MEREQUETENGUE

“Desde lejos J. P. el mánager matutino disfrutaba con aquel MEREQUETENGUE armado alrededor de la gastronomía del negocio.”

Encontrar una voz de este género forma parte de las delicias de la lectura de un periódico escrito en una comunidad en la que participan redactores que son nacionales de diversos países. No se trata de editar el estilo para hacerlo uniforme o estándar, sino de permitir que cada periodista exponga en su español.

No hay duda de que cuando se enfrenta un término como el del título este deja de ser un atractivo en la lectura para convertirse en un obstáculo para la buena comprensión del mensaje. Si se toma en consideración las dos vertientes vaciadas más arriba hay que convenir en que se aprende aunque se sufra.

Si se analiza el asunto de manera desapasionada hay que comenzar por separar la palabra en sus posibles componentes porque parece que en su seno lleva varias partes que se detectan a primera vista. La primera parte “mere” trae consigo la idea de merengue, por lo menos para un dominicano; luego viene “que” que en funciones normales se acepta que actúa como una conjunción completiva, y, al final está el “tengue” que no despierta nada organizado en la memoria semántica del lector. Para abonar al “tengue”, existe la locución “en tenguerengue” en español para significar “sin estabilidad”.

Para resolver el problema hay que aceptar el vocablo como un todo y olvidarse de tratar de entenderlo mediante conocimientos previos. Al final no queda más remedio que acudir al Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

En el diccionario antes mentado la palabra tiene tres acepciones. La primera es: “lío, follón”. Es de uso espontáneo en más de un registro del habla de varios países entre los que pueden mencionarse: México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Argentina, y Uruguay.

En Colombia esa voz del título vale para entregar la idea de: “pelea o discusión fuertes”. El diccionario propone que se usa solo en el ámbito popular. La tercera acepción corresponde a: “movimiento rápido y exagerado de algo, especialmente del cuerpo y de las caderas al bailar.”

Se utiliza con ánimo festivo en el habla popular.

Hay varios segmentos en la redacción de esta redactora, de quien se tomó la cita, que denotan que no está interesada en que la entiendan, sino en transmitir sus ideas en su propio español sin que le importe la suerte de los lectores. En ocasiones los periodistas proceden de este modo cuando piensan que el “su” de ellos, es el español que todos los lectores entienden.

En la cita hay que entender que la redactora empleó la voz para denotar que se había armado una discusión o un lío alrededor de la gastronomía del negocio. Es muy posible que en una conversación entre amigos si se utiliza la palabra y se la acompaña de gestos, se aumenten las probabilidades de que la entiendan las personas que no conocen el término.

PRERREQUISITO

“. . .lo cual es un PRERREQUISITO para participar en las cumbres, que se celebran al menos cada tres años para promover la integración regional.”

Este es un vocablo que se combatió en un tiempo pasado no muy remoto. Se criticó esta combinación formada con la ayuda de pre- como prefijo y luego el vocablo requisito. Para los hispanohablantes del registro culto esto no tenía sentido porque un prerrequisito era algo que venía o se encontraba antes de otro requisito más.

En esos años eso de prerrequisito era una aberración. Era pretender que algo venía antes de un requisito.  Era un requisito antes de un requisito. Este es un tipo de construcción que chocaba al genio reflexivo de la lengua. No hay que olvidar que requisito en sí mismo es una condición indispensable para que pueda realizarse una cosa.

No conforme con todo lo anterior que se acaba de esbozar hay algo en las lenguas que se sitúa por encima de las reglas o normas y eso es lo que se llama el uso. El uso prima por encima de cualquier otro carácter en lo que se refiere a las lenguas.

Hace por lo menos más de cuarenta años que en los medios académicos, especialmente en las universidades, comenzó a utilizarse este concepto del título, para aludir a algo que hay que cumplir antes de acceder a algo más. Es como decir una condición que hay que cumplir antes de otro requisito. Este “antes de lo mismo” fue lo que resultó desagradable a lo acostumbrado en la lengua española.

Lo que ha acontecido en relación con este vocablo es algo que sucede con frecuencia en las lenguas como consecuencia de un proceso consciente, arbitrario, porque la lengua se alimenta de fuentes que proceden de varios sectores del habla.

Por una parte, la fuente culta que mantiene esos términos en su registro después de haberlos creado para atender a una necesidad expresiva y, por otra parte, de muchas otras palabras que nacen en el lenguaje culto y que más tarde bajan a otro nivel y se integran al lenguaje popular. Este segundo movimiento es la suerte de fenómeno que se ha observado en el caso de “prerrequisito”. Se lo creó en el nivel universitario copiado de un concepto angloamericano y de allí se integró a la lengua general.

Por primera vez apareció esta voz en el DRAE de 2001, definida como un requisito previo. En el ámbito universitario se emplea el vocablo para la asignatura obligatoria y previa a otra que también lo sea para alcanzar un grado. Los académicos pensaron que se usaba en Chile y Puerto Rico. El autor de estos comentarios da fe de que se usaba durante los años setenta en República Dominicana. Vale la pena que se mencione que el Diccionario Larousse de neologismos de la lengua española de 1998 ya registraba el término del título con la primera acepción integrada hoy a la lengua común.

Es interesante destacar que en más o menos cincuenta años este vocablo logró su reconocimiento en el seno de la lengua. Este es un período considerado corto en una lengua. Quizá se produjo así porque vino patrocinado por el habla culta, especialmente por las universidades.

VERDE

“Políticos y legisladores han tratado de estimular el ciclismo como una actividad saludable y un modo de transporte “VERDE” que viene bien a los. . .”

Parece que los hispanohablantes están (estamos) condenados a andar a la zaga de por lo menos el inglés. No solo que se trata de agarrar el paso porque se anda rezagado, sino que además se copia de otra lengua lo que se usa para satisfacer la necesidad de la comunicación efectiva en español.

De algún (o de todo) modo en el habla y en la expresión escrita existe ese servilismo aquí mentado con respecto del inglés. Este “verde” es una muestra palpable de lo que parece que es una esclavitud que mantiene la lengua española escrita y hablada con respecto de la inglesa. Es una vía de alimentación que ¿enriquece? la lengua común. Esto es un hecho comprobado y los epítetos y calificativos no podrán mucho contra esta influencia.

En lugar de permitir que las meninges generen palabras nuevas o que adopten vocablos viejos y válidos para nuevos fenómenos se permite que haya una invasión de voces extrañas o nuevas acepciones importadas para situaciones o fenómenos nuevos.

Hay que sacudirse. Se necesita fomentar el orgullo de y por la lengua. El español es autosuficiente y es capaz, con creces, de satisfacer todas las necesidades expresivas de la vida moderna. No debe permitirse que el español tenga que copiar palabras para comunicar sentimientos, circunstancias y  acontecimientos que se perciben a través de los sentidos con toda propiedad.

Este “verde” como se anunció más arriba procede del inglés, lengua en la cual en una de sus acepciones es “que tiende a preservar la calidad del ambiente, que no causa contaminación”. Cabe aquí la pregunta: ¿El español no tiene suficientes recursos para expresar esto sin necesidad de calcar? La pregunta no es ociosa. La respuesta no pertenece solo a los estudiosos de la lengua. Lo que corresponde que se haga es que se alimente la creatividad tolerada siempre y cuando esta sea acertada.

No hay necesidad de tratar de poner un nombre en una sola palabra a cada nuevo fenómeno. Es posible que por el mismo hecho de que la lengua española es diferente de la inglesa se necesite más de una palabra para que se entienda lo que se desea expresar. No debe esto limitar la sana creatividad.

Una vez vaciado todo lo anterior, que es más salido de los sentimientos que de la labor científica, corresponde que se admita que en algunos casos los calcos pueden tener un factor común que identifica las dos lenguas.

En español ya se emplea el color verde como un color presente en la naturaleza que representa el movimiento que defiende primariamente la conservación de la naturaleza y el equilibrio ecológico. Aunque no conste de modo directo en los diccionarios el verde es el color que identifica el follaje.

En español existe ya bastante verde para representar la naturaleza, como por ejemplo con relación a las “zonas verdes” que son espacios en los cuales no se permite construir y que se destinan para parques o jardines.

En República Dominicana hay un color verde muy oscuro o encendido que se conoce con el  nombre de “verde cotorra”. Existe también otro color, “verde botella”, que no es otro que el que caracteriza a la botella de cerveza Presidente que durante muchos años ha sido la de mayor consumo en el mercado dominicano.

A lo expuesto más arriba no hace falta que se le añada un colofón para cerrar la sección. ¡Bienvenida sea la creatividad en el español! A  condición de que sea verdaderamente española, sin contaminación.

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