FANTOCHE – *MONUMENTARIO – QUEJARSE *QUE

“Estamos seguros de que estará ahí con sus declaraciones FANTOCHES y vulgarotas contra los. . .”

Esta voz ha tenido su historia. Don Emilio Rodríguez Demorizi la mostró en su libro “Del vocabulario dominicano”, editado en 1983. Es seguro que esta voz llevaba ya largos años en el léxico dominicano cuando Don Emilio la catalogó.


En esa obra además de “fantoche”, se menciona “fantochería”, que es la acción o el efecto de ser fantoche. Las explicaciones que describe el autor del libro para caracterizarla es que quien es fantoche “alardea, es parejero. Es un ostentoso o figurón”.

Don Max Uribe, en el “diccionario de dominicanismos y americanismos”, 2008, no se muestra muy entusiasta con respecto de la voces comentadas por Don Emilio.

Don Max la descalifica para que se la considere un dominicanismo porque la Academia en su diccionario, analiza esa voz en su tercera acepción “sujeto informal o vanamente presumido”.

Para dar más peso a su criterio, Don Max copia las definiciones que para el fantoche saca del “Diccionario general de americanismos” de Francisco J. Santamaría, 1942.

El último diccionario sostiene que en el sentido figurado el vocablo fantoche es “persona ostentosa, petulante que se exhibe mucho, simulador, farsante, gracejo, necio y fanfarrón”.

No cabe duda de que el término estudiado no pasa la prueba para que se considere una palabra de uso exclusivo de los dominicanos. No obstante lo que se apunta antes, se puede asegurar que durante muchos años se utilizó el término con prolijidad y que fue de conocimiento general entre los hablantes dominicanos.

El fantoche dominicano es un PRIVÓN, es una “persona que se las da de más y mejor”. Como muy bien lo señala Don Emilio, el verbo privar en dominicano equivale a “jactarse de algo”. Carlos E. Deive para el verbo privar redacta, “presumir, jactarse, ufanarse, gloriarse”.

El fantoche dominicano, “privón”, observaba una conducta de ser superior. Se comportaba como “fruta fina”. Este ser no necesitaba abrir la boca para hacer ostentación, con solo sus ademanes traducía su personalidad. Era más que todo con su actitud que delataba su “comparonería”.

Otra palabra del español dominicano que retrata al fantoche es COMPARÓN, que es un “arrogante, presuntuoso”, como escribe Deive.

De la misma manera en que cambia la lengua, de esa forma lo hace también el diccionario de la Real Academia. Solo los necios pueden pensar que las autoridades de la lengua tienen oídos sordos. El vocablo “Fantoche” ha sufrido cambios en el Diccionario de la Lengua.

Santamaría lo definía como “títere” en el sentido derecho (1942). Este títere era un muñeco, una marioneta. Ya en la edición del año 1970 esa acepción desapareció. Esa omisión se ha mantenido en las sucesivas ediciones del lexicón mayor de la lengua. Ese sinónimo no aparece, aunque se recurre a otras expresiones para transmitir la misma idea.

Cuando la Academia en lugar de colocar un sinónimo equivalente a la palabra que incluye, recurre a una definición descriptiva, lo que hace es que refina el concepto. Así ha sucedido en este caso. En su edición del 2001, la RAE en su última acepción para fantoche escribe: “Muñeco grotesco, frecuentemente movido por medio de hilos”.

La palabra fantoche procede de la voz francesa que se escribe del mismo modo. A su vez esa voz francesa sale del italiano “fantoccio”. En su origen era títere, muñeco movido por hilos. El diccionario de la lengua francesa Petit Robert, que de pequeño solo tiene el nombre, en una de sus acepciones trae para fantoche lo que se traduce: “persona inconsistente, sin voluntad, que es a menudo el instrumento de otros, y que no merece que se le tome en serio”. Esto está más cerca de la marioneta que del fantoche dominicano. Es un sentido figurado.

En italiano el “fantoccio” en sentido figurado es una persona privada de autoridad, de voluntad propia. El inglés lo que hizo fue que adoptó el diminutivo de la voz del italiano, “fantoccini”, con el sentido de títere.

Para terminar. Aun cuando fantoche no es vocablo exclusivo de los dominicanos, es un hecho que se le usó mucho durante largo tiempo, aunque en la actualidad tiene menos vigencia en el léxico activo de los dominicanos.

*MONUMENTARIO

“Si a nadie le preocupa que la cubanidad de otros sea maniquea, autocomplaciente y MONUMENTARIA, no veo escándalo en que la mía sea incisiva. . .”

No es la primera vez ni será la última, por desventura, en que alguien se aventure a usar términos que son desconocidos de la mayoría de los hispanohablantes.

Como en tantas ocasiones anteriores después de leerlo más de una vez, de escrutar el entorno, y de analizar la frase y el párrafo completo, acaba uno con dudas con respecto al sentido que hay que otorgarle al dichoso engendro.

Es probable que el articulista haya querido escribir “monumental”, para así destacar el tamaño enorme de lo que califica con esa palabra. No se puede descartar que haya querido acuñar un vocablo nuevo para referirse a lo que menciona.

Si hubiese escrito la voz del título entre comillas se la habría tomado como una burla, como un juego de palabras, como una formación aviesa con intenciones festivas.

Como se ha hecho antes, en otras ocasiones, aquí se trata de adivinar lo que el articulista no expresó de modo directo. La palabra que se sugiere retener en este caso es “monumental”, en el sentido de “algo muy grande”, que es el valor que posee el adjetivo en el nivel coloquial.

El adjetivo monumental también tiene otra acepción, en el mismo nivel, que es “muy excelente o señalado en su línea”.

QUEJARSE *QUE

“Dueños de pequeños negocios y viviendas de alquiler se QUEJARON QUE sus impuestos continúan aumentando a pesar de los recortes en el amillaramiento.”

Con respecto a este “quejarse” que aparece marcado en el título, hay que aclarar algo importante. Se hace necesaria la puntualización del asunto porque muchas veces se le encuentra seguido de “que” sin transición alguna.

El “Diccionario panhispánico de dudas” despeja las dudas acerca de cómo debe usarse el verbo quejarse. En el DPD se localiza lo siguiente: “Cuando significa “manifestar disconformidad o disgusto con algo o alguien”, lleva un complemento con DE”.

En el texto copiado al principio de la sección faltó ese DE que se menciona en la cita del DPD. Para que la redacción fuera conforme con las normas y costumbres del idioma debió ser así: “. . .se quejaron de que sus impuestos. . .”

En los casos en que el verbo quejarse manifiesta un padecimiento, “lleva asimismo un complemento con DE, que expresa la parte del cuerpo que sufre el padecimiento”. Estas expresiones se copiaron también de ese diccionario.

No hay que cerrar esta sección sin añadir algo más. En los casos en que se especifica la persona ante quien se lleva la queja, entonces el complemento puede introducirse con “a, ante, con”. La última no es una selección de uso en República Dominicana, auque sí lo es en otros países de América.

El maestro Seco en su “Diccionario de dudas y dificultades” avisa al lector de otra posibilidad de uso de preposición para acompañar al verbo quejarse, se trata de la expresión “quejarse por todo”.

“Se queja del jefe. Se queja de todos”. En estos dos ejemplos se usa DE para introducir nombres. Muy acertadamente el diccionario Moliner inserta estos casos entre los cuales “de” tiene que introducir los complementos.

A PESAR *QUE

“A pesar *QUE la derrota frente a los Rojos hace imposible alcanzar la marca de los .500, la campaña de. . .”

“A pesar de” es una locución prepositiva que indica, “contra la voluntad de”, o bien “contra la resistencia de”, así como “contra el inconveniente de”.

“A pesar de” puede preceder a una proposición introducida por “que” como es el caso de la cita. En el texto de la cita se trata de un inconveniente o contrariedad, como se deduce con facilidad de la redacción y del sentido de la oración.

Como puede apreciarse por las explicaciones anteriores, en ninguno de los casos que se mencionaron en el primer párrafo de la exposición a este respecto, puede dispensarse el redactor o hablante de la palabra DE.

“A pesar de que” se considera también como una conjunción concesiva pues con ella se expresa “que la cosa de que se trata ocurrirá o se hará aunque disguste a la persona que nombra o ésta se oponga a ella”. En estos términos plantea el Diccionario Moliner el asunto.

No se piensa que sea mucho pedir, si se solicita de los redactores y de los hablantes que no olviden colocar ese DE ante los complementos o las proposiciones, aún en los casos en que aparezcan éstos precedidos de QUE.

REGOSO

Esta voz es un dominicanismo. A justo título lo reclama así la inclusión que del mismo hace Deive en su “Diccionario de dominicanismos”.

Regoso-sa es un adjetivo y la equivalencia que plantea Deive es su valor de “expuesto”. Esa equivalencia es acertada. Se recuerdan los ejemplos con los cuales se utilizaba la voz. “Ese muchacho sigue encaramado en esa mata, regoso a caerse y romperse un brazo”.

Con anterioridad a Deive la voz la recogió la señora Consuelo Olivier Vda. Germán Ariza, en su libro “De nuestro lenguaje y costumbres”, de 1967. Ella por primera vez ofrece la definición que años más tarde reproduce Deive.

Después de indicar que regoso es expuesto, explica: “Cuando las circunstancias son favorables parta que a una persona le ocurra algo”. Esta explicación trae a la memoria un término casi olvidado de la lengua, propincuo, que tiene un significado parecido. La última palabra, propincuo, es un adjetivo que ha caído en desuso y que se definía como “cercano, allegado”.

El vocablo propincuo estuvo de uso en República Dominicana entre los años 1955-1960. En esos años se entendía que era equivalente de “propenso”, que es lo que entendemos que significa también regoso.

En su “Diccionario de palabras olvidadas”, 1992, Elvira Muñoz ofrece para propincuo las palabras siguientes: “próximo, contiguo, afín”. El regoso dominicano está muy cercano del “próximo” de la señora Muñoz.

La situación que se describía con el regoso era que el individuo, la cosa, o el animal, estaban sujetos a verse en circunstancias riesgosas. En un momento de peligro. Obsérvese que el regoso dominicano va seguido de la preposición A, que es la que introduce la acción a que se expone el actuante.

Con la última palabra se llega a la voz que se piensa que se encuentra en el origen del dominicanismo: riesgoso. Es posible que la pronunciación del diptongo “IE” dificultara el uso de esa palabra. Además, por la costumbre que tiene el hablante dominicano de omitir las eses.

Por deformación los hablantes adoptaron “regoso” en lugar de riesgoso, y de allí se incorporó al léxico activo de los dominicanos. Debe entenderse que perteneció al uso puramente oral. Regoso termina así definida también como “con riesgo de”, que se contrae a las demás equivalencias que se han mencionado antes.

No se puede descalificar la voz “regoso” tildándola de rural, como otras del español dominicano. Fue una voz socorrida en los centros urbanos. No solo se usó en los estratos sociales de escasos recursos intelectuales, sino que también la utilizaron las personas educadas.

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