La apelación metafísica en la poseía de Jorge Suárez

 

LA APELACIÓN METAFÍSICA

EN LA POESÍA DE JORGE SUÁREZ

 

“¿Por qué retroceden las olas de la vida?”

(Jorge Suárez)

Por Bruno Rosario Candelier

 

   Jorge Suárez emerge al escenario literario nacional con un poemario impregnado de la visión metafísica de lo viviente. Oriundo de La Vega, se inició en el cultivo de las letras al integrarse al Grupo Literario “Federico García Godoy”, bajo la orientación del Movimiento Interiorista en la ciudad cibaeña, y se hizo abogado en cuyo ejercicio desempeña su formación como jurista.

Cuando en 1992 el autor de este prólogo publicó la antología del Ateneo Insular, Poética Interior, Jorge Suárez era uno de los jóvenes integrantes del grupo vegano del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular y, en tal virtud, figura en la primera antología poética de nuestro movimiento. Entonces escribí sobre la poesía del joven poeta: “Nació en La Vega. En la actualidad estudia Derecho en la Universidad Tecnológica del Cibao (UTECI). Se inicia en el cultivo de las letras a través del Taller Literario “La Matrácala”. Su poesía raya entre lo racional y lo existencial, poniendo de relieve un constante cuestionamiento de la realidad. Miembro del Grupo Literario “Federico García Godoy”, del Ateneo Insular en La Vega” (1).

Dos grandes fuerzas pautan la existencia de los hombres: por un lado, como un designio predeterminado, está la FUERZA DEL DESTINO, que encauza determinados derroteros en el devenir humano; por otro lado, como un designio personal, está la FUERZA DE LA VOLUNTAD, personal y consciente, que concita la acción mediante el concurso de una apelación decidida y firme. Esas dos fuerzas, significativas y determinantes, penden de la persona y responden al caudal de creencias, valores y actitudes que asumamos, pero pesa más la que determine el propio sujeto en función de su cosmovisión y su convicción. Si creemos que todo está predeterminado, nuestra vida se somete a la fuerza ciega del destino; en cambio, si estamos convencidos de que podemos influir en la realización de nuestra existencia, enrumbamos nuestra ruta hacia la meta que elijamos para realizar lo que la vida nos depara. Entre el influjo del destino y la acción de nuestra voluntad, interactúa la reciedumbre de nuestra determinación como pauta que signa el rumbo de nuestra existencia.

El planteamiento anterior es una reflexión inspirada en lo que había dicho sobre la poesía de Jorge Suárez, en el sentido de que su creación “raya entre lo racional y lo existencial, con el cuestionamiento de la realidad”.   Esta obra poética entraña una reflexión inspirada en la realidad natural y existencial, hecho lírico y estético que conlleva un cuestionamiento metafísico y simbólico. La creación poética de Jorge Suárez encarna una interrogación metafísica de la existencia, con una clara conciencia de la pregunta por el sentido. En otro lugar dije que quien pregunta por el sentido hace metafísica, que es una manera, profunda y elocuente, de interrogar el destino humano y el sentido de la vida.  Porque, en efecto, a menudo cuestionamos la realidad y sucede que, más que la realidad, cuestionamos los efectos o los resultados que son consecuencias de nuestras acciones, no manifestaciones de la realidad en sí, que suele ser neutra respecto de nuestra posición o de nuestra valoración, ya que la realidad se manifiesta como es, cuya percepción o interpretación es siempre personal en atención a nuestras actitudes, apelaciones y creencias. Por esa razón, los cultores orientales de la visión mística del mundo hablan del karma, palabra hindú que significa ´acción´, es decir, lo que sucede como resultado de lo hacemos mediante hechos y palabras. El concepto de karma entraña la idea de que lo que hacemos, genera un efecto, que puede ser positivo o negativo, bueno o malo, según la naturaleza de la acción. Muchas veces, más que cuestionar la realidad, lo que debemos cuestionar es la posición o la actitud que asumimos ante la realidad. Entonces cambiaría la perspectiva y, probablemente, la valoración y, desde luego, el enfoque en sí.

Con relación a la creación poética, podemos hablar de varias clases: 1. La que se funda en la visión estética de lo real, al modo de Antonio Machado. 2. La visión mitificada de lo real, al modo de Federico García Lorca. 3. La visión cósmica de lo real, al modo de Alfonsina Storni. 4. La visión metafísica de lo real, al modo de Jorge Luis Borges. 5. Y la visión mística de lo real, al modo de san Juan de la Cruz.

La poesía de Jorge Suárez se inscribe dentro de la visión metafísica de lo real, con una actitud de interrogación o cuestionamiento (2). Desde luego, hay un modo de entender la poesía y un modo de sentirla. Algunos dicen que la poesía no se escribió para entenderla sino para sentirla. Difiero de ese planteamiento, ya que todo lo que existe, como toda creación humana, puede entenderse y sentirse al mismo tiempo, para lo cual contamos no solo con la inteligencia y la sensibilidad, las dos grandes facultades de la condición humana, sino con la formación intelectual y los conocimientos literarios, indispensables para trillar con éxito tanto la creación artística, como la interpretación de los textos literarios.

Al contemplar la realidad, vemos de lo contemplado lo que nos deslumbra y conmueve. Ahora cuando escribo, al despuntar el alba de un fresco día de diciembre, contemplo el horizonte y una estela de luz clarea el espacio infinito. Entre la luz que parpadea y la sombra resentida, fluye el rocío con su espejo de lumbre irredenta. El paisaje visto en soledad en esta condición invernal, el frío escamotea su encanto. El contorno refleja lo que el corazón proyecta, ya que la esencia subyace en su dintorno a la espera del soplo que redime o del aliento que acaricia. La creatividad suele fluir cuando el contenido se acopla a la forma que lo plasma. Desde luego, sin transfiguración no hay vivencia con huella ni fruición interiorizada ni, mucho menos, aliento trascendente.

Jorge Suárez se sitúa ante la realidad que concita su atención y escribe:

 

Pásole las manos al misterio

 congelado en la distancia,

a la paciencia prototipo

tejida en el espacio que me inspira,

 me dice, se revela lo desconocido

y me sanciona lo rústico de las rocas,

 el espíritu diciéndome

lo que sufren las estrellas

y los minúsculos terrones galácticos

que no saben decir sus historias.

 

El Dr. Samuel Johnson, poeta y crítico británico, denominó “poetas metafísicos ingleses” a destacados poetas anglosajones que, hacia mediados del siglo XVIII, dotaron al arte de la creación poética de una dimensión trascendente con su visión metafísica de lo viviente. La poesía metafísica indaga la dimensión esencial de lo existente y enfoca el sentido de la vida, la muerte, la nada, el tiempo, el amor, el dolor, la angustia y, por supuesto, profundiza en la vertiente interior del mundo circundante. En su faceta trascendente, la vertiente metafísica ‘hace’ a la gran poesía, en cuya virtud revela verdades profundas, indaga el sentido de fenómenos y cosas e inquiere la razón de lo existente.

La poesía metafísica, como expresión de la intuición profunda, capta lo que escapa a la percepción de los sentidos y se adentra en el sentido de las cosas mediante una reflexión canalizada a través de los recursos poéticos, sabiendo que el poeta no pretende hacer filosofía ni ciencia, sino una reflexión lírica, estética y simbólica, ya que mediante su lenguaje especializado traduce en imágenes los pensamientos y las percepciones que atrapa su intuición. El pensamiento poético se distingue del pensamiento conceptual, ya que este se expresa en ideas y conceptos. La poesía se expresa en imágenes y, en su reflexión poética, el poeta que escribe con hondura y belleza emplea metáforas y símbolos para dar a conocer el contenido de sus intuiciones.

Desde Aristóteles la metafísica es una rama filosófica que enfoca la esencia del ser, entendiéndose por metafísica la dimensión trascendente de las cosas. Pero en poesía, la visión metafísica no enfoca la realidad del ser, ni indaga la esencia de las cosas, como hace la filosofía, sino que valora el sentido de las cosas y de cuanto acontece en el mundo. Asumida como la búsqueda del sentido, esa indagación se hace en poesía con intención lírica, razón por la cual podemos hablar de metafísica poética o poesía metafísica, que tiene una manera estética y simbólica de inquirir el sentido de fenómenos y hechos. El poeta metafísico indaga lo que concita su sensibilidad con una mirada profunda y trascendente, razón por la cual esa vertiente de la creatividad comporta una disposición inquisitiva y, por tanto, la poesía metafísica comprende una actitud lírica de interrogación. Cuando un poeta indaga el sentido de la cosa hace metafísica y quien profundiza la pregunta por el sentido hace metafísica. Al poeta le corresponde sentir y expresar estéticamente lo que concita su sensibilidad. Cuando la sensibilidad indaga el sentido de sensaciones y emociones, se introduce a una dimensión metafísica y, por ende, hace poesía metafísica.

La lírica metafísica comporta una intuición estética con hondura reflexiva. El poeta metafísico busca el sentido del ser y lo hace con el lenguaje de la expresión lírica. Al escribir su poesía el poeta transmuta en imágenes sensoriales sus intuiciones estéticas, mientras el pensador lo hace en conceptos. Por eso el poeta piensa en imágenes, aunque esas imágenes transmitan verdades profundas o canalicen cavilaciones de la conciencia. Por tanto, los poetas metafísicos intuyen la dimensión profunda de las cosas que expresan mediante una representación imaginativa y estética del mundo. La intuición nos revela el costado secreto de la realidad y descubre su sentido profundo. Por eso las verdades del poeta son siempre verdades universales y eternas. Los poetas metafísicos ingleses dieron categoría a la poesía inglesa del siglo XVIII, ya que con su lírica potenciaron el sentido profundo de la creación poética al ahondar en el conocimiento de la experiencia humana a través de la intuición metafísica.

Cuando el poeta vegano contempla lo viviente, comprende que forma parte de la totalidad de lo existente y, asombrado ante la magnitud del Cosmos, como minúscula porción del mundo se desconcierta al ver que del inmenso vacío no sabemos nada y, si lo intentamos, en nada nos quedamos:

 

Lo que hay en lo profundo del mar, es nada.

Lo que hay en el epicentro de la Tierra, es nada.

Si lo logras traer a ti, es nada,

porque lo tocas,

porque lo palpas,

porque lo sientes…

Pero de ese vacío del que yo hablo,

tú no puedes nada, tú no sabes nada.

no puedes nada, no sabes nada.

no puedes, no sabes nada.

 

En tanto vía de comprensión y medio de expresión, la metafísica fecunda con su hondura interior la creación poética, ya que una obra como la que estamos presentando permite ahondar en esa dimensión trascendente y abordar su dimensión profunda, puesto que se inscribe en esa zona misteriosa que entraña la búsqueda del sentido. Nuestro poeta contempla las cosas y, a veces, una simple hoja lo desconcierta y anonada:

 

Por ejemplo, esta hoja,

esta simple hoja me anonada.

Mas, el cielo sigue, quieto ahí,

como si nada.

   La creación poética de Jorge Suárez le da hondura a su visión lírica del mundo. Estima Suárez que solo los poetas con garra, que son los poetas metafísicos, pueden descifrar el vacío del Cosmos:

 

Abre tus brazos al vacío,

como fugaces estrellas,

que galopan, que galopan,

despídelos como ríos sin regreso,

desenfúndalos al vacío,

al monstruoso vacío…

¡Ese vacío infinito es monstruo!

Tú no lo sabes, porque lo tocas,

Te bañas de él…

Tú eres parte de ese monstruo,

de ese monstruoso vacío,

que no tiene fin,

que no hay,

 ni lenguas mentirosas que lo crucen,

ni brazos imaginarios que lo abarquen.

   Decimos lo que somos con nuestros hechos y palabras. Lo que escribimos, revela lo que pensamos, creemos y sentimos. Mediante nuestro lenguaje, proyectamos lo que conforma nuestra cosmovisión, lo que alienta nuestras creencias y lo que mueve nuestra sensibilidad. La poesía de Jorge Suárez, como la de todo creador, refleja el ámbito interior de sus apelaciones y, desde luego, lo que concita su pensar, su querer y su sentir. La formación profesional, el sentido ético, la inclinación por la belleza y la vocación humanizante que distinguen al poeta vegano, son facetas expresivas de las inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales que subyacen en los versos de este valioso cultor interiorista.

Ante la realidad que concita su sensibilidad, el poeta quiere la luz precisa para interpretar su valor y su sentido:

 

Quiero que vengan detrás de ti

aquellos brazos,

que vengan abriendo lienzos,

que vengan poniendo lámparas,

abriendo lienzos y poniendo lámparas,

para que hablemos,

para que hablemos de los lienzos,

para que hablemos de las lámparas,

del contrato, de la conjura

y de la hoja que me anonada.

 

Nuestro poeta, identificado con el ideal interiorista de la creación (3), se siente compenetrado con la Naturaleza a cuyos seres y elementos vuelca su sensibilidad con una cordial identificación sensorial, imaginativa y espiritual. El Interiorismo postula la asunción de la Naturaleza como fuente de inspiración lírica, metafísica y simbólica. Al ver el paisaje, descubre que, en tanto contemplador de lo existente, en su intimidad fluyen los efluvios de la Creación, desde la cual disfruta el esplendor de lo viviente:

 

Nada es nada

por donde quiera que voy.

Ese caminito solitario y amapolado

me es lo más importante.

Nada es nada por donde quiera que voy.

Ese arroyito de aguas verdolagas

me es lo más importante.

Me gusta el olor a monte,

pescar biajacas y hablar solo…

subir barrancas y contemplar el paisaje.

Nada es nada por donde quiera que voy.

Mis cosas más importantes

no son mías, son del viento,

del olvido y de la brisa

que brusca vive llevando cosas:

palabras, olores…

y lo más importante de todo: mi intimidad.

 

En su reflexión poética, llama la atención que la persona lírica intuye que aquello que el hombre no entiende, se mantiene incólume y, por ende, conserva el rasgo peculiar que concita la atracción o el encanto, como se manifiesta en los siguientes versos:

 

En esa piel fueron mis manos

lo más importante.

Porque en tu pensamiento

fui yo, un calmante necesario.

Me duele saber que fuiste materia

y que anclaste conmigo

para tocarnos y para sentirnos.

Que fuiste agua y que fuiste vida,

y entre las aguas, tu sonrisa ancha.

Me duele saber

que hoy te vas hacia la nada,

vestida de novia,

vestida de gala y de silencio,

en un triste juego que no fracasa

porque el hombre no alcanza a descifrar.

 

     Cuando el poeta habla de la mujer amada, enfoca un singular perfil de su relación entrañable con el ser que responde a lo que su corazón anhela y, en esa situación emotiva, evade el lugar común y la fórmula trillada:

 

Sáname,

dándome tus dedos,

instintivos y nerviosos.

Haz de este día un momento claro.

Quítale al paisaje esa llovizna que me mira,

que yo la observo triste y existencial.

Sáname, dándome tus reproches

envueltos en lágrimas,

que yo te voy a sanar

con mis juegos de niños que tanto te gustan.

 

   Sentirse un niño ante la Creación es quizás el rasgo más hermoso de la actitud lírica y estética, metafísica y simbólica de Jorge Suárez, emergente portalira de las nuevas letras veganas.

 

Bruno Rosario Candelier

Encuentro del Movimiento Interiorista

La Vega, Ateneo Insular, 20 de junio de 2013.

 

Notas:

  1. Cfr. Bruno Rosario Candelier, Poética Interior: Antología del Ateneo Insular, Santiago, PUCMM, 1992, p. 193.
  2. Jorge Suárez, El cantar de las lámparas, Santo Domingo, Publicación del Ateneo Insular, Colección Ínsulas Extrañas no. 18, 2011, 80pp.
  3. Uno de los postulados estéticos del Interiorismo propone la asunción de la naturaleza como fuente y vértice de la inspiración lírica y metafísica, como lo hace Jorge Suárez en este su primer poemario.

 

 

 

 

 

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