objeto contiene y sugiere. Como dijera Marcio Veloz Maggiolo, hay un filón de datos que hacen que el intérprete se convierta en un alter, es decir, en otro ser y otra voz que escucha y narra: “Cuando en ciertos momentos las cosas parecen tener un habla, somos nosotros los que estamos conformando el doble, como alter nuestro, ya que nuestro otro es el que se desdobla queriendo imitar lo que es material confiable y sugerente para nuestra creación literaria” (11).

En todas las áreas de la realidad y del saber humano, especialmente en la creación literaria, hay símbolos. Esos símbolos son creados e interpretados por el hablante. Este Glosario de símbolos presenta una interpretación de voces que representan una singular dimensión simbólica de nuestra cultura.

 

Bruno Rosario Candelier
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, 12 de febrero de 2017.

Notas:

1. B. Rosario Candelier,  Ensayos lingüísticos, Santiago, PUCMM, 1990, pp. 247.
2. Karl Bühler, Teoría del lenguaje, Madrid, Revista de Occidente, 1966, pp. 21ss.
3. Ralph Waldo Emerson, Ensayos, XIII. En Stephen Ullman, Semántica, Madrid, Aguilar, 1972, p.17.
4. Pedro Salinas, La responsabilidad del escritor, Barcelona, Seix y Barral, 1970, p.22.
5. Bruno Rosario Candelier, El lenguaje del buen decir, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2014, pp. 3-4.
6. Fausto Leonardo Henríquez, Gemidos del ciervo herido, Madrid, Fundación Fernando Rielo, 2014, p. 35.
7. Fabio R. Herrera-Miniño, “Una veneración bañada por la sangre indígena”, Hoy, 24/09/15/12A.
8. Bruno Rosario Candelier, Cántico interior, Moca, Ateneo Insular, 2017, p. 9.
9. Juan-Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos, Barcelona, Labor, 1981, p. 46.
10. Fredo Arias de la Canal, Filosofía de la estética anterior al descubrimiento de las leyes de la creatividad, México, Frente de Afirmación Hispanista, 2003, p. XXV.
11. Marcio Veloz Maggiolo, “Ciertas creatividades”, Listín Diario, 11/09/15/9A.