Presentan la obra de Federico Henríquez Gratereaux

En un ameno intercambio con el público que asistió al acto “Cátedra de Textos Magistrales” en la Academia Dominicana de la Lengua, el subdirector de la entidad, Federico Henríquez Gratereaux, ofreció detalles enriquecedores sobre algunas de sus obras, como Un ciclón en una botella, La feria de las ideas y Ubres de novelastra.

La actividad cultural, organizada por nuestra corporación, contó con la presencia de un selecto público que mostró su entusiasmo e interés por escuchar las palabras del disertante. Henríquez Gratereaux explicó el proceso de elaboración de las obras citadas, así como las referencias culturales, sociales, políticas y  económicas que vierte en ellas. Al hacer gala del profuso y variado conocimiento, nuestro académico precisó el eje vinculante que tienen sus obras sociográficas.

Federico Henríquez Gratereaux habló ampliamente de La feria de las ideas. El libro está compuesto por veintiún ensayos sobre distintos autores, cada uno con renombre mundial en su disciplina. Se reunieron así las opiniones de un economista, un sociólogo, un físico, un biólogo, un historiador, un filósofo, un religioso, un médico, un novelista, etcétera. Cada uno tiene una singular visión de la situación del hombre actual.

Por otro lado, afirmó que en el libro de ensayos Un ciclón en una botella aborda su percepción de nuestra historia social, económica, política y cultural a partir del análisis de diversos tópicos socioculturales. Esa obra muestra su interés en los problemas de la sociedad dominicana, con sus carencias y posibilidades, sus  costumbres y su idiosincrasia, con algunas características como “el pesimismo del dominicano”, para lo cual no solo se apoyó en las ideas de José Ramón López, plasmadas en La alimentación y las razas, sino en otros autores y sus obras. Un ciclón en una botella es un libro en donde explica su propia sociedad, por qué somos como somos, por qué pasa lo que nos pasa, por qué Santana y Trujillo pudieron hacer todo lo que les vino en ganas con la sociedad. Destacó que tuvo que averiguar por su propia cuenta las indispensables referencias históricas y sociales, que solo marginal y ocasionalmente algunos libros trataban de estas cosas. Señaló que este libro lo escribió tratando de explicarse cómo habíamos llegado a esa situación terrible que era Trujillo. “He llegado a preocuparme por la historia dominicana como quien no tiene más remedio que entrar en esa maraña de pasiones y de enigmas, en esa masa caótica de opiniones y de documentos. Es decir, que he llegado a la historia en calidad de náufrago, por no tener más camino que ese para poder “vivir mi país”, para ejercer deliberadamente el oficio de vivir y saber vivir. Confesó que ese joven, que era él, topa con nuestras cojeras sociales. Y quiere salir de su confusión, de su anonadamiento. Quiere fabricarse un sistema de valoraciones. Y va, lleno de esperanzas, a las fuentes de la tradición, a reclamar las lecciones del prestigio de nuestros mayores: Emiliano Tejera, José Ramón López, Américo Lugo, Rafael Moscoso Puello, Manuel Arturo Peña Batlle, Juan Bosch. ¡Oh, qué pesimistas! ¡Qué visiones tan amargas! ¿Tendrán razón? ¿Será cierto que nos hemos merecido todas las tiranías que hemos tenido? ¿Será posible que no haya salida social para nuestras desgracias colectivas?”, se preguntaba.

El académico manifestó que el pesimismo dominicano es el resultado de una historia y a la vez una fuerza histórica. “No puedo ser inglés, ni alemán, ni francés; por más que admire las culturas de esos pueblos no puedo falsificarme, no puedo ser otro distinto del que soy; soy dominicano. ¡Me gustan tantas cosas dominicanas! ¡Tantas otras me lastiman y me avergüenzan! ¿Cómo puedo vivir y ser dominicano y querer seguir siéndolo si no trato de entender mi propio país, si no intento descubrir sus intrínsecas posibilidades de perfección?”, añadió.

El tema del desarrollo de la lengua era de mucha importancia para nuestro académico. “Nosotros los colonizados por España, llegamos a ser parte de la lengua de una forma tan rica como los andaluces, que hicieron una gramática de la lengua española. Llegó un momento en que todos ellos eran dueños de nuestra lengua y después, con el descubrimiento de América, ocurrió que una lengua romance se extendió por toda América, como una segunda romanización. Entonces él, un escritor en lengua española, se sintió tocado por esa historia y, sobre todo, por el desarrollo del pensamiento en la lengua española, motivo que lo llevó a estudiar a los viejos pensadores que escribieron en latín”, dijo. Henríquez Gratereaux entendía que si quería ser un buen escritor en lengua española, tenía que pensar, no solo escribir bien en lengua española.

El académico reveló que todo esto fue lo que lo llevó a entender que así como aquí hay feria de frutas o de cualquier otra cosa, también puede haber una feria de las ideas y quiso expresar sus ideas acerca del desarrollo de la lengua española. Resaltó que el propósito central del libro La feria de las ideas era también conocer a los pensadores en la lengua española. Señaló que en el conjunto de ensayos de La feria de las ideas quiso manifestar su interés por conocer y estudiar la lengua española; en ese tenor, hizo un recuento de los orígenes de nuestro idioma, resaltando el aporte y el rol decisivo de los escritores que han dejado su impronta en el desarrollo y enriquecimiento del idioma mediante el uso apropiado y paradigmático del español en su producción literaria, constituyéndose así en modelos no solo para intelectuales, sino también para los hablantes de la lengua de Antonio de Nebrija, Miguel de Cervantes, Rubén Darío y Pablo Neruda, entre otros.

Durante su alocución, matizada por lecturas de ejemplos que ilustraban cada afirmación sobre el tema,  el subdirector de nuestra Academia llamó la atención sobre el hecho de que el trabajo literario o lingüístico de algunos autores, muchas veces es vilipendiado incluso por sus contemporáneos, como ocurrió con Antonio de Nebrija, el autor de la primera Gramática de la lengua española, a quien algunos intelectuales de su época  llamaban “Lebrija”, para minimizar su aporte y desmeritar su obra académica.

Nuestro escritor habló de su novela Ubres de novelastra. Dijo Henríquez Gratereaux que esa obra surgió a raíz de las confesiones que, acerca de su vida al lado de  un personaje fuera de serie, una viuda le hiciera en su oficina, quien además había perdido a su hijo por enrolarse en labores revolucionarias. Destacó que esta novela ha tenido mucha acogida, quizás porque en ella se percibe su amor por inquirir y dilucidar los problemas universales del ser humano. El ensayista reiteró los aspectos distintivos de las tres obras que destacó de su producción literaria, es decir, la dimensión social y nacional de la primera; el afán por cultivar, conocer y profundizar en su lengua materna, la lengua española, en la segunda; y, en tercer lugar, explorar y analizar los problemas inherentes a la condición humana, patentes en la novela citada. En torno a las otras obras refirió algunas anécdotas jocosas sobre ellas, que corroboraron el tono cordial del encuentro, que arrancaron expresiones hilarantes en el público presente. La disertación de Federico Henríquez Gratereaux presentó datos interesantes sobre filosofía (por ejemplo, detalles de la vida y obra del español Julián Marías), así como sobre historia, política, milicia, literatura y lingüística.

En resumen, los comentarios del disertante pretenden estimular el estudio de las obras emblemáticas de la literatura dominicana en esta “Cátedra de Textos Magistrales”, instancia concebida para incentivar el interés y el conocimiento de nuestras obras ejemplares.

Santo Domingo, 13 de agosto de 2013.

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