MARGEN – MÁRGENES – ESTRESADO – *AUDITAJE

“Con las niñas hay un MÁRGEN de edad marcado por su desarrollo biológico.”

Se ha observado en los últimos tiempos que alguien se ha dedicado a marcar un acento (tilde) sobre la A de margen. Ante la repetición del error hay que tomar posición para que no se confundan los lectores.


Hay que estar firmes en el régimen de los acentos marcados en español, porque la palabra margen no lo lleva, mientras que el plural de ésta, es decir, márgenes, sí lo lleva marcado, es ortográfico.

Todo se reduce a recordar que “margen” solo consta de dos sílabas; a su vez, márgenes consta de tres y eso le permite que se coloque la tilde sobre la sílaba del mayor esfuerzo tónico. No hay que dejarse confundir por la terminación, que en un caso es de N al final y en el otro S, pues lo que determina si se marca o no, es la sílaba y no la letra final. En un caso solo hay dos sílabas, y en el otro hay tres. La posición es la misma, pero en un caso es una palabra llana y en la otra es esdrújula.

ESTRESADO 

“Para quienes a menudo se sienten ESTRESADOS, la primera medida es empezar a cuidar la salud en todos sus aspectos.”

En el lexicón mayor de la lengua española del 1992 no figuraba el término “estresado”. Estaban registrados los vocablos “estrés, estresante”. Como se sabe, los dos vocablos están emparentados con el inglés stress.

En el catálogo elaborado por la Academia, publicado en el año 2001, sí aparece ya la palabra “estresado”. Se define el concepto así, “que sufre estrés”. Como era de esperarse en un caso como éste, se admitió también el verbo correspondiente, “estresar”.

Las definiciones de las palabras de esta familia variaron. En realidad, lo que varió no fue la noción, sino la redacción preparada por las autoridades de la lengua. En inglés el término tiene un campo de acción mayor que en español. Si se analizan detenidamente –aquí no se hace- las redacciones del español, y se comparan las del 1992 y las del 2001, se observará que hubo un pequeño cambio de orientación, de una de las significaciones del inglés hacia la lengua española.

*AUDITAJE 

“. . .es una guerra de contabilidad y AUDITAJE, de la misma manera que la guerra de armas. . .”

Hay que vivir para leer, y leer para creerlo. Hasta que uno no encuentra impreso este tipo de palabras se resiste a creer que alguien pueda pensar que algo parecido pueda existir en nuestra lengua.

La familia de palabras emparentadas a través de “auditar” empiezan en el diccionario en español con el verbo. Más adelante sigue el “auditor-a” y termina con la “auditoría”.

No hay que descartar que el error provenga del hecho de que en español se cuenta con algunas palabras que terminan en –AJE, como por ejemplo, “peritaje”, que es la labor que hace un perito, sobre todo cuando rinde un informe. Por aquello de que el auditor es un perito en su materia, se produce un corto-circuito y sale el mentado “auditaje”.

La auditoría es, en una de sus acepciones, la “revisión de la contabilidad de una empresa, de una sociedad, etc., realizada por un auditor”. Las labores del auditor han evolucionado mucho, ya él no va a oír, sino a revisar la contabilidad. En los tiempos de la colonia se llamaba “oidor” a la persona enviada a inspeccionar las gestiones de los funcionarios de la corona, porque su labor casi se circunscribía a escuchar a las partes involucradas.

*CUENTACORRIENTISTA – CUENTACORRENTISTA

“Con estas tarjetas los CUENTACORRIENTISTAS podían sacar en los cajeros automáticos de Colombia en pesos, los dólares depositados en cuentas en Estados Unidos a fin de ganarse. . .”

El uso en España ha consagrado el vocablo “cuentacorrentista” para la persona que posee una cuenta corriente en una institución de crédito.

El texto que consta en la cita, al principio de esta sección, se extrajo de un escrito que se produjo en nuestra América. Todavía no ha transcurrido suficiente tiempo para asegurarlo, pero es posible que ésa sea la forma en que en los países de América se llama y se llamará a la persona que mantiene una cuenta corriente en un banco.

Al final de la historia podría terminar el asunto con dos palabras, una de uso en España y otra que se utiliza en nuestra América Morena. Todavía es prematuro predecir lo que va a ocurrir en este punto, mas no sería motivo de sorpresa si la Academia favorece con su reconocimiento el vocablo español, mientras que en América persiste el uso del otro término.

FUERZA

“Miles de estadounidenses y personas de distintos rincones del mundo están enviando correos de FUERZA y esperanza a través de la internet para alentar. . .”

Sería muy alentador poder descifrar lo que este tipo de correo es, es decir, el “correo de fuerza”.

Los mensajes que se hicieron llegar a las tropas durante la contienda es muy probable que fueran para infundirles “ánimo” y hasta para “alentarlos” a no decaer en sus empeños, a no cejar.

No hay duda, en momentos de guerra es importante recibir palabras de aliento, cartas encaminadas a fomentar el buen espíritu y levantar la moral de las tropas. Lo que cuesta trabajo aceptar es que sean “correos de fuerza”.

En casos en que no se trata solo de energía física, sino de otro tipo, en español no se la denomina “fuerza”, sino “fortaleza” y en algunos casos se habla de “entereza”. En casos específicos se puede llegar a usar la “fortaleza moral” como apoyo para acciones de bien y para resistir los embates de las tentaciones, por ejemplo.

En algunos diccionarios se sostiene que la fuerza es la energía física y es probable que en el caso de la cita a lo que se refiere la reseña no es a este tipo de energía, por lo difícil que se hace transmitirla a través de misivas.

Otra noción que guarda relación con las mencionadas con anterioridad es la firmeza, sobre todo la que se asienta sobre principios morales. Como se nota, no se trata de “fuerza”, sino de otras palabras que expresan mejor la idea.

AGUDO – SEVERO 

“. . . habían mostrado un cuadro clínico con síntomas del llamado “Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), tras haber viajado a Asia.”

Los lectores son conscientes que esta enfermedad es peligrosa y que en poco tiempo se convirtió en noticia que atrajo –y atrae- a miles de preocupados lectores. Como es costumbre, mediante este comentario se va a analizar la traducción que se ha hecho de la versión inglesa del mal.

Las siglas S.A.R.S. corresponden a las iniciales de la dolencia en inglés, y se leen como un acrónimo, en esa lengua es severe acute respiratory syndrome. Lo primero que hay que hacer es examinar si en la lengua inglesa es justo que se empleen las dos palabras severe y acute de modo consecutivo para calificar un síndrome. A renglón seguido se examinará si es válido y apropiado que en español se utilicen los términos correspondientes, “severo, agudo” para caracterizar una enfermedad.

La palabra del inglés acute cuando se refiere a enfermedades que se caracterizan porque son de ataque repentino, que alcanza agudeza súbita y de corta duración. Con respecto al vocablo severe, cuando guarda relación con los dolores, dolencias o enfermedades, se refiere a las molestias físicas que inflige, así como a los dolores y penas que ocasiona.

Ahora es el momento de iniciar el análisis de las dos palabras en español. Para “agudo”, referida a una enfermedad es “grave y de larga duración”. En lo que respecta a “severo”, el diccionario oficial de la lengua nuestra no arroja luz en lo concerniente a enfermedades, porque las definiciones que asienta versan sobre la persona, la ley y las estaciones del año. Cuando se reconoce que algo es severo se pondera lo grave que es y la seriedad del caso. Por desventura tanto la gravedad como la seriedad en estos casos se entienden como señales del carácter de la persona.

Después de estudiar las partes del nombre que le han dado a la enfermedad, no queda más por hacer que darse cuenta de que éste no se aviene a las significaciones que la lengua le reconoce a cada uno de ellas.

En casos como el de esta enfermedad, a veces, lo que se debe de hacer es bautizarla con nombre propio en la lengua española, vale decir, de modo independiente del inglés. Quizá la solución que conviene en cuanto al aspecto de la lengua sea “Síndrome Respiratorio Agudo”. Olvidar lo de severo y echar mano de “grave”, que en asuntos de enfermedades en español es “de cuidado”. Claro, con esta solución se aleja el español de las siglas del inglés, y en el caso de una enfermedad nueva puede que dificulte su reconocimiento.

En realidad, lo que se hizo es que se forzó la lengua para satisfacer el parecido y facilitar el reconocimiento. Puede ser que más adelante se pueda corregir la ligereza. Hay que lograr que la lengua y la comunicación viajen parejas, sin enemistarse, que haya afinidad entre la exactitud y el español.

EPATANTE 

“Lejos de poses intelectuales, actitudes EPATANTES o aires de enfant terrible, C. conversa con sencillez, moviendo constantemente SUS manos. . .”

El vocablo que se destaca en la cita procede del francés. Cobró vigencia en los años de apogeo del dadaísmo, cuando estos proclamaban que algunas de sus acciones iban encaminadas a épater le bourgeois.

Muy buenos prosistas de la lengua española lo usaron en sus escritos a sabiendas de que pertenecía al francés. Amado Nervo se sirvió del término ya en el año 1900. Durante todos los años transcurridos desde que se comenzó a utilizar la palabra, hasta que se la consagró en el diccionario de la Real de Madrid, en el año 2001, sirvió para expresar “que causa estupefacción”.

Al aceptar el vocablo del título en el lexicón mayor, la autoridad de la lengua de Madrid lo define como adjetivo “que pretende causar o causa asombro o admiración”. Junto con el adjetivo, la edición de 2001 del Diccionario Real consigna el verbo “epatar”, que aun cuando en francés significa deslumbrar, se define en español así, “pretender asombrar o producir asombro o admiración”.

La inclusión de la palabra en el año 2001 se anunció desde que se la incluyó en el “Diccionario Manual” de la legua española, lo que dio pié a que muchos escritores se anticiparan a su admisión y empezaran a usarla con más frecuencia. Nótese enseguida que la Academia en su definición reconoce un elemento intencional en la acción y no algo puramente accidental.

En el texto bastaba que se escribiera que movía “las” manos, pues en español es difícil que alguien lo haga moviendo las manos de otra persona.

Con respecto a “enfant terrible”, equivale a “chico terrible, desconsiderado”. La popularidad de este calificativo se debe más que a la serie de grabados de Gavarni, al relato de Jean Cocteau titulado Les enfants terribles que se publicó en el año 1929.

En traducciones del francés al español, la palabra epatante se hacía con ayuda de varios equivalentes, que naturalmente dependían del caso específico, las más socorridas eran “sorprendente, asombroso”; mientras que en otras hipótesis se recurría a “despampanante” cuando el sujeto era quien “deslumbraba”.

RECELAR 

“De la misma manera que he RECELADO siempre la fanfarrona identidad entre sus pueblos, entendida, en general, a través del prisma de un excesivo colorido. . .”

Si se usa este verbo en una oración con “que” como complemento, lo que se indica con él es “sospechar cierta cosa”. En las oraciones en que se acompaña el verbo con “de”, entonces vale para expresar “desconfiar de alguien o de algo”.

En sus funciones de verbo transitivo, el verbo significa “temer, desconfiar y sospechar”. Hay que proceder con cautela al emplear este verbo para que se exprese derecho lo que se trae en el pensamiento.

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