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Los usos erróneos que se generalizan en la lengua proceden con frecuencia de un fallo concreto. Los hablantes, sin pararnos a analizar su corrección, lo extendemos al repetirlo. Eso es lo sucedido con las declaraciones poco afortunadas, lingüísticamente al menos, de un responsable del suministro de agua en estos días de averías, cortes y restricciones. En vista de que la escasez de agua afectaba a sectores que habitualmente no la sufren, animaba a «racionalizar el agua». Los reporteros reprodujeron sus palabras sin detenerse a pensar en lo inapropiado de la elección del verbo.

Racionalizar supone reducir algo a normas o conceptos racionales. Es un verbo derivado del sustantivo razón. Probablemente lo que se quería era animar a la población a racionar el agua. Ahora sí. El verbo racionar, derivado de ración, tiene dos acepciones que pueden aplicarse a este contexto: ‘someter algo en caso de escasez a una distribución ordenada’ o ‘limitar el consumo de algo para evitar consecuencias negativas’. Si apuramos aún más, podríamos hablar de racionalizar el consumo de agua. Consumir el agua de forma racional no nos vendría nada mal.

La propiedad en la elección de las palabras es una condición indispensable para una expresión correcta y adecuada. Los reporteros, que tienen la lengua como herramienta de trabajo, reprodujeron estas declaraciones, que pudimos leer en muchos diarios, sin detenerse a pensar en lo inapropiado de la elección del verbo. Recuerden que para un buen profesional el conocimiento de sus herramientas de trabajo puede hacer la diferencia y, si nos detenemos a pensar, ningún profesional puede prescindir de las palabras.

Envíe sus comentarios y/o preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do

© 2011 María José Rincón

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