Bemberria, bebentina, garantista

Por Roberto E. Guzmán

BEMBERRIA

“. . . repleto de gente en plena BEMBERRIA, gente con ninguna intención. . .”

Cada vez que se halla una voz que solo se conoce en el habla de los dominicanos el autor de estas apostillas celebra la creatividad de los dominicanos; sobre todo en un caso como el de esta voz que se trata de una creación completamente dominicana, pues la voz no se conoce en ningún otro país.

La definición de la bemberria coloca el acento sobre el consumo de bebidas alcohólicas. Es una pena que sea así, porque se presumió que en su origen se encontraba la voz “bembe” que se tomaba como sinónima de labio. Si se sigue esa línea de pensamiento, la bemberria debería ser una reunión donde el objetivo principal sería hablar; es decir, hablar por aquello de bembetear, que es “hablar mucho”. Se creyó que bemberria tenía en sus genes, quiérase o no, la palabra bembe. Tal parece que en este caso el bembe se mueve para beber más que para hablar. Esto es, se toma el bembe, pero no el hablar.

En principio se descartó que la palabra en el origen fuese bembé, así con el acento sobre la última letra E /e/, porque esa voz es propia de la santería y es una “celebración de carácter ritual, que se acompaña con toque de tambores”. Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016-I-142).

No es descabellada la idea de que se haya tomado el bembe de bemberria de bembé, pues en Cuba, la voz bembé ha tomado “Por extensión de la que tiene carácter religioso, se da este nombre a cualquier fiesta”. El habla popular cubana de hoy (1982:55).

El bembé fue o es un baile africano. El bembé también es el nombre de un tambor africano. El “bembem es el jubileo real o ruidoso festival de los reyes yorubas o lucumíes”. Glosario de africanismos (1924:52).

Luego de elucubraciones con respecto a la raíz de la voz en cuestión, se hace necesario mencionar algo sobre la terminación antes de poner el punto final a esta sección. Casi todas las terminaciones de palabras en español con -ia, llevan un acento sobre la letra /i/. En este caso no se observa el acento, de donde hay que concluir que es voz original y no derivada de otra.

Al final, puede concluirse que en la palabra bemberria, la raíz proviene de bembé, el baile o fiesta de origen africano. Es motivo de celebración que en el español dominicano existan algunas voces que manifiesten alguna relación con las raíces africanas ocultas en la cultura del pueblo dominicano.

 

BEBENTINA

“Los estados de emergencia no pararon las fiestas y BEBENTINAS . . .”

La voz del título se conoce en tres hablas propias de países bañados por el mar Caribe, Cuba, República Dominicana y Venezuela. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española asienta la voz bebentina y ofrece un equivalente, borrachera. Más abajo se argumentará con respecto de esta definición, pues no se está de acuerdo con ella.

No se está conforme con llamar borrachera a la bebentina, cuando en realidad la bebentina es una actividad y la borrachera es un efecto. El Diccionario del español dominicano (2013:83) incluye en sus páginas una definición más acorde con la acción que representa la bebentina, “Consumo abundante de bebidas alcohólicas”. La segunda acepción destaca otro aspecto importante de la bebentina, “Reunión en la que se beben bebidas alcohólicas en abundancia”. Ese aspecto es el de varias personas juntarse con el propósito de consumir bebidas alcohólicas.

No puede pasarse por alto que en la bebentina no se menciona el baile, la música o la conversación en la reunión, aunque estos pueden ser ingredientes que contribuyan a apurar mayor cantidad de bebidas alcohólicas, pues hacen el ambiente más propicio para ello.

  1. Pedro Henríquez Ureña trae la palabra bebentina en su obra El español en Santo Domingo (1940:189) y la incluye entre los adjetivos y sustantivos que califica de “abundancial”. De allí hay que colegir que es “beber en abundancia”. En la obra de D. Manuel Patín Maceo “Dominicanismos” él entiende que una bebentina es, “Acción de beber: anoche tuvieron una bebentina”. Dominicanismos (1940:41). En la obra Criollismos de R. Brito aparece bebentina con el sinónimo borrachera. Es posible que en su origen antes de 1930, solo fuera voz adecuada para borrachera y que luego evolucionara revistiendo las características que se han destacado más arriba.

Es obvio que la voz bebentina lleva en su seno el verbo beber, beben, y la terminación –ina. Esta terminación introduce una incongruencia, si se toma al pie de la letra, porque la terminación -ina se conoce en español para poner de relieve el rasgo diminutivo de lo que trata la palabra a la que se añade.

Junto con lo ya señalado en el párrafo retropróximo acerca de la terminación, hay que recordar que esta terminación sirve también el propósito de indicar que el sustantivo en el que se observa “tiene relación con” la palabra de la raíz; es decir, beber.

En el español dominicano se ha oído que una persona está “metida en una bebentina” cuando entra en una etapa de beber sin cesar. A veces esta persona va de sitio en sitio donde se venden bebidas alcohólicas como una diversión y quizás hasta terminar embriagado. En este caso no hay reunión, aunque se puede hacer el recorrido acompañado de una o más personas.

La palabra estudiada aquí recibió el reconocimiento del Diccionario de la lengua española, pues en este puede leerse, “ingestión en exceso de bebidas alcohólicas”; con la marca que es de uso en República Dominicana. Es un sustantivo femenino y siguiendo las pautas de ese diccionario, como no se menciona otro país; eso significa que es palabra propia de los dominicanos.

 

GARANTISTA

“La disposición GARANTISTA de la reforma. . .”

A pesar de que se ha encontrado en varias ocasiones la voz del epígrafe, esta no es de uso general en el español actual. Sin embargo, parece que tiene mayor circulación en algunos países de habla hispana, mientras en otros se la ignora por completo. Las informaciones de que se dispone indican que esta voz se originó en México. Se ha detectado el empleo en Argentina también. En España esporádicamente se encuentra la voz usada.

La definición más sencilla y directa del adjetivo garantista es, “que proporciona garantía”. De esa forma figura en el Nuevo diccionario de voces de uso actual (2003:518).

Los tres ejemplos de uso del recién mencionado diccionario tienen relación con situaciones en los tribunales, de donde se deduce que en el ámbito jurídico es donde tiene preponderancia la voz del título.

Otro rasgo común en los ejemplos es que estos tratan de garantías en sentido figurado, no de garantías en sentido concreto, esto es, se trata de garantizar derechos; no de prestar garantías de cumplir una obligación asumida convencionalmente en lugar de otro.

Puede adelantarse que esta voz no se encuentra en la lista de las que se consideran para incluir en la próxima edición del diccionario oficial de la lengua española. No obstante, si el uso persiste y se amplía, los académicos de la lengua pueden admitir la voz en el futuro.

Pepla / plepla, cachú, bonche

Por Roberto E. Guzmán

 

PEPLA – PLEPLA

“. . . no puedo estar como tú en una esquina . . . hablando PEPLA”.

Esta voz del epígrafe es interesante. Lo es por dos particularidades. Es única en tanto formación y en cuanto significado. La pepla o plepla es creación de la inventiva dominicana.

Es una voz muy precisa, pues solo tiene una acepción indiscutible. Quien escribe estas reflexiones acerca del habla de los dominicanos piensa que la voz es una onomatopeya. Las ideas expuestas más arriba se desarrollarán en detalle más abajo.

El Diccionario del español dominicano (2013:539) trae una acepción, como se anotó antes, “Cosa insustancial sobre la que se habla”. Es un tema que no reviste interés, que no merece ser asunto de conversación. La cita en ese diccionario que ilustra el uso ofrece una equivalencia, vacuencia, que es muy dominicana también. Es un sujeto de charla vacío, sin trascendencia. El diccionario mentado más arriba asienta una acepción para vacuencia, “Disparate, dicho sin sentido o intrascendente”.

La palabra plepla está recogida en el mismo diccionario mencionado antes, página 558, “Cosas intrascendentes sobre las que se habla”. En funciones de sustantivo para una persona es “tonta, alelada”.

Las dos voces aquí examinadas evocan el blablá conocido que la Real Academia define, “Discurso largo y sin sustancia, y a veces con tonterías o desatinos”.

Puede aducirse que el blablá es más serio que la plepla, pues la última no es discurso sino conversación. Esto a menos que se tome el término discurso en un sentido restringido, simplemente como una “serie de palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o se siente”.

La sonoridad de la pepla y la plepla llaman la atención y se parece a la cháchara que es una “conversación frívola”, de acuerdo con una de las definiciones que se halla en el diccionario de la docta corporación madrileña de la lengua.

La conversación de la pepla o plepla no es corta; mueve a pensar en la locución adverbial “de pe a pa”, de uso en el habla de los dominicanos para expresar, “De principio a fin, entero”. Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:379).

Se sostiene aquí que las dos voces, pepla y plepla, traen consigo la idea del sonido de una charla sostenida solo por el ruido, sin sujeto serio, sin contenido.

 

CACHÚ

“Contar los votos es un CACHÚ”

El cachú es una salsa condimentada hecha sobre todo con tomates. Al mercado internacional llegó por medio del comercio impulsado por los Estados Unidos. Se usa directamente, es decir, sin necesidad de calentarla o mezclarla con los alimentos sobre los que se aplica. Se popularizó para aplicársela a las salchichas de los famosos hot dogs o a los no menos famosos hamburgers.

En la actualidad muy pocas personas recuerdan que el ketchup, catsup, catchup proviene de Malasia, donde era kechap y era una salsa de pescado. Esa salsa se conocía allí desde las postrimerías del siglo XVII o principios del siglo XVIII.

Durante largo tiempo en el español dominicano cachú era el animal que tenía los cachos (cuernos) largos. Esa era y es la forma descuidada de decir cachudo. Años atrás en los medios rurales, la palabra favorita era cacho para los cuernos; la última era una palabra más citadina.

Ahora bien, en la cita lo que se lee es una frase popular, “ser un cachú”. Con esta frase el dominicano expresa que eso a lo que se refiere es “fácil o grato”.

No conforme con esa significación, también se usa para llevar al ánimo de la otra persona, “tener aspecto o condición agradable”. El cachú como ingrediente de expresiones no termina ahí, pues el giro “¡qué cachú! indica que “algo o alguien es agradable”.

Si todas las frases anteriores se sirvieron del cachú para dar a entender juicios positivos, no podía faltar una para complacer a las personas que no gustan del cachú, “echar cachú”, locución verbal que se usa para “insultar, ofender o reprender a alguien”. Todas las frases aquí citadas están recogidas en el Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:77).

No puede olvidarse, si la palabra cachú se encuentra en el origen de varias frases, entre ellas algunas hasta cierto punto contradictorias, eso es un indicio de la popularidad que la salsa tiene, si no en la comida, por lo menos en el habla.

 

BONCHE

“Era un BONCHE general que de seguro . . .”

El autor de estos comentarios acerca del idioma recuerda que la primera vez que oyó la voz bonche fue de boca de puertorriqueños. Era una voz que se usaba en Nueva York entre los boricuas que allí vivían y, también entre los que permanecían en la isla. Existe la posibilidad de que la voz tuviese su origen en Nueva York y de allí pasara a la isla.

Es muy probable que los dominicanos hayan adoptado la voz a fuerza de oírla de boca de los puertorriqueños, especialmente cuando departían o eran invitados a fiestas y celebraciones de los boricuas.

El primer bonche que oyó hace muchos años quien esto escribe fue el de reunión de personas para celebrar. Cuando invitaban a un bonche se sabía de antemano que se trataba de integrarse a un ambiente de fiesta que podía ser ruidosa, con música, licores y a veces baile.

Como sucede en las lenguas con muchas voces, estas cambian su significado, ya sea añadiendo nuevos o, perdiendo viejos por falta de uso. En el caso de bonche puede comprobarse algo que ha sucedido con muchas otras voces, que sus acepciones han variado a través del tiempo. Además, ha adquirido acepciones variadas al pasar su uso de un país a otro.

En República Dominicana la voz bonche posee cuatro acepciones que son conocidas en otras hablas. Es una fiesta o reunión festiva; así como una reunión de gente para celebrar algo y una gran cantidad de personas, animales o cosas. Por último, es un manojo o grupo de cosas atadas para mantenerlas juntas.

El Diccionario de americanismos, DAA (2010) reconoce tres acepciones de las mencionadas más arriba. La cuarta acepción, la del manojo de cosas, no constaba en ese lexicón, pero aparece ya en el Diccionario del español dominicano (2013). Esa última acepción constaba en el DAA como de uso en México. Esta corresponde con la primera acepción del inglés para bunch.

Quien escribe estas notas mantiene la tesis de que el ambiente festivo y la celebración se la añadió o creó el puertorriqueño a la voz angloamericana al españolizarla. Como se expresó al principio de esta exposición, los dominicanos adoptaron la voz con las acepciones puertorriqueñas, sobre todo en relación con un grupo de personas reunidas para fiestar.

Hay que celebrar que bonche sea una reunión festiva, con algún ruido, comida y bebidas alcohólicas, en donde la amistad es el mejor ingrediente para la animación.

También los intelectuales fallan

Por Tobías Rodríguez Molina

 

En la ciberpágina de la Academia Dominicana de la Lengua se publicó el artículo titulado “Abundan los usuarios que no saben emplear el punto y coma”. Allí se afirmó que los signos de puntuación les resultan difíciles de emplear correctamente a muchos escribientes de la lengua española, y que el de mayor dificultad resulta ser el punto y coma.

En ese artículo se ofrecieron los casos en que se usa el punto y coma, tanto en forma obligatoria como  opcional, y se presentaron algunos fragmentos en que se empleó o se dejó de emplear ese signo quebrantando las normas que rigen su uso.

En esta ocasión veremos fragmentos de una entrevista que le realizó el director de un diario dominicano, un intelectual de nuestro país, a otro intelectual, que es consultor y  propietario de una realizadora de encuestas. Analizando  textos de esos dos intelectuales,  se verá que también ellos, los intelectuales, tienen dificultad para el buen manejo del español en la puntuación y en otros aspectos del mismo.

Pasemos a ver los fragmentos en los que aparecieron algunos alejamientos  de las normas, a los cuales se les harán las correcciones pertinentes.

  1. “Más que una entrevista, éste es un conversatorio…” En este breve fragmento aparece acentuado el pronombre demostrativo “este” a pesar de que hace ya varios años que la RAE dictaminó la no acentuación de esos pronombres. Es cierto, como lo reconocen los académicos, que muchas personas no siguen esa pauta de la Real Academia de la Lengua y siguen marcando la tilde a los pronombres demostrativos.
  2. “La mayoría hace público su trabajo como forma de posicionarse en el mercado electoral, otros, como es mi caso, creemos que el protagonista de la campaña es el candidato…” Esta vez aparece el empleo de una coma entre las palabras “electoral” y “otros” siendo ese un caso de empleo del punto y coma por tratarse de una proposición yuxtapuesta. En lugar del punto y coma, pudiera escribirse, entre electoral y  otro,  la “y” coordinante.
  3. “…el protagonista de la campaña es el candidato, no el consultor, por tanto, hay que mantenerse en bajo perfil.” De nuevo aparece empleada  una coma antes de “por tanto” toda vez que lo que manda la norma es el punto y coma, y hoy en día hay la opción de usar el punto, pero no la coma, ya que se trata de una  yuxtapuesta.
  4. “…y no fanfarroneo con eso, incluso, en el hotel que me hospedaba fueron los periodistas a preguntar “por el consultor dominicano” y yo mismo les dije que no lo conocía.” En el presente fragmento hay ausencia de la preposición “en” para formar el relativo “en que” (que pudiera ser también “en el cual”), con lo cual se ha generado el llamado “desenqueísmo”. Con incluso se inicia una nueva oración después de la oración “…y no fanfarroneo con eso.” Por lo tanto, después de “eso” se pone un punto y se inicia “incluso” con letra mayúscula.
  5. “Don Aurelio, una leyenda argentina de la consultoría me pidió que le acompañara en la directiva que él encabezaba y con gusto y orgullo le acompañé” Después de “Don Aurelio se inició muy bien el incidental con una coma, pero le faltó poner la otra coma después de “política” para indicar el final de ese inciso.
  6. “En ALACOP la norma ha sido que el vicepresidente pase a ser luego el presidente, lo mismo hizo mi pana venezolano Carlos Pineda y a ambos les dije que no…” Se continúa con el uso de la coma en lugar del punto y coma o la “y” después de “presidente”. O se escribe una “y” como elemento coordinante, o el punto y coma por tratarse en ese caso de una proposición yuxtapuesta.
  7. “…Memo Rentería, un consultor mexicano,…me pidió que le acompañara en la campaña que llevó a Jaime Rodríguez…a la gubernatura de Nuevo León en México, también se lo agradecí, pero no acepté.” En este fragmento falta una coma después de “León” y, en vez de la coma que aparece después de “México”, lo que manda es un punto, pues allí se inicia  otra oración aunque existe la opción de usar un punto y coma en lugar del punto.
  8. “Utilizamos una estrategia  muy sutil y delicada que no creara fisuras  con Hipólito Mejía para que éste se pudiera integrar a la campaña.” Ese relativo  “que” debe ir precedido por una coma, pues encabeza una proposición subordinada adjetiva explicativa,  a diferencia de la subordinada adjetiva especificativa, la cual complementa la proposición que le antecede a manera de un determinante adjetivo. Un desacierto más lo constituye la acentuación del  pronombre demostrativo “este”. Más arriba (fragmento 1) dijimos que  no lleva tilde si seguimos lo dictaminado por la Real Academia Española (la RAE).
  9. “En toda campaña presidencial hay siempre consultores extranjeros, ¿los tienen ustedes también?” La oración enunciativa afirmativa termina con la palabra “extranjeros”, por lo cual debe usarse un punto y no una coma.  Luego se inicia una nueva oración, que es interrogativa, y debe iniciarse con “Los” con  letra mayúscula.
  10. “En el 2008 trabajé para Miguel Vargas y luego del proceso don Miguel me pidió que trabajáramos en exclusiva para el PRD, se lo agradecí, pero le dije que cada compromiso nuestro era por cada campaña.” El inciso “luego del proceso” debe aparecer entre dos comas. Y, después de “PRD”, se inicia una oración diferente a la anterior, por lo cual se colocará un punto antes de “se” y esa palabra se escribirá con mayúscula.
  11. “…no acepto trabajar con un candidato que no me sienta cómodo.” En este fragmento aparece el caso llamado “desconelqueísmo”, que consiste en eliminar  “con el” del relativo de compañía “con el que”. El consultor debió haber expresado “…no acepto trabajar con un candidato con el que no me sienta cómodo.”

Como se ha  podido notar en los casos que se han presentado, aun personas con un elevado nivel escolar y cultural  y  reconocidos como prominentes intelectuales, cometen desaciertos aunque se trate, en muchas de las veces, de casos comunes y de uso corriente referentes a los signos de puntuación. En otros aspectos del español, como en los casos del “desenqueísmo” y el “desconelqueísmo”, el apartarse de la sintaxis  marca una tendencia al cambio lingüístico más que a un error sintáctico atribuible a una deficiencia personal. Y viendo el manejo de la lengua con algunas deficiencias que se reflejan en esos dos intelectuales dominicanos, podríamos decir  que “a cualquiera se le muere un tío”, como a veces se dice; pero ese no puede ser un motivo para el descuido y la dejadez en el buen empleo de nuestra lengua.

Pichirrí, picapica, foete / fuete

Por Roberto E. Guzmán

PICHIRRÍ

“Los bancos tienen al dueño cogío por el PICHIRRÍ”.

Esta voz adquirió notoriedad en el habla de los dominicanos cuando una persona muy destacada en el ámbito político la utilizó en público. Este uso en los medios de difusión masiva le confirió importancia a la voz. Para sorpresa de quien escribe estas notas, algunos hablantes de español dominicano no estaban familiarizados con la voz pichirrí.

No puede negarse que pichirrí es una voz que pertenece al ambiente rural, donde las personas suelen llamar de modo diferente a algunas partes de los cuerpos de los animales. Cuando un campesino llama pichirrí a la parte inferior, o terminación de la columna vertebral de un ave, especialmente un pollo o gallina, lo hace para evitar mencionar esa parte por un nombre que no pueda aceptarse porque se considera vulgar o malsonante.

En el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias (2010:1689) figura pichirrí con la definición, “Parte inferior de la columna vertebral”. El Diccionario del español dominicano (2013:545) completó la definición anterior, “Extremo inferior de la columna vertebral del pollo”. Esa definición refleja la mayoría del uso, aunque puede pensarse que no es completa porque en realidad todas las aves tienen esa parte. Hay que retener que en muchas ocasiones las personas que no son versados o no tienen interés en ello, no distinguen entre el pollo y la gallina y utilizan pichirrí tanto para uno como para otro y así debe ser.

Ahora bien, como muchas personas tuvieron contacto con la voz del título cuando esa persona, ahora expresidente de la República, usó la locución “agarrar por el pichirrí”. La voz llamó la atención de los citadinos, pero algunos no entendieron el sentido de la locución.

La locución “agarrar por el pichirrí” expresa la idea, “Tomar desprevenido a alguien” y, “Dominar algo o a alguien e inmovilizarle”. La primera locución refleja una acción de gallinero donde se agarran las aves por el pichirrí para sorprenderlas viniendo de atrás, sin que estas puedan darse cuenta. Además, la segunda idea de la locución es bien servida, pues de ese modo se gobierna el ave, puede dominarse.

Este pichirrí ha producido otras locuciones, “apretar el pichirrí”, “coger por el pichirrí”. La primera transmite la idea de “sancionar, castigar, corregir”. La segunda se usa para, “agarrar al adversario en la parte que más le duele”.

Llamarle pichirrí a esta parte del cuerpo de un ave se ha convertido también en un eufemismo para denominar la parte del cuerpo humano “donde la espalda pierde su nombre”.

Se convirtió la voz en un término jocoso que se transforma en un motivo de reconocimiento a la inventiva del campesino dominicano que es capaz de crear expresiones que transmiten con tanta fidelidad y humor las ideas.

 

PICAPICA

“. . . con la barriga y sus esperanzas de buena vida se circunscribe a figurar en su mente un salami o una PICAPICA . . .”

La voz picapica entró en el español dominicano hace no más de 40 años. O al menos, no se popularizó hasta hace esa cantidad de años. En otros países la palabra picapica designa un árbol, el papel picado o una sustancia que produce mucha picazón.

En República Dominicana picapica es una sardina enlatada con salsa picante añadida. Así mismo sirve esta palabra para designar dos plantas trepadoras. Solo en el habla de los dominicanos se usa esta reiteración del verbo “picar” para llamar a una sardina enlatada. El Diccionario del español dominicano (2013:544) ofrece una definición un poco diferente de la que se sugirió aquí antes, “Sardina enlatada, generalmente con picante añadido”.

Con la reiteración de que el sabor de la sardina produce un fuerte ardor en el paladar, picar, se pondera la sensación ardiente y acre en la boca y la garganta del sabor de la sardina en cuestión.

Durante mucho tiempo en el campo dominicano el arenque y el bacalao fueron alimentos preferidos en la dieta diaria por su fácil conservación sin necesidad de refrigeración debido a la gran concentración de sal en ellos. Otra cosa que contribuía al consumo era que eran dos alimentos con mucho sabor que permeaba cualquier otro tipo de “compaña” y hacía “rendir” los víveres, el arroz, el pan o la pasta que se consumían con estos.

La popularidad a la picapica le llegó también como producto del incremento de los precios de los demás alimentos que competían por el favor del consumidor en el medio rural.

Un locrio de picapica no será un manjar de los dioses, sin embargo, satisface el hambre, provoca sed de tomar que hace que se beba y se llene el vientre. Sacia los sentidos, el sabor como ya se explicó; el olor a producto del mar no puede ser más penetrante. La vista queda premiada con los colores naturales y agregados a la sardina. Esta cadena de acciones apagará los deseos de comer más. Además, el locrio de sardinas es sabroso si se come con hambre o con deseos de saborear algo con gusto fuerte.

 

FOETE – FUETE

“. . . cuya casa era un taller familiar para . . . elaborar FUETES”.

En el título de esta sección se copian dos maneras de mentar el mismo objeto. Ambos vocablos denotan interés en reproducir algún rasgo del origen del vocablo. Este vocablo proviene del francés fouet, cuya historia se examinará más abajo. Aquí se estudiarán, además, las peripecias de este látigo en el habla y la literatura americana. Junto con estos vocablos se mencionarán otros que tienen relación con los dos que son objeto del estudio detallado.

En el baúl de los recuerdos acerca del habla se encuentra el fuete. Eso de llamarle látigo fue un vocablo que se integró mucho más tarde al léxico del autor de estos comentarios. Con esto se pretende destacar que en el uso, en el habla, durante largo tiempo, que el hablante se inclinó por llamar fuete a ese instrumento.

A primera vista puede resultar arriesgado escribir que quizás este vocablo, fuete, entró en el español dominicano, o por lo menos se reafirmó, con la ocupación haitiana de la parte este de la isla La Española entre 1822-1844.

En su origen el fouet fue un instrumento formado de una parte sólida para asirlo y otra flexible, que servía para guiar los animales. En una de sus formas sirvió para incentivar la marcha de los animales. Recuérdese que en la parte este de la isla La Española se desarrolló lo que se ha dado el nombre de “sociedad o economía hatera”. Luego, de esta actividad el fuete pasó a otros usos en el país de los dominicanos. La palabra francesa con esas características entró en esa lengua en el siglo XIV.

En República Dominicana P. Henríquez Ureña cataloga la palabra fuete en tanto “galicismo de origen libresco”. Este filólogo también menciona el verbo “fuetear” en el español dominicano para expresar azotar. De este estudioso se toma la información de que en el siglo XVIII aparece documentada la voz fuetiados, que en palabras de don Pedro “[denuncia] la antigua difusión de la voz afrancesada fuete y del verbo derivado”. El español en Santo Domingo (1940:246)

En el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, al tratar la voz fuete, el autor, entre otras informaciones afirma, “Algunos aplican este nombre a todo instrumento de azotar; pero otros le concretan al chucho . . .” Este chucho es el látigo de cuero. (1836:265). Los demás autores que escribieron con posterioridad a Pichardo repitieron lo que él había escrito.

De este fuete derivan en República Dominicana, fueteada, fuetiada, fuetiza, fuetear, cuyos significados pueden deducirse de las terminaciones.

Tolete

Por Roberto E. Guzmán

TOLETE

“. . . el sueldo mínimo de los guardias y militares nada menos que 30,000 TOLETES al mes . . .”

En la oración que se reproduce más arriba se utiliza la voz tolete de modo que representa algo diferente de su significado de origen.

Este tolete de la cita equivale al peso dominicano que posee tantas denominaciones porque de una manera u otra el usuario de la lengua prefiere evitar llamarlo por su nombre y se refiere a este con nombres diferentes, “caña, molongo, tururú, maraca” y otros que ahora no acuden a la memoria. Esta denominación de tolete del peso la comparte el dominicano con los cubanos.

Más interesante que todo lo anterior es la voz tolete y su origen en América. Eso se examinará en detalle para ilustrar el asunto; así como las voces derivadas de tolete.

“Hay que comenzar por el principio”, dice el pueblo y hay que oírlo. La palabra tolete en su origen es la “estaca pequeña y redonda, encajada en el borde de la embarcación, a la cual se ata el remo”. No hay duda de que llegó a América con esa definición, pues existía documentado en la lengua que luego se hizo común desde el siglo XVI, exactamente en 1587. Se tomó del francés tolet que lo tomó quizás de una lengua germánica.

En Europa siguió llamándose escálamo al palo fijo para atar el remo, mientras que en América se prefirió llamarle tolete. A este fenómeno llama el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-VI-534) de “separación geográfica”. Esto puede tomarse como un indicio de popularidad de la palabra tolete en América.

  1. Esteban Pichardo lexicógrafo dominicano de nacimiento asienta en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas (1836:581) que tolete en Cuba era sinónimo de garrote, pero más corto, cilíndrico. Anota además que “toletazo” es el golpe dado con el tolete. Hay que destacar, si el tolete había generado un derivado, toletazo, es porque su uso se había generalizado ya como arma, por lo menos en esa isla. No puede olvidarse que a Cuba llegaban las naves procedentes de España y de allí salían a otras partes de América después de hacer escala.

Debe destacarse que el tolete era más corto que el garrote, rasgo que fue seguido por Roque Barcia quien escribe, “palito redondo” para describir el tolete de las embarcaciones menores. Esas caracterizaciones trazan la línea a seguir cuando se denominó tolete el del policía. Ese autor ya consigna el toletazo, “golpe dado con el tolete”. Diccionario de la lengua española (1883-V-157)

Ya en 1924 consigna Constantino Suárez en su Vocabulario cubano (1924:495) no solo el tolete conocido de la marinería, sino que describe en detalle que este forma parte del armamento de la policía municipal. Esto hace que se utilice la palabra con mayor frecuencia aún. No solo señala eso, sino que incluye que tolete es “persona tosca, ruda, de entendimiento tardo”. Ya se usaba también llamar tolete a la “moneda de plata de un duro”.

El tolete continuó su popularidad en el uso, pues Fernando Ortiz en su Nuevo catauro de cubanismos (1923:470) trae no solo los vocablos tolete y toletazo, sino también “toletari”, con una explicación oportuna acerca de su significado. Así se llama al vigilante de policía por llevar un tolete como única arma. Explica que la terminación viene por el arribo del juego vasco pelotari a Cuba.

El vocablo tolete no permaneció en Cuba, pues aparece documentado en Puerto Rico en 1933 en tanto “moneda de un duro”. Esa información está en el Vocabulario de Puerto Rico publicado en 1967, página 277. Hay que destacar que no se utiliza la palabra tolete para el peso moneda nacional, sino para el duro español, de la misma formas que en Cuba.

El uso de tolete se popularizó no solo en las Antillas, pues pasó a Colombia y Venezuela a temprana hora. Llegó su importancia a tal nivel que adquirió otros significados. En Colombia se le acepta o aceptaba como “palo o garrote largo”. También designaba un “pedazo grande de alguna cosa” o simplemente “grande, enorme”, así consta en Colombianismos, de J. Tobón (1953:245).

Una vez que la voz llegó a América del Sur adquirió otras significaciones, más definidas, así como nuevos significados. Venezuela llamó toletazo al trago, copa de licor, tal y como se encuentra en Buenas y malas palabras (1974-II-116), de D. Ángel Rosenblat. Esto sin perder el significado de golpe.  En ese país en las zonas rurales sirvió tolete para denominar un “trozo de árbol”, Vocabulario del hato (1991:210).

En ese país, Venezuela, el tolete aparece como “palo del cual tira la caballería para mover los molinos”. En algunas regiones de Venezuela usan de la voz para un “pedazo, particularmente de algo comestible”. Más adelante en la historia el nombre tolete pasó a denominar al bate del beisbol. Diccionario de venezolanismos (1993-III- 217). El primer toletero que hizo su aparición fue el venezolano para “pendenciero, camorrista”. Diccionario general de americanismos (1942-III-193).

El toletazo en ese país es el golpe fuerte que se da con un palo o garrote, y, en el beisbol es el batazo. De allí que el bateador en ese juego se llame de toletero.  (1993-III-216). Todas estas informaciones están claramente documentadas en el citado diccionario.

Los derivados de tolete para acciones fuera de su estricto campo, marinería, son testimonios de la vigencia del vocablo en el habla. El uso del vocablo tolete para denominar varios objetos, de mucho uso algunos de ellos.

En República Dominicana Henríquez Ureña menciona el “golpe dado con el palo llamado tolete”, toletazo. Con respecto “Al peso como moneda representativa, se le dan nombres burlescos, como en todas partes: tolete, … cáncamo, tulipán, … clavado …” Ese erudito investigador anotó que tolete era garrote y humorísticamente, peso. El español en Santo Domingo (1940:186-222-224). En la obra Dominicanismos de Patín Maceo solo aparece la palabra tolete usada en lugar de “dólar”. Esta obra fue publicada en 1940 en República Dominicana. (1940:199).

Antes de las intervenciones ya mencionadas, Brito había recogido la palabra en su obra Criollismos de 1930. La fecha de la edición de esta obra muestra ya la vigencia del tolete en el habla de los dominicanoS. Eso no es todo, ese autor trae una voz que ha caído en desuso en el habla de los dominicanos, “toletearse”, él escribe, toletiaise representado así la forma de hablar del habitante de la región de Cibao en República Dominicana. Este toletearse es “morir”. La importancia de la mención de este autor y su obra no termina ahí, pues él define el tolete en tanto, “Madero tosco en forma de bastón”. Esta definición difiere de la aceptada por el resto de estudiosos que se ocupan de la voz. Y trae ese nombre, tolete, también para el Dollar.

En tiempos más recientes en el habla de los dominicanos, el tolete, el toletazo, toletear y toletero gozan de vigencia.  El Diccionario del español dominicano (2013:663) reconoce dos acepciones para toletazo. La primera es “golpe contundente dado con un garrote”. La segunda es, “En el beisbol, batazo fuerte”. Con respecto a la primera acepción, “con un garrote”, según el criterio de quien escribe estas notas, no parece corresponder a la realidad de los hechos, pues limita el instrumento usado para propinar el golpe al uso de un garrote, cuando se ha oído que se usa para llamar el golpe del toletazo el que se propina con otros objetos rígidos.

Se ha oído también que una persona que se da un golpe, sobre todo de modo accidental, se da un toletazo, con lo que el nombre ha pasado a otro plano.

Con respecto de la palabra tolete, ese diccionario define el objeto, “garrote corto”. En el caso en que se aplica a persona es, “hombre fuerte y corpulento”; “hombre valiente”. El peso, moneda corriente dominicana se conoce con el nombre tolete; así como el pene.

Toletear es “golpear a alguien con un garrote”. Este verbo se desplazó al área de la actividad sexual y se usa para “realizar el coito”. Nada de extraño si al pene llaman tolete.

Con respecto de la otra palabra relacionada con esta familia de vocablos, toletero, sigue siendo el jugador de béisbol que produce batazos de muchas carreras.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

Ortografía

El apellido, esa parte del nombre propio que nos identifica como miembros de una familia, por su rol de antropónimo debe escribirse con mayúscula inicial, aunque esté expresado con sustantivos tan comunes como madera, puente, puerta o mesa, río, mata.

Por sus mismos orígenes, algunos apellidos han adquirido la preposición /de/ (de León); otros llevan además los artículos –la o -el, según el género (de la Cruz, del Castillo); y también unos llevan el artículo –la antepuesto (La Luz, La Guardia).

Con frecuencia vemos apellidos escritos con la preposición en mayúscula y en algunos casos lo propician los portadores de ese nombre familiar (De Castro, De Óleo). Pero aún más, algunos colocan mayúscula al artículo –la en apellidos que llevan este vocablo entre la –de y el sustantivo (De La Cruz, De La Rosa). ¿Procede poner mayúsculas en las preposiciones y los artículos de los apellidos?

La Ortografía de la lengua española, publicación oficial de la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española, indica al respecto que si un apellido español comienza por preposición, o por preposición y artículo, estos se escriben con minúscula cuando acompañan al nombre de pila: Fernando del Campo, Luis de Torres, Juana de la Rosa; pero, si se omite el nombre de pila, la preposición debe escribirse con mayúscula: señor De Torres, De la Rosa, Del Campo… (Edición 2010, pág. 467).

Cuando se invierte el orden de nombre y apellido, como para archivo o referencia bibliográfica, y el apellido precede al nombre de pila o se prescinde él, se empleará mayúscula inicial en la preposición. Ejemplo: De la Rosa Carpio, Ramón; De León, Osiris; De Castro, Aníbal.

Los apellidos que empiezan por artículo /La/, que no son muchos, deben escribirse siempre con mayúscula inicial, vayan o no acompañados del nombre: calle La Guardia, Pedro La Guardia; Milton La Hoz, señora La Hoz, José La Luz, Horacio La Madrid. Lo mismo va para los apellidos: La Torre, La Vega, La Rubia, La Parra, La Huerta, La Calle, La Blanca, La Merced…

El aeropuerto local de Nueva York ha sido nombrado La Guardia en honor al alcalde Fiorello La Guardia. Una calle en Santo Domingo se denomina La Guardia, igual que una ciudad de España. En cada caso La/ en mayúscula.

Procede insistir en el detalle relativo a los apellidos que llevan preposición y artículo, y reiterar que estas dos partículas se escriben con minúscula si van junto con el nombre: Félix de la Rosa, Santiago de la Cruz, Rosa Francia de la Mota, Laura de la Nuez, Jacinto de la Concha, Félix de la Vega, don Quijote de la Mancha.

Los apellidos que llevan preposición y artículo masculino (el) se someten, como en cualquier expresión común, al fenómeno llamado contracción: de + el se trueca en –del. En este grupo entran: del Toro, del Castillo, del Cristo, del Rosario, del Monte, del Pino, del Risco, del Río. Cuando se mencionan sin el nombre de pila asumen la mayúscula en /Del/: Del Toro, Del Castillo…

Provocan mucha tentación para ser alterados, por gusto o capricho, los apellidos que solo llevan la preposición delante del sustantivo. Las tendencias son a escribir la –d con mayúscula (De Camps, De Castro…) o colocar un apóstrofo D’, como ha hecho mi apreciada colega Nexcy D’ León, cuyo apellido verdadero es de León. Otros con -d: de Soto, de Torres, de Óleo (sin apóstrofo), de Luna, de Silva, de Dios, de Aza (sin apóstrofo).

El sustantivo base del apellido puede estar en plural y, desde luego, el artículo debe concordar: Apolinar de los Santos, Waldo de los Ríos, Bartolomé de las Casas, María Antonieta de las Nieves.

La mujer que quiera colocar el apellido de casada a continuación del suyo, si el del marido comienza con la preposición -de, la segunda vez va en mayúscula: María López de De León, Rebeca Núñez de De Peña, Petra de Del Castillo.

10/10/2020

Los prefijos son elementos que colocados delante de una palabra dan origen a una nueva (re + formar: reformar). Resultan muy productivos para el enriquecimiento de nuestra lengua. Comparten ese honor con los sufijos, más beneficiosos aun, pues se colocan al final de la palabra y derivan muchas otras (ero+jardín: jardinero, y por igual con los infijos, los cuales llevan la partícula modificadora en el medio (pie+ ec+ito: piecito).

El tema ha sido tratado antes en esta columna, pero conviene insistir, sobre todo con los prefijos.

Observe, por ejemplo, las distintas formas en que aparece escrito el vocablo referido a un pasado presidente de la República, usando la palaba base precedida del prefijo /ex/. Lo he visto de todas estas formas: ex Presidente, ex presidente, ex–presidente ex–Presidente, ex/Presidente… pero también de la forma correcta: expresidente.

Alguna vez el uso se acomodó a la colocación de /ex/ separada de sustantivos que se refieren a ocupaciones, cargos, parentescos alterables y otras situaciones de las personas. De ahí que aún persista la rutina de colocar el prefijo separado de la palabra base como suele ocurrir en ex presidente.

De acuerdo a la Ortografía de la lengua española, es preferible “asimilar el comportamiento gráfico de ex al de los demás prefijos, de manera que se escriba unido a la base cuando esta sea una sola palabra (exministro, expresidente, excónsul, exnovio, exsuegra, etec) y separado de ella en aquellos casos en que la base sea pluriverbal (ex alto cargo, ex teniente coronel, ex primer ministro…) pauta que ya reflejan los ejemplos reales de uso que se acaban de aportar”. (Ortografía, 2010, pág. 538).

Los prefijos aparecerán soldados a la palabra aunque ésta se haya compuesto con otro prefijo, por ejemplo, reelección está formada por el prefijo /re/ más el sustantivo /elección/, pero resiste la colocación del prefijo anti: antirreelección. Por igual, rector más vice aporta vicerrector, y quien haya salido de ese cargo es un exvicerrector, así también exvicepresidente, con correspondiente femenino ambos.

Del prefijo /anti/ vale apuntar que es un prefijo más y que por tanto se escribe unido a la palabra base y forma una nueva, por tanto escribiremos: antilavado, antinarcóticos, antieconómico, anticorrosivo, antiético, anticiclónica.

Este prefijo presenta una particularidad cuando la palabra a la que precede inicia con mayúscula porque es, por ejemplo, un antropónimo: anti-Trujillo; anti-Peña Gómez, pro-OMS. También se escribirán con guion si la palabra es nombre topónimo: anti-China, anti-República Dominicana…

Conviene recordar que los prefijos actúan a favor de los usuarios de la lengua, ya sea hablada o escrita. Si la partícula se antepone a un verbo crea otro: ante+poner: anteponer; infra+valorar: infravalorar, re+dirigir, poner, tocar, diseñar, fundar, abrir, inventar, escribir,…y muchos verbos, forma otros muchos iniciados con re.

Al sustantivo le resultan amigables los prefijos, por igual sufijos, para reproducirse: contrarreforma, prosalud, antivirus, vicealmirante, teleconferencia, megapuerto, multicentro, megacentro.

Prefijos agregados a adverbios originan otros adverbios: ante+ayer: anteayer, súper + bien: superbién. Usted puede agregar el adverbio súper a otros adverbios, aun fuese usted el primero en usarlo: superlejos, supercerca, supertemprano, supertarde. Lo mismo que si lo agregara a un adjetivo: superbello, superfeo, superbueno.

Apropósito del adjetivo, es otro socio del prefijo en la constitución de palabras: prohaitiano, progringo, cuasifiscal, suprarrenal, subregional, subacuático, prenatal.

Para concluir le recuerdo que /ex/ no se suelda si el nombre al que modifica es pluriverbal. Ejemplos: ex primera base, ex jardinero central, ex sargento mayor, ex arzobispo metropolitano, ex primer ministro, ex vice primer ministro, ex general de brigada, ex procurador fiscal, ex primera dama, ex juez de la instrucción.

 

UNA MISIVA DE CÉSPEDES Y LOS PRONOMBRES LE, LES

17/10/2020

A propósito del artículo “Ortografía de los apellidos que llevan artículo y/o preposición”, publicado el 4 de octubre 2020, nos ha remitido una atenta misiva el doctor Diógenes Céspedes, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. A continuación la reproduzco:

Tu artículo sobre la ortografía de los apellidos es el tipo de trabajo que debe divulgarse para escolares, universitarios y público lego. Así pueden recortar el artículo y consultarlo cada vez que quiera.

Sigue por esa ruta.

Hay dos temas de vital importancia que nuestros escritores, académicos y público general no dominan cuando escriben.

Te los doy para posterior desarrollo:

El uso de le y les como pronombres en singular y plural. La gran confusión se produce cuando la anáfora o antecedente está muy alejada como sujeto del complemento o atributo o complemento al que remite le o les. El usuario se pierde y olvida si va el le/les en singular o plural.

O cuando aparentemente el sujeto de la oración está tácito o sobreentendido, como en el famoso título del cuento de Rulfo: Diles que no me maten. Los usuarios se comen la ese de diles, que remite a los soldados que van a ejecutar el fusilamiento.

Ahora no recuerdo si la anáfora del título de la novela de Matos Moquete, Dile adiós a la época, remite a un sujeto tácito singular o plural; y 2) merece un artículo de divulgación el uso de los pronombres posesivos en plural cuando el poseedor está en singular.

Un ejemplo ilustrativo: todas las noches y de día también escucho y veo a los programeros de radio y televisión darles las gracias a los televidentes o radioyentes por permitirles entrar hasta sus hogares.

En puridad de lógica semántica los televidentes y oyentes, ni juntos ni por separado tienen hogares. Por lo tanto, hay que decir permítanos entrar a su hogar, aunque el sujeto poseedor esté en plural, pues él solo posee un hogar. Y en caso de que tenga una casa secundaria en La Romana o Jarabacoa, no pueden estar viendo tv simultáneamente en el hogar de esas dos ciudades, porque no tiene el don de la ubicuidad.

Este es un artículo que deberá ser muy iluminador para el usuario y con muchos ejemplos de cómo resolver ese asunto, pues no siempre a un poseedor en plural va lo poseído en plural.

Le y les

El uso y mal uso de los pronombres personales átonos /le/, /la/, /lo/ y sus formas en plural /les/, /las/, /los/ constituye una piedra de tropiezo. En unas regiones predomina el uso incorrecto de LO, mientras en otras es LA y creo que tanto en España como en América el empleo vicioso de LE afecta a mayor número de hablantes.

Le y les corresponden al complemento indirecto (dativo). Por ello, la norma culta del español estándar establece el uso de estas formas para ejercer dicha función, independientemente del género del sustantivo al que se refiere el pronombre: “Hablé con el abogado y le expliqué el caso”. “Le dije a mi esposa la verdad”.

El plural LES. Este pronombre se emplea en plural (LES) cuando el complemento al que se refiere también es plural: “Les aseguro que quien cree tiene vida eterna” (Juan 6, 47). “En verdad les digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo…” (Juan 12, 24). En ambos casos, el sujeto hablante (Jesús) es singular y los oyentes (los discípulos) es plural.

Si el sujeto hablante fuera plural (nosotros) y el destinatario del mensaje singular, LE permanece en singular: “Le pedimos al Señor que le conceda el descanso eterno…”. “Queremos recordarle a nuestro presidente que las bases del partido siguen aquí abajo”.
Hemos de continuar.

 

GENTILICIOS Y TOPÓNIMOS

14/11/2020

El gentilicio sale del topónimo como el retoño de los troncos. O como el calor del fuego, conforme ha dicho Gustave Flauber para describir la correspondencia entre la forma y el fondo de un texto. La relación entre el nombre del lugar y la palabra designada para llamar a sus naturales es indisoluble.

En algunos casos –muy pocos- la dependencia se da a lo inverso: el gentilicio ha generado el topónimo, es decir un pueblo o una nación da origen a una entidad organizada políticamente (república, imperio, municipio, ciudad…) la cual asume el nombre por el cual se conocía a ese grupo humano. En esta circunstancia el gentilicio no es derivado, sino absoluto.
Los investigadores Dolores García Padrón y Marcial Morera Pérez afirman, en este sentido, que los topónimos España, Italia, Berbería, Rusia, Francia y Maquetía derivan de los gentilicios ab-solutos hispanos, ítalo, bereber, ruso, franco y maqueto, respectivamente. “No es el gentilicio, pues, el que deriva del topónimo, sino el topónimo el que deriva del gentilicio: Berbería, por ejemplo, no es denominación absoluta, sino denominación relativa o derivada. Una denominación que lo que viene a significar es algo así como ‘lo que emana activamente del concepto bereber’, especializado en función locativa, como fontanería, por ejemplo, que no significa otra cosa que ‘lo que emana activamente del concepto fontane-ro’, también especializado en función locativa3. (ONOMÁZEIN, revista de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 31 junio de 2015: 81 – 98).

El gentilicio es tan inseparable del topónimo que perdura aunque el lugar cambie de nombre: damero (de Duvergé), juananuñense (de Salcedo), jobero (de Gaspar Hernández), tubanero (de Padre las Casas). Son algunos casos de nuestro pequeño país, donde los nombres de lugares se han originado por circunstancias, hechos o expresiones de la naturaleza. Tenemos pueblos llamados por nombres de árboles, accidentes geográficos (valle, sabana, loma), ríos, hato, puerto, mar. Topónimos taínos han prevalecido para nombrar nuestros ríos: Ozama, Quisibaní, Boyá, Duey, Maguá; ocurre por igual con algunas localidades: Higüey, Bonao, Baoruco, Mao.

Consecuencia de la colonización europea en nuestra isla, una fuente apreciable de topónimos ha sido el santoral católico. Los lingüistas denominan hagiotopónimos a los topónimos originados en nombres de santos: Santiago, Santo Domingo, San Juan. En nuestro país tenemos combinaciones de nombres indígenas con los traídos por los colonizadores: San Juan de la Maguana, San Pedro de Macorís, San Francisco de Macorís, Santa Cruz de Mao, San Rafael del Yuma.

Otros hagiotopónimos han sido unidos con otras palabras vinculantes con expresiones históricas o geográficas: Santa Cruz de El Seibo, Santa Cruz de Barahona, San Fernando de Montecristi, San Felipe de Puerto Plata, San José de Los Llanos, San José de las Matas, San Antonio de Guerra.

En Europa prevalecen gentilicios procedentes del latín originados en los tiempos de dominación del Imperio romano (antes de Cristo). Países y ciudades guardan la huella histórica mediante gentilicios que alternan con los proporcionados por el nuevo nombre del lugar. Son los casos de lusitano (de Portugal), helvecio (de Suiza), gaditano (de Cádiz), complutense (de Alcalá de Henares).

La cultura anglosajona no escapa a la influencia latina en materia de gentilicios. Comencemos por esa misma palabra que procede del latín “anglosaxo”. Se dice de la persona de procedencia y lengua inglesas. Veamos estos tres casos de ciudades del Reino Unido: cantabrigiense (Cambridge), oxoniense (Oxford), plimutense (Plymouth).
En nuestra América tenemos gentilicios derivados del latín. Por ejemplo: fluminense (de Río de Janeiro, Brasil).

¿Y qué decir del gentilicio dominicano? ¿Qué existió primero, la República Dominicana o su gentilicio? Les cuento el próximo domingo.

 

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

¡QUÉ FALTA NOS HACE!

27/10/2020

A comienzos de un gélido enero allá por 1920 los titulares del periódico El País comunicaban a los madrileños el fallecimiento de Benito Pérez Galdós: «Don Benito ha muerto. ¡Viva Galdós! Ha muerto el hombre, viva el escritor; vivirá en sus obras mientras viva el mundo». En este año 2020, digno de la realidad novelada de don Benito, conmemoramos el centenario de su muerte.

Muchos de los que hablamos y leemos en español descubrimos la magia de la novela con las obras de Galdós; como Luis Cernuda cruzamos con su obra «el umbral de un mundo mágico, la otra realidad que está tras esta». ¡Y qué realidad! La realidad de la España que veía morir el sigo XIX y nacer el XX, con toda su «confusión y nerviosas inquietudes», contada en nada menos que en 77 novelas. En ellas la Historia, esa que escribimos con mayúscula, en palabras de Galdós «comúnmente artificiosa y recompuesta», convive con la historia, esa que que escribimos con minúscula; como bien retrata Gullón, las pequeñas historias de amor, celos, traición y codicia trenzadas con los avatares históricos de una nación. María Zambrano nos invita a leer la inmensa galería de perspectivas sobre la condición humana que Galdós nos ha construido en sus relatos: «Recorrerlas todas una a una sería aleccionadora visión de cómo una humana vida, por ajena, exenta que pueda estar ante la historia, está enredada en ella».

Galdós estaba convencido de que la literatura debía «reflejar esta turbación honda, esta lucha incesante de principios y de hechos que constituyen un maravilloso drama de la vida actual». ¡Qué falta nos hace don Benito para que nos cuente este 2020 confuso y desconcertante!

 

COJAMOS IMPULSO

3/11/2020

La reflexión de una de las más recientes AM de Inés Aizpún me recordó la pregunta de una de mis alumnas en un taller literario dedicado al poeta Rubén Darío. Se preguntaba cómo podía explicarse la amplia cultura del poeta nicaragüense habiéndose formado en un pequeño pueblo sin acceso a centros de enseñanza destacados. Sin duda, a Rubén Darío en su escuela de León le enseñaron a leer. Y cuando nos enseñan a leer, no solo a juntar letras con dificultad, adquirimos un poder extraordinario que nos va a acompañar a lo largo de nuestra vida y de cuyo potencial nos convertimos en los principales responsables.

Ni que decir tiene que esto no significa renunciar a una enseñanza de calidad, especialmente la pública y gratuita, que nos acerque al conocimiento de la ciencia, de la historia o de las tecnologías, pero no debemos olvidar que todo lo que aprendemos en la escuela, y lo que seguiremos aprendiendo con los años, estará mediatizado por la calidad de nuestra comprensión lectora. La lectura, y con ella la escritura y la expresión oral, son esenciales para la adquisición y para la transmisión del conocimiento. Si renunciamos a que nuestros niños dominen la lectura, más allá, insisto, de aquello de «la m con la a, ma», estaremos renunciando a un poder extraordinario para comprender el mundo y para transformarlo. Sin esperar los resultados de las pruebas de desempeño escolar, experimentamos cotidianamente que no sabemos leer. Conviene recordar que el Diccionario de la lengua española define leer como ‘pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados’. Sin duda la clave está en dar el salto del «pasar la vista» al «comprender». ¿Y si aprovecháramos los retos de 2020 para coger impulso y dar ese salto?

 

LUCIDOS CON ORGULLO

10/11/2020

Consulta un lector sobre la ortografía de nombres propios y sobrenombres o apodos. Los nombres propios, que designan a un único individuo, como los que aplicamos a las personas, deben escribirse con inicial mayúscula: Manuel, por ejemplo, como nuestro lector interesado en la ortografía. No solo son nombres propios los que aplicamos a las personas; también nombramos con ellos a nuestras mascotas: Mi perra se llama Canela. Miguel de Cervantes hizo a los perros Cipión y Berganza protagonistas de una de sus novelas. En los entornos familiares o de amistad solemos cambiar el nombre propio por el hipocorístico. Llamamos así a la abreviatura o adaptación cariñosa de un nombre propio. El Diccionario de la lengua española nos recuerda que la palabra tiene su origen en el griego hypokoristikós, que significa ‘acariciador’. Estos hipocorísticos, aunque afectuosos y confianzudos, también deben escribirse con inicial mayúscula: los Guillermos serán Memos; las Altagracias, Taticas; los Antonios serán Toños; las Dolores, Lolas.

Los apodos son también nombres propios. Se crean para designar a una persona concreta, a veces tomando como punto de partida una característica física o un rasgo de la personalidad, como los de la pareja real Felipe el Hermoso y Juana la Loca; o como los de la pareja, esta vez de la realeza merenguera, Fefita la Grande y Toño Rosario, el Cuco. La inicial mayúscula es obligatoria, tanto en el nombre como en el apodo. Sin embargo, observamos en los ejemplos anteriores cómo el artículo que aparece a veces junto al apodo se escribe con inicial minúscula.

Cuando nombre y apodo se escriben juntos, solo debemos recurrir a la coma para separarlos cuando el sobrenombre puede usarse de forma independiente: Luis Polonia, la Hormiga atómica, o Miguel Tejada, la Guagua. Luzca orgulloso su apodo, si así lo desea, pero demuestre que sabe escribirlo correctamente.

 

VÍNCULOS PODEROSOS

17/11/2020

La lengua española es extensa tanto geográficamente como en número de hablantes. Los que la hablamos debemos ser conscientes de que existen muchas formas de hablar correctamente nuestra lengua. Las variedades regionales son características de nuestra lengua, forman parte de su historia y de su patrimonio; nos enriquecen a todos y debemos aprender a conocerlas y a valorarlas.

Cuando hablamos con alguien que maneja una variedad regional distinta a la nuestra siempre encontraremos un acento sonoro que nos llama la atención, una forma curiosa de pronunciar, algún que otro detalle que nos parece extraño en la estructura de la frase, muchas palabras y expresiones diferentes de las nuestras. No conviene olvidar que si nuestro interlocutor se expresa en una variedad regional distinta a la nuestra seguramente estará experimentando la misma extrañeza con nuestra forma de hablar. Recuerden que, en lengua, como en tantas otras cosas de la vida, diferente no significa incorrecto. La historia de nuestra lengua es muy larga, muestro idioma ha recorrido extensos territorios y se ha adaptado a ellos y a sus hablantes. Ha recibido influencia en distintas medidas de las lenguas que se hablan en esos territorios. La vida y la realidad de sus hablantes le ha ido confiriendo rasgos de personalidad que la caracterizan en cada zona. Esta diversidad cultural la enriquece y debemos asumirla y valorarla como lo que es, un patrimonio valioso para todos los que hablamos español, un patrimonio del que sentirnos orgullosos, independientemente de la variedad en la que nos expresemos.

Cuando los dominicanos nos sentimos orgullosos de nuestra forma de hablar, de nuestras palabras tradicionales, de nuestro acento peculiar, compartimos ese orgullo con millones de hispanohablantes, de cualquier rincón del planeta, que sienten los vínculos poderosos que se establecen cuando nos sabemos hablantes de una misma lengua materna.

 

Geólogos y geómetras de las palabras

Por Jorge J. Fernández Sangrador

 

El lexicógrafo Alain Rey falleció el pasado 28 de octubre, en París, a la edad de 92 años. Había nacido en Pont-du-Château (Puy-de-Dôme), en el seno de una familia sumamente católica. De su padre, bibliófilo, heredó la pasión por los libros y las palabras.

Allá por 1945, Paul Robert, “pied-noir” y heredero de una rica familia de Orléansville (departamento de Argel), insatisfecho por lo limitados que eran los diccionarios, reducidos a meros elencos de palabras ordenadas alfabéticamente, decidió acometer una empresa léxica lo más amplia y completa posible, tomando como referencia el diccionario de Émile Littré (1801-1881).

Alain Rey participó en tan extraordinario proyecto lexicográfico ya desde sus inicios. Y de ahí salió “le Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue française”, en seis volúmenes, concluido en 1964. Hubo luego otras dos ediciones: en 1985 (rebautizado con el nombre de “Le Grand Robert”) y en 2001. En 1967 se publicó “Le Petit Robert”. En 1971, “Le Robert Micro”. En 1974, “Le Petit Robert 2. Dictionnaire des noms propres”. En 1978, “Le Robert & Collins Senior”. En 1979, “le Dictionnaire des expressions et locutions”. En 1992, “le Dictionnaire historique de la langue française”. En 2005, “le Dictionnaire culturel en langue française”. Y no paran de sacar cosas al mercado.

La vida de aquellos lexicógrafos fue admirable. Ya la de Émile Littré, el autor de “le Dictionnaire de la langue française”, es como para llevarla al cine. De hecho, él mismo escribió un libro acerca del modo de realización de su magna obra. Existe una edición en español: “Cómo hice el Diccionario”.

Todo lo que Littré llevaba dentro de sí era algo fuera de serie: lecturas de gramáticas de lenguas antiguas y modernas, traducciones de clásicos, redacciones de ensayos sobre filosofía, historia, sociología y crítica literaria. Había estudiado medicina, pero le faltaba lenguaje para expresarse, para explicarse a sí mismo y para comunicarse con los demás con la amplitud que él quería. Littré consideraba que el bagaje léxico con el que él operaba era insuficiente para verter hacia afuera su riquísimo mundo interior.

Y lo mismo le sucedía a Paul Robert, que era de formación jurídica. Mientras escribía una tesis en economía política sobre los cítricos en el mundo y su desarrollo en Argelia observó que le faltaba vocabulario para formular lo que realmente deseaba decir y que los diccionarios que tenía a mano no le suministraban lo que él esperaba de ellos, y eso que eran el viejo Littré y los seis volúmenes del Larousse.

Así que se puso a hacer uno con etimologías, equivalencias, extranjerismos y referencias a autoridades, y comenzó a trabajar en su “Dictionnaire général des mots et des associations d’idées”, que luego se convirtió en “le Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue française”, y, finalmente, en “Le Grand Robert de la langue française”.

Paul Robert fundó, en 1951, la “Société du Nouveau Littré”, y creó un equipo estupendo de lingüistas. Jóvenes. Estaba, entre ellos, Alain Rey, quien, por entonces tenía solo 24 años y había estudiado en la Facultad de Letras y en la Escuela de Ciencias Políticas de París. Debían ayudarlo a concluir su obra, de la que, en 1950, había presentado el primer fascículo ante la Academia francesa.

En aquel equipo inicial estaba Josette Debove, con la que luego se casó Alain Rey. Todos ellos trabajaban denodadamente para que el pensamiento humano pudiese expresarse y desplegarse valiéndose de la hermosura y versatilidad de la lengua francesa, a partir de ella misma, en su relación con otros códigos escritos y en sus inagotables posibilidades para la comunicación, según las edades y los distintos usos de los francoparlantes.

Alain Rey, cultivó, desde el amor a las palabras, las matemáticas, el medievalismo, el periodismo, el arte, la literatura, la economía y la gastronomía. Sobre todo, y siempre, esta última. Era un Rabelais de nuestro tiempo. Le interesaban, al estilo de los renacentistas, los tratados antiguos en latín, griego, hebreo y árabe. Escribió las biografías de Émile Littré y de Antoine Furètiere (1619-1618), quien dejó el derecho para dedicarse a la religión y a la lengua, a la Palabra y a las palabras.

Se ha dicho que “Le Petit Robert” habría que encuadrarlo entre las acciones que precedieron a mayo del 68 o que giraron en torno a él, pues se aprecia, entre los conductores del proyecto lexicográfico una indisimulada inquietud por evidenciar la relación existente entre lenguaje, sociedad y actualidad. Como se ha dicho más arriba, Paul Robert y Alain Rey provenían del mundo del derecho, de la política y de la economía.

Y es que, junto al saber enciclopédico, poseían una aguda sensibilidad para detectar lo que realmente le interesaba al ciudadano de hoy y una enorme creatividad. El programa radiofónico que Rey mantuvo, entre 1993 y 2006, en “France Inter”, es un ejemplo que ilustra lo que acabo de exponer. Se titulaba “Le Mot de la fin”. Lograba condensar en un vocablo, explicado brevemente, el acontecer diario. Era, como decía William Blake, ver un mundo en un grano de arena y un paraíso en una flor silvestre. Y para ser tan certero y preciso en la definición y calificación del todo, reduciéndolo a un punto, es preciso ser no sólo un geólogo que indague la historia y la evolución de las palabras, sino un geómetra también que sepa mostrar la magnitud de cada una de éstas en lo concreto del tiempo y del espacio (La Nueva España, 8 de noviembre de 2020, p. 26).

 

Incertidumbres de la imaginación

Por Miguel Solano

 

Lo que Rafael Peralta Romero hizo fue internar al laureado poeta Víctor Villegas en un manantial de dudas sin que aparezca una sola gota de muestra, pero todos sentimos que esas incertidumbres emanan del pozo divino llamado imaginación. La historia se hizo novela y la novela se hizo historia. El lector, finalmente, sin sentir dolor o angustia emocional, termina aceptándola en ambas formas. Debido a la capacidad de conflictos que tienen los grupos humanos, las organizaciones religiosas crearon a Dios como el incausado. No hay que explicar su existencia, basta con reconocer su necesidad. Así la cadena de causación se detiene en un Ser que no es contingente y que es la causa última de todos los demás. Y para que los humanos entendieran que en Él terminan todos los conflictos, fue creado eterno e infinito. El hombre crea a Dios y luego pone a Dios a crearlo a él. Una de las dos es verdad, aunque cuánticamente ninguna de las dos lo es.

Rafael Peralta Romero escribe su novela en forma de prosa, Víctor Villegas compuso sus poemas en forma de versos. En el lenguaje, el verso tiene todas las perfecciones en grado sumo. Y como decir es más perfecto que no decir, el verso se apoderó de la música para existir en todos los instantes. Cuando uno hablaba con Villegas eso era lo que sentía.  Eran historias que, como canto de la mar, jamás te abandonaban. Y Rafael Peralta Romero atrapó en una novela toda su esencia, a tal punto que al leerla respiramos su oxígeno.

Don Bruno Rosario Candelier, el líder del Ateneo Insular, fundador del Movimiento Interiorista y actual director de la Academia Dominicana de la Lengua, elaboró las 7 leyes de la novela. Cuando leo una novela la examino en base a esas leyes, que son estas.

1- Ley de la verosimilitud, que apunta a la credibilidad de la ficción narrativa… De manera que si el universo novelesco es totalmente inventado, debe dar la apariencia de realidad, y si es totalmente histórico (verídico), debe dar la apariencia de ficción (fabulación).

2- Ley del eje conflictivo, consiste en fundar el material en hechos conflictivos que derivan de enfrentamientos dramáticos.

3- Ley de los orígenes, implica una búsqueda de los orígenes. Se trata de indagar las raíces de la historia que se narra.

4- Ley de la incógnita, establece que toda novela ha de fundarse en la revelación de la historia de un modo oculto.

5- Ley de la novedad, va al meollo mismo de la novela, consiste en contar algo nuevo…que aconteció en la realidad real o en la realidad imaginaria.

6- Ley de la transformación, que consiste en que las vidas de los personajes sufren o gozan una transformación. Es la ley vital ligada al final de la narrativa.

7- Ley de la atracción, que consiste en que la narración y la forma de narrarla debe atrapar el apetito de los lectores. Esa está ligada a la vida misma de la obra poética.

Como ustedes pueden ver, la primera ley es la verosimilitud, pero resulta que Rafael Peralta Romero logra una narración sin verosimilitud y, sin embargo, es encantadora. La novela, de 11 capítulos y 134 páginas, está narrada en primera persona. Víctor Villegas es quien habla.

Villegas y yo nos hicimos amigos en la Academia Dominicana de la Lengua. El poeta milita en mi vida y yo soy un militante de su memoria. Le sugerí a Aurelia Castillo que la Tercera Feria del Libro de Escritores de San Pedro de Macorís fuera dedicada a Víctor Villegas y se usara como base para las actividades la novela Memorias de Enárboles Cuentes, en la que Rafael Peralta Romero narra la vida de ese extraordinario personaje.

 

El arte de escribir: Bruno Rosario Candelier

Por José Silié Ruiz

 

Capacidad de pensar en conceptos y capacidad de pensar en imágenes

Al momento se está formado la Sociedad Dominicana de Médicos Escritores, es una gestión para aglutinar a todos los médicos dominicanos que son escritores en el país y el exterior, si usted tiene esa grata experiencia de escribir en cualquier género de la escritura y es médico, siéntase usted más que bienvenido y desde ya está invitado a formar parte de este grupo de profesionales de la salud, que bajo la motorización de los colegas doctores Reynolds Pérez (Jochy), Frank Espino y María Zunilda Núñez, le estamos dando forma a la naciente sociedad de médicos amantes de escribir.

En una pasada reunión y como primera actividad del grupo gestor, tuvimos la gran dicha y el alto honor de auspiciar una conferencia-conversatorio sobre el arte de escribir con el Dr. Bruno Rosario Candelier, él es un ciudadano prominente, que preside desde el 2002 la Academia Dominicana de la Lengua, y que por su labor cultural y lingüística ha recibido honrosos premios nacionales e internacionales.

Vamos a resumir su amplio currículo, en el hecho de que es de los dominicanos que más libros ha escrito sobre el tema de la lingüística, la creación, la educación, ya usted se puede imaginar la titánica obra de este quijote dominicano, quien ocupa una silla en la Real Academia Española.

Inició su conferencia planteando que toda persona o todo profesional que se dedique a la escritura, se debe a la fe que tiene en sí mismo. Con su experiencia concluye que hay miles de personas que tienen condiciones y talento para la creación, pero no producen nada. Nos hizo la pregunta: ¿Ustedes creen que es cierto que carecen de formación?, no. ¿Porque no tienen la suficiente motivación para iniciarse en la escritura?, tampoco. ¿Porque sienten que no pueden aportar algo nuevo?, tampoco.

La mayoría de las personas con capacidades creativas que no se lanzan a una actividad inventora, es porque no tienen fe en sí mismos. Pues quienes tienen fe en ellos mismos, se convencen, pueden testimoniar y compartir sus propias visiones del mundo con los demás.

Señaló que todos podemos idear, que todos somos capaces de producir en las múltiples actividades de la creación. Tenemos todos inteligencias, entonces se puede desarrollar el poder de la creatividad, que se manifiesta cuando hacemos conciencia de que contamos con esa condición de poder imaginar.

Es la percepción de la realidad, pero por sobre todo poder captar el sentido profundo que pueda tener esa realidad. Los escritores no hacen más que eso, atreverse a comunicar su percepción de la realidad.

Hay que preparase, pues para decir algo usted tiene que tener la adecuada forma de hacerlo, estimulando la naturaleza de nuestra imaginación para conectarlo con la realidad. Nuestra propia conciencia es una fuente de creación. Cuando escribimos estamos expresando nuestra fantasía, nuestra sensibilidad y la naturaleza de nuestra imaginación.

Hay dos aspectos de gran importancia cuando vamos a crear, el primero la capacidad de pensar en conceptos y el segundo la capacidad de pensar en imágenes. ¿Quienes piensan en conceptos? Son los científicos, los pensadores, los que transmiten algún mensaje de la realidad, los sociólogos, historiadores, etc., todo el que da testimonio de la realidad a partir de un concepto.

En cambio hay un grupo numeroso de seres humanos, que no piensan en conceptos, sino que piensan en imágenes, este segmento de la población son los artistas, pintores, arquitectos, poetas, dramaturgos, músicos, etc., para esto se necesita una dotación singular de la inteligencia, donde áreas especiales del cerebro se estimulan.

Enfatizó el expositor, que se hace vital y necesaria en cada creación la intuición, que nos conecta con esa realidad que permanentemente está emitiendo sonidos, imágenes, aspectos sensibles y suprasensibles, para estimular la creación humana, y que nos permite enriquecernos intelectualmente.

Deseo agradecer públicamente las elogiosas palabras del distinguido amigo mocano, acerca de mi persona y mi producción como escritor, un abrazo fraterno. Les confieso que fue una experiencia gratísima el “dilectar” junto a nuestro equivalente en su obra, al prominente maestro español Marcelino Menéndez Pelayo, el homólogo en nuestra versión dominicana, lo es el Dr. Bruno Rosario Candelier.