Salonear – demeritar – atesorar (cautivar) – apeadero

SALONEAR

Los diccionarios generales de español no tienen noticias de este verbo. El Diccionario de americanismos de la ASALE (2010) trae una acepción. Puesto que en ninguno de los diccionarios consultados se ha encontrado noticia del verbo usado de la manera en que se hace en República Dominicana, por esa omisión, se trae ese verbo en esta ocasión a estas reflexiones acerca de la lengua con la intención de que no se pierda la acepción dominicana.

El DAA antes mencionado para el verbo “salonear” asienta que es de uso en México. La descripción de la acción del verbo es la siguiente: »Recorrer las aulas de una escuela durante las clases para informar a los estudiantes sobre aspectos de interés general o para invitar a sumarse a una actividad”.

La pista para el sentido del verbo la ofrece ese mismo diccionario cuando recoge el uso dominicano de la palabra salón con el significado de “peluquería”. El Diccionario del español dominicano, DED (2013) hace espacio a la voz “salonazo” con la significación de “lavado y peinado del cabello en una peluquería”. En el mismo campo semántico este diccionario consigna la voz “salonero, ra” en tanto que “empleado de un salón de belleza”.

Alcanzado este punto ha de pasarse a “salonear”, pero antes algunas explicaciones pertinentes. En la República Dominicana parece que el costo de las peluquerías para mujeres no es tan caro, es decir, si se toma en consideración la gran cantidad de mujeres de todas las clases sociales que pueden costearse los tratamientos que en ellos se hacen. O bien, se concede gran importancia a la apariencia femenina.

Ahora al grano. Cuando las dominicanas abandonan sus hogares durante los fines de semana para acudir a los sitios de tratamientos para el cabello, las uñas y embellecimientos corporales, si alguien pregunta por ellas es posible que oiga una respuesta parecida a esta: “están saloneando”. Es en estas circunstancias cuando aparece el verbo salonear. Podría por lo tanto definirse este verbo como “visitar, acudir las mujeres a los ´salones de belleza´ para recibir tratamientos de embellecimiento”.

 

DEMERITAR

“Bastará cualquier infortunio para obviar o DEMERITAR el desarrollo científico, el aumento del nivel y el límite de la vida, las libertades, el acceso a la información. . .”

En una circunstancia como la que se presenta ante el verbo demeritar se hace oportuno que el interesado en la lengua regular se pregunte si existe algún mal en que se emplee este verbo a sabiendas de que no está reconocido por todos los hablantes.

La respuesta no se hace esperar. No hay reparo que hacer al verbo si se piensa en que el sentido le llega sugerido en el contexto y por la raíz del verbo. Un verbo más o uno menos no le hará daño a la unidad de la lengua. En realidad el peligro consiste en abrir esas compuertas para que la ingeniosidad popular inserte todas sus travesuras en la lengua.

Por más que se haya criticado en el pasado el freno que tratan de imponer las Academias a la lengua, esta continúa con su labor encomiable que es la de asentar nuevas voces, así como registrar nuevas acepciones para vocablos ya conocidos de antaño.

Nada ni nadie podrá coartar la labor de elaboración de nuevas palabras a que se entrega el hablante en su diario vivir. Es una bendición que los hispanohablantes se deleiten en el uso de su tesoro común añadiendo nuevos matices a los colores ya conocidos.

En muchas ocasiones lo que sucede es que las personas que tienen acceso a los medios de comunicación masiva llevan a la letra impresa la forma en que los hablantes emplean la lengua cotidiana. Con esa conducta diseminan la semilla de las nuevas voces. De una manera consciente o sin intención coadyuvan al fomento de estos neologismos, regionalismos o como corresponda que se les llame.

Después de una introducción más larga de lo normal puede considerarse llegado el momento de entrar en materia. El verbo demeritar no ha encontrado su lugar todavía en el diccionario de las autoridades de la lengua. Tampoco ha conseguido su incorporación el verbo desmeritar. No existe precedente con respecto de un verbo para expresar la pérdida del mérito.

No hay que desesperar ante lo que se plantea en el párrafo anterior más próximo a este. El español de América ha llenado la laguna. Son quince los países de Hispanoamérica que conocen del verbo demeritar. Es un verbo que pertenece al registro culto y se utiliza para comunicar el «quitar mérito o restar valor una persona a alguien o algo”. En dos países de los anteriores significa también “perder alguien su crédito o reputación”. Funciona este último como verbo intransitivo pronominal. Es más preciso y fuerte que desmerecer.

El verbo que se utiliza en la República Dominicana es “desmeritar” que equivale a “quitar mérito”. En cinco países más de América se usa este verbo también. El DED asienta este verbo y en sus funciones transitivas lo define así: “Desacreditar a alguien, quitarle méritos”.

El verbo demeritar comienza a abrirse paso en el seno de la lengua y eso se comprueba si se echa una ojeada al Diccionario de uso del español, DUE, donde se encuentra mencionado el verbo como de uso en Hispanoamérica con el significado de “quitar mérito”. Esto constituye un reconocimiento al uso hispanoamericano de ese verbo.

No hay que mostrar temor ante pequeñas escaramuzas de la lengua en su diario acontecer. El español continuará enriqueciéndose a un paso cada vez más rápido en la misma medida en que las comunicaciones se aceleran, las que se hacen a su vez más globales.

 

ATESORAR – CAUTIVAR

“. . .persiste como la figura pública que más tiempo ha abarcado –y a más gente ATESORA con su voz, temas y corazón”.

Es probable que el redactor de estas notas acerca del idioma de todos no sea el único afortunado para encontrar palabras extrañas que se cuelan en las redacciones de los artículos, reseñas, análisis y columnas; muchas otras personas se “topan” con este tipo de lindezas, solo que no tienen acceso o tiempo para referirse al asunto.

Uno de esos sinsabores está documentado en la cita que se colocó al principio de esta sección. Tan pronto se lee esta frase se hace el lector la pregunta sobre la oportunidad de la palabra resaltada en el contexto. En esta sección se propone evidenciar el despropósito que “atesora” trae a la frase. En lugar de este vocablo se propondrá “cautivar”. La última propuesta se defenderá.

El verbo atesorar es ‘guardar, acumular, juntar o reunir cosas de valor». Es tener una persona muchas cualidades, gracias y perfecciones, poseerlas. Además de esto no hay nada más que valga la pena destacar con relación a este verbo. Mal se compagina esta significación con la redacción de lo transcrito: “…a más gente atesora con…”

El verbo que se propone, “cautivar”, además de coger presa a una persona es ejercer una atracción irresistible, ejercer influencia sobre su ánimo debido a una característica física o moral, conquistar, embelesar, ganarse o atraer.

Una vez leída las acepciones que constan aquí es adecuado que se piense de nuevo en lo que concierne a las redacciones; la que se encontró en el periódico y la que se propone. Se espera que no haya reparo en cuanto a estar de acuerdo con que se coló un verbo indebido en esta redacción.

Los recursos modernos de la tecnología permiten que las personas que redactan puedan verificar en asunto de segundos los significados de las palabras que están vertiendo en sus escritos. Esta labor no toma tiempo y en lugar de eso enriquece y hace más preciso el mensaje.

 

APEADERO

“. . .como tanto otros pueblos en la región, fue un APEADERO en el camino de la conquista. . .”

Hay palabras que a medida que progresamos pierden vigencia en la lengua común. Esta del título es una de ellas. En su primer sentido era un sitio donde los viajeros podían bajarse y descansar, quizá estirar las piernas. No era más que un punto de reposo en el camino.

En realidad el propósito de esta sección es recordar algunas de las palabras que denominaban, y aún denominan en lengua española algunos sitios.

Se ha olvidado el paraje que era un sitio lejano y aislado. Los caseríos casi no se mencionan. El caserío era el conjunto reducido de casas que en el campo no alcanzaba a lograr el nombre de pueblo.

Ya no se habla de una villa a menos que no sea para mentar la que se encuentra en las márgenes de las grandes ciudades y lleva apellido: villa miseria. Nadie se ocupa de la población que se distinguía de la aldea por haber sido sujeto de algunos privilegios, es decir, la villa. Un villorrio es una concentración de población pequeña y poco urbanizada, por lo general se utiliza el término que aparece resaltado en negrillas de modo despectivo.

Un pueblo era y todavía es una concentración menor de personas en un sitio que apenas alcanza a clasificarse entre las ciudades. Solo se distinguía de las zonas rurales porque había algunas personas que se concentraban en el lugar.

Un poblado era un núcleo de viviendas de carácter primitivo o provisional. Era no más importante que un lugar habitado. Un sitio donde había algunas viviendas.

Una ciudad es mayor que una villa, en ella hay calles y edificios. Esa es la manera más rústica de definirla. Es una concentración densa de personas, que se dedica por lo general a labores que no son agrícolas; esto es, donde predominan las actividades industriales y de servicio. Es por ende una urbe si llega a formar una ciudad grande y populosa.

Antes de pasada se mencionó la aldea que es un pueblo de escaso vecindario que depende de otro para su administración. Es apenas una agrupación de casas que está agregada a un pueblo mayor.

Aunque parezca raro un sitio es una población pequeña menor que villa y mayor que aldea. Esto así aunque no sea la idea que la mayoría de los hablantes en la actualidad se forman del concepto. Una sitiería es un lugar en la zona rural en la que abundan los sitios o estancias pequeñas. También se ha oído sitierío.

Los dominicanos también por medio de su imaginación sin par han creado otras denominaciones. Para un sitio cuyo nombre el hablante no desea recordar hay quien lo ha denominado “revolcadero de burros”. Un lugar remoto y “de cuyo nombre no quiero acordarme” se mienta recurriendo a la expresión “donde Jesucristo perdió la gorra”. Otro recóndito lugar cuyo nombre no merece mención se llama “el culo del mundo”.

Con la nómina que se acaba de citar no se trata de ser exhaustivo. No cabe duda de que en cada país hay formas de aludir a los sitios rurales de menor importancia. Esto que se ha hecho aquí constituye más bien una muestra.

 

 

 

 

 

 

 

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