ÚLTIMO – RECIENTE

Es un hecho admitido que todos los hablantes y los escribientes incurren en errores, o como se dice en América “cometen errores”. Por suerte estos errores solo mortifican el alma de la lengua y a algunas personas sensibles que materializan el sentimiento del idioma español. El último elemento de la oración significa que mortifica a las personas que tienen suficiente percepción y amor por la lengua común y que sienten por ella.
Hace unas semanas envié una versión de mis escritos a una persona  a quien respeto por sus dotes de buen periodista cuando le da la gana de hacer gala de eso. Me envió de vuelta una respuesta con un mensaje.

El motivo para todo lo acontecido y esbozado más arriba fue que mi mensaje introductorio decía más o menos que era mi “último” artículo. Por medio de sus palabras me hizo pensar en que eso significaba que ya no escribiría más. Naturalmente sonreí ante el mensaje y me apresuré a tranquilizar al amigo comunicándole que continuaría escribiendo.

Todo lo ya escrito es pertinente si se tiene en cuenta que las dos palabras del título no son sinónimas. En muchas ocasiones por descuido se utilizan como si lo fueran.

Último quiere decir que después de ese no hay más en esa serie. Que no está sujeto a cambios o modificaciones. Que es el punto culminante o decisivo de una cosa.

No obstante lo vertido antes no debe olvidarse que en el uso de la lengua española existe un párrafo que viene en socorro de mi versión: último es “lo más reciente de ciertas cosas”.

Si se busca recurso de amparo en las líneas del párrafo último antes de lo escrito aquí por el autor de estos comentarios, a lo que se refirió fue al “más reciente” de sus artículos.

Una vez expuestos los argumentos a favor y en contra hay que concluir que la Academia no concede espacio para el uso que hizo este columnista, aun cuando los diccionarios de uso del español le concedan razón.

Como se decía hace años ya: “hay que tener la ropa de pelear puesta todo el tiempo”. Como se escribe ahora: “el antivirus del español incorrecto debe estar siempre encendido”.

Al final solo queda por dar las gracias al periodista que tuvo la gentileza de señalar el desliz. No se mencionarán aquí las muchas ocasiones en que la acción ha actuado en sentido inverso.

TREMENDO

“Pobrecito. Es una TREMENDA persona”, dijo D. H. . .”

Es una bendición, a veces, que los periodistas citen las palabras de los declarantes o entrevistados. Esto así porque eso permite tener acceso a la versión directa del interviniente sin tamiz de embellecimiento alguno. Eso pone al lector en contacto con la realidad del habla y permite afinar la puntería para evitar caer en esas pifias con respecto del idioma.

Del vocablo del título se ha abusado en el español de todos los días. Como el uso es tan poderoso le metió a la lengua general algunas de las acepciones que impuso. Ahí está la del “niño que es muy travieso”, que comenzó por ser solo  una utilización frecuentada en el registro del habla.

Ahora bien, en el caso de la cita se trata de dilucidar qué pretendió comunicar el entrevistado con respecto a las cualidades de la persona a la que aplicó el calificativo de “tremenda”.

Por una de esas particularidades de la vida las cosas tremendas son las de gran tamaño e intensidad o las que causan miedo. Con respecto de personas se dice que alguien es tremendo cuando realiza cosas extraordinarias o sorprendentes o cuando las dice. Es una tarea a veces difícil saber lo que trata de transmitir una persona entrevistada cuando emplea una palabra de este género. Sobre todo si no se cuenta con todos los antecedentes acerca de la entrevista. Es más, a veces a pesar de los conocimientos previos acerca de las circunstancias se hace difícil dilucidar el sentido de lo expresado con este tipo de vocablos.

Es posible que se trate de una persona que es calificada de “tremenda” porque es capaz de hacer o decir cosas extraordinarias y desde luego esto constituye un juicio muy subjetivo. Con eso se pretende destacar que la persona así calificada es una “gran persona”.  De ese modo se destaca que la persona es importante o excelente. En el peor de los casos se enuncia que la persona es una “buena persona” y el calificativo pasa a ser una exageración cuantitativa.

Los dominicanos tienen una voz derivada de tremendo, “tremendidad” que en funciones adjetivas da a entender que alguien es “muy valiente o arrojado”. Véase la distancia que existe entre “tremendo” que es adjetivo y “tremendidad” que aparenta ser un sustantivo por su terminación.

En su obra Diccionario de dominicanismos Carlos Esteban Deive reduce el concepto de “tremendidad” al aspecto de un hombre con relación a las mujeres pues asegura que es en sentido figurado y familiar “ser muy hábil para conquistarlas”. Se está en el deber de apuntar que quien estas apostillas escribe ha oído la voz empleada para denotar que alguien es muy inteligente o que posee grandes conocimientos acerca de una materia: “Es una tremendidad en economía”.

TUGURIO

“En todo Brasil se contabilizaron 3.22 millones de chabolas o TUGURIOS repartidos en. . .”

Inmediatamente se tiene contacto con una redacción de este género se hace necesario apuntar al verbo contabilizar porque en la redacción era más sencillo escribir que se habían “contado”, es decir, se había dado una cantidad determinada acerca de algo para evaluar en cifra eso a lo que se refería el texto. No hace falta abundar sobre el hecho de que aquí se está en presencia de un vocablo más largo “contabilizar” que el sencillo “contar”. Es un hecho aceptado ya en lingüística que la señalada preferencia por términos más largos obedece a la creencia de que ese tipo de palabras refleja un mejor o mayor conocimiento del idioma corriente.

A pesar de lo ya expuesto hay que volver la mirada hacia el asunto principal en esta sección que es el vocablo “tugurio” que existe desde hace largo tiempo en la lengua común. Esa voz desciende del latín, tomada a principios del siglo XVII de una voz que significaba “choza”, voz que a su vez derivaba de otra que significaba “cubrir”.

En la lengua moderna el rasgo distintivo con relación a tugurio es que describe un sitio “sucio y obscuro”. En los términos de los académicos el adjetivo define un sitio “pequeño y mezquino”, es decir, pobre, falto de lo necesario.

Hace largos años ya se calificaba con este término los sitios oscuros que servían para el comercio de la carne; es decir,  para el encuentro entre las personas que buscaban favores carnales a cambio de pagos en efectivo y las féminas que se dedicaban a este comercio.

Ya en el tipo de intercambio que existe en la actualidad esta suerte de comercio se realiza a plena luz y en muchos casos en locales que cuentan con todas las comodidades y adelantos de la vida moderna, con lo que aquello de pobre, mezquino y obscuro ha desaparecido. Por tanto no se puede llamar de “tugurio” aunque sea un prostíbulo.

APPARATCHIK

Poco a poco este tipo de término va perdiendo vigencia. Sobre todo después de la caída de los regímenes comunistas en los países que formaban antes la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

La voz internacional deriva del ruso y con ella se designa al “funcionario del apparat”. El apparat a su vez era el “aparato” y así se denominaba a la superestructura burocrática del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Este era un término coloquial del ruso y con él se designaba al funcionario a tiempo completo del Partido Comunista o de la burocracia soviética. Los miembros del apparat podían ser designados en diferentes funciones aunque no tuviesen formación para eso, o poseyendo escasa educación para ese puesto.

El apparatchik era el agente del aparato que respondía a la tipificación que se hizo de las actitudes y apariencias con que se revestía quien alcanzaba este tipo de cargos. En los casos en que quienes usaban o usan el término sean personas ajenas a las simpatías del tipo de régimen que se mencionó antes, lo hacen en tono despectivo.

En la actualidad se utiliza el término para referirse a los funcionarios que ocasionan con su actitud demoras en el seno de la burocracia gubernamental; sobre todo en las áreas donde antes imperaba la eficiencia.

ECHARSE PARA ATRÁS

“Los nativos realizaron entre agosto y septiembre pasado una marcha. . . que obligó al gobierno a ECHARSE PARA ATRÁS en un episodio que tuvo un alto costo para el mandatario.”

Con esta expresión quien la usa piensa que expresa una acción que es la misma para el universo de hablantes de español. Esto no es completamente cierto. La acción expresa acciones parecidas pero no iguales. Entre unos significados y otros hay matices que pueden ser -y muchas veces son- importantes en el dialecto del hablante. Más abajo se revisarán las acepciones consignadas por diferentes diccionarios y se abundará sobre las diferencias.

El DRAE consigna la locución verbal “echarse atrás” con el valor de “no cumplir un trato o una promesa”. De inmediato se percata el lector que con anterioridad a la acción de la locución por necesidad tiene que mediar un trato o una promesa que como resultado de la locución verbal termina por ser incumplido.

El Diccionario combinatorio práctico del español contemporáneo se orienta por el mismo camino que el diccionario oficial de la lengua. Es más lacónico cuando enuncia el significado de la expresión pues solo asienta: “no cumplir un trato”.

El Diccionario de uso del español que redactó originalmente la señora Moliner registra ya no solo echarse atrás, sino también “echarse para atrás” que fue el detectado en la cita. Esa obra entiende que la expresión equivale a “desdecirse, por ejemplo de un trato o una promesa”.

En el Gran diccionario Larousse de la lengua española hay asentada una pequeña diferencia que pone un poco de sabor al asunto. “Negar algo que se había afirmado. . .” y luego continúa más de lo mismo ya copiado antes. Hay que tener en cuenta que este es un diccionario que tiene una oreja atenta al español americano.

En América echarse atrás o para atrás no es solo una acción que se hace por decisión propia; al contrario, puede resultar de las circunstancias que obligan o fuerzan  a que la persona, o las personas, desistan de hacer lo que habían emprendido. De este modo es como  se utiliza en el pasaje reproducido más arriba.

Obsérvese que “la marcha obligó” al gobierno a cambiar de rumbo pese a que eso tenía un alto costo para el mandatario. No hubo falta, negación ni incumplimiento, sino al contrario el autor de la primera acción se encontró empujado a detener las medidas que había emprendido. La acción es una reacción que tiene efectos negativos y obliga a cambiar la primera decisión.

La práctica que se constata aquí no se apega completamente a lo estipulado por la mayoría de los diccionarios mencionados en esta sección. Se piensa que es propia de los hispanohablantes americanos.

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