Una jaula de grillos

En la escuela nos enseñan que las metáforas son propias de la literatura. Muy al contrario, las metáforas son parte esencial de nuestra lengua cotidiana. Con ellas comparamos dos realidades aplicando a una de ellas la palabra que originalmente estaba pensada para la otra. Creamos así nuevos significados para palabras ya existentes. Conseguimos expresar un nuevo concepto sin necesidad de inventar una nueva palabra. El lenguaje coloquial está preñado de metáforas expresivas. Y si hay un tipo de metáfora sorprendentemen-te productivo, ese es el que compara a los seres humanos con los animales.

De repente nos encontramos rodeados de tigres, grillos, cacatas y saltacocotes, como si de un extraño zoológico urbano se tratara (y no me refiero al nuevo parque). Al principio la comparación puede basarse en un supuesto parecido físico; más tarde se asocian también rasgos emocionales o culturales. El resultado es la creación de múltiples significados para una palabra que originalmente sólo tenía uno. Por ejemplificar con un par curioso, hablemos de grillos y cacatas. Para el español general el grillo no es más que un ‘insecto de color negro rojizo, cabeza redonda y ojos muy prominentes, que emite un sonido agudo y monótono’. En la República Dominicana se han desarrollado hasta tres significados metafóricos, que seguro ustedes dominan. La cacata no existe en el español general (el ani-malejo, quiero decir; seguro que las otras sí las hay, aunque no se llamen así). El español dominicano no solo ha producido nuevos significados, sino también palabras derivadas a partir de la metáfora. Seguramente todos hemos visto a mucha gente encacatá.

Envíe sus comentarios o preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do

© 2010 María José Rincón
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