La fascinación de la rosa, novela de Manuel S. Gautier

Por Ofelia Berrido

Esta obra novelística se inicia con una percepción cruda dirigida al lector. Se nos echa en cara ser pulga, animal que se nutre de otro animal: un perro callejero que deambula buscando comida en la basura. Simbolismo de una sociedad salvaje que se nutre de lo peor. Organismo al cual nos aferramos con garras para seguir adelante a como dé lugar. Chupar y chupar es la salida de sobrevivencia, porque lo otro, según nos dice…”es esperar que el perro se rasque y nos aplaste o nos lance en el vacío con una sacudida de su lomo”. No hay escapatoria en el mundo de esta percepción de Manuel Salvador Gautier.

Me sorprende y entusiasma conocer esta nueva faceta del autor: La profundidad y el alejamiento del mundo real cotidiano e histórico a que nos tiene acostumbrados en sus obras previas. Se muestra un Gautier reflexivo que penetra un universo de pensamiento mucho más complejo y se despoja de todos los tabúes ancestrales para reconocerse transformado por una nueva conciencia. El autor de la obra se abre a nuevas experiencias en un lenguaje mítico cosmogónico lleno de simbolismos.

No sé si la ideación de esta obra ha sido la clave que ha abierto las puertas de su nuevo imaginario o si es la madurez de un hombre en búsqueda lo que le ha llevado por nuevos senderos, pero el cambio es radical.

La obra está dividida en dos partes que pudiéramos catalogar como dos planos fuertemente diferenciados: la “realidad cotidiana” y el “realismo mágico” que a medida que avanza la trama se integran para formar la “única realidad”. La primera, nos muestra al Gautier conocido que se desplaza con facilidad en el dominio de la técnica que ha hecho de él un laureado escritor: diálogos naturales y espontáneos que intercalados con el uso del monólogo interior dan verosimilitud a lo narrado; una unidad lingüística manifiesta en enunciados bien estructurados a través de una coherencia y cohesión entre los hechos nos permite entender lo comunicado y hacer una lectura fluida sin exabruptos; una narrativa límpida que se desplaza de forma admirable; excelentes descripciones que nos permiten situarnos con comodidad en un telón de fondo bien constituido con párrafos breves y bien armados. Estas descripciones y la ambientación justa, ensamblados junto a diálogos apropiados y precisos, dan el tono perfecto a cada situación. El tiempo interno de la historia y el tiempo externo o histórico donde sucede se engarzan para convertir el tiempo en un personaje que define destinos. En esta obra el tiempo y espacio son el absoluto, lo inmutable donde todo es posible: Se trata de la ontología divina.

Hay varios recursos que nos llaman la atención: la facilidad con que el escritor puebla su novela de personajes con motivaciones claras que se internan y retiran de la historia con naturalidad; el uso frecuente de anglicismos al estilo Borges le dan una nota cosmopolita y define los grupos sociales que los emplea; y el uso notorio de sus conocimientos arquitectónicos y retratos de ciertas costumbres de nuestro país.

Pero pasemos al argumento: Federico Nadal el protagonista, un hombre solitario, abandonado por su esposa y descuidado por sus hijos se enfrenta a un hecho inesperado: una mujer entra a su vida para cambiarla de raíz. Termina el tedio y la dama se convierte en una puerta que lo lleva por un nuevo sendero. Se enamora. La musa es un pretexto que la vida le ofrece para provocar una transformación. Ella antes de aceptar su amor le exige que supere varios retos. El escritor utiliza el recurso cardinal de las novelas griegas, bizantinas y de caballerías: las pruebas. Esta novela de aventuras utiliza el esquema argumental arquetípico donde el héroe debe vencer los obstáculos que la vida le brinda para lograr alcanzar lo que busca: la meta final que se presenta como el amor de sus sueños. Luisa Escobar es la “Dulcinea del Toboso” de esta obra. Las aventuras en las que se ve envuelto Federico tienen un aura especial, son hazañas vividas con intensidad y entrega por el alto significado que encierran: el logro de la espiritualidad y de ahí el carácter único de cada aventura a que se expone.

Tres son las pruebas: primero, sobreponerse al mundo físico a través de la acción. De esta prueba sale airoso evidenciando su bondad y compasión, pero son las restantes aventuras las que hacen del libro una obra diferente a todo lo escrito por el autor… Una de ellas le muestra el mundo del vudú, y luego el cristianismo en el viaje que realiza desde el Este de la isla hacia Haití y luego, el regreso que cierra el círculo. Federico experimenta la fuerza de los elementos y se estremece tras cada prueba. Nota su sostenida transformación y tras cada superación recibe una rosa como símbolo del ascenso espiritual.

El tema religioso es tratado con respeto y sin los prejuicios que con frecuencia son manejados. El protagonista visita un templo vudú y al ver el ceremonial se sorprende de lo que ve y piensa…

“Me mira fijamente; no comprende la razón por la cual niego un lugar donde cada objeto natural o construido es receptáculo de la divinidad. Los arboles, los bohíos, la enramada, el piso de tierra de este lado del riachuelo, son el templo…”

Esto nos hace recordar las catedrales góticas como la de Chartres, y hasta la nuestra “La Catedral Primada de América”, hechas por artesanos virtuosos de la arquitectura sagrada, símbolo de la naturaleza y el universo con las columnas posicionadas como arboles del bosque al lado del sendero y los techos… bóvedas de crucerías como ramas que se entrecruzan. Tierra, naturaleza viva, fecundidad, fruto, vida y renacer…

Federico no se suma a la nueva realidad religiosa con que se encuentra sino que esta le sirve de catalizador para enfrentar sus propios fantasmas. Entiende claramente la simbiosis de culturas y está listo para conocer lo que se le presenta.

Lo que toca emocionalmente a Federico no es la aventura misma sino el significado transcendente que esta pueda tener y el cómo impactará su vida. Federico se enfrenta a lo desconocido para restablecer el orden perdido: Busca encontrar la felicidad malograda, pero en el proceso se descubre a sí mismo y descubre lo que para el protagonista es la necesidad de una religión que vea al ser humano como parte de la naturaleza y no separado de ella.

Esta obra se trata de la relación entre la aventura y el autoconocimiento del que habla Georg Simmel o como diría Carlos García Gaul: “esta aventura es en el fondo un asunto privado”.

“La fascinación de la rosa”, novela de aventuras de Manuel Salvador Gautier, es el viaje interior de iniciación de Federico Nadal: un viaje que tarde o temprano realizaremos todos…

Artículo publicado en la Revista literaria “Areito”
Periódico Hoy
Sábado 19 de mayo de 2012