El goce de la sonrisa de Emilia Pereyra en El grito del tambor

Por Miguel Solano

En el mundo que yo conozco, pocos seres humanos tienen la encantadora sonrisa de Emilia Pereyra. Cuando Emilia sonríe, nos incita, nos aloca y toda la magia de esa sonrisa se traduce en verbos cuando escribe.

“Bajo el deslumbrante sol del Caribe, el altivo corsario da sonoras pisadas con sus botas de cuero en la proa del poderoso navío, extrae ásperos sonidos de su preciado tambor y aspira el aroma de las olas como si olfateara un suculento manjar”, ese es el párrafo que abre “El grito del tambor”. ¿Quién no sentiría el corretear de la sonrisa en sus labios al olfatear un suculento manjar? ¿Quién no sonreiría al sentir los sonidos de su preciado tambor aspirar el aroma de las olas?

Emilia escribe la horrorosa presencia del pirata ingles Francis Drake en Santo Domingo, en enero de 1586, que fue la fecha elegida por el corsario inglés para vivir su orgia de sangre.

Drake no encuentra oposición, las autoridades españolas, encabezada por el gobernador Cristóbal de Ovalle, huyen de los colmillos del terrible vampiro. Garci Fernández de Torrequemada, un intrépido criollo que suena con ofrecer resistencia, se transforma en delegado voluntario para conducir las negociaciones con el pirata, que sabe lo que quiere y que es implacable cuando se trata de conseguir las cosas para complacer a la reina Elizabeth 1.

Y narrar solo el saqueo, las maldades y los abusos crearían una obra muerta, sin sentido novelesco, entonces Pereyra hace uso de su licencia poética y crea un personaje que tendría el valor y la capacidad para hacer tambalear la presencia de Drake en la Isla: Sadá, la negra liberta quien nació justificada por la frase de Antonio Machado, “También la verdad se inventa”. Y aunque no pudiese enfrentarlo físicamente, lo hiciera en el mundo de la conciencia, allí donde se logra empobrecer y debilitar a las almas perversas. Y esa fue toda la oposición que Drake encontró en Santo Domingo, tan activa y eficaz que, aunque llevándosela a los mares no pudo vencerla.

Como novelista

Emilia sabe lo que hace, desde su primera novela, “El crimen verde”, entendió que la clave en este oficio es describir correctamente un dilema, y lo comprendió tan bien, que ya al publica su más reciente novela “¡Oh, Dios!”, Emilia Pereyra, al sumar sus novelas “Cenizas del querer”, “Coctel con frenesí” y “El faldón de la pólvora” se ha convertido en la mujer dominicana que más novela ha publicado en la historia de nuestra literatura: ¡cuenta con seis en su currículo!

“Emilia Pereyra escribe novelas, una labor verdaderamente  exigente,  y muy desigual  a la de darle un garrotazo a una bolita y echarse a huir.  Con la que hoy  pone en circulación alcanza la envidiable marca de seis títulos publicados en este género. Son pocos los escritores dominicanos que han alcanzado esta meta, que  hablando en términos beisbolísticos podría equivaler a  conectar quinientos jonrones”, Rafael Peralta Romero en la presentación de la novela ¡Oh, Dios! En la Academia Dominicana de la Lengua, jueves 15 de septiembre de 2016.

Emilia Pereyra junto a Manuel Salvador Gautier, Miguel Solano, Ángela Hernández, Rafael Peralta Romero y Ofelia Berrido integra el grupo Mester de Narradores, un grupo formado por el director de la Academia Dominicana de la Lengua,  don Bruno Rosario Candelier: ¡unos de sus grandes aciertos¡, pues en estos momentos hacemos records. Manuel Salvador Gautier aparece peleando por el primer puesto en la novelística dominicana, Miguel Solano es el autor que mayor cantidad de libros de cuentos ha publicado y Emilia Pereyra es la autora con mayor cantidad de novelas publicadas en la historia de la literatura dominicana.  Ángela Hernández se alzó con el Premio Nacional de Literatura, Ofelia Berrido crea un especial espacio en la literatura interior y Rafael Peralta Romero, con 12 títulos publicados, es en la actualidad el dominicano con mejor uso del lenguaje y el humor popular.

Estructura y lenguaje

Desde el punto de vista estructural, “El grito del tambor” es una novela moderna, muy moderna: son 41 capítulos con un promedio de páginas de entre tres y cinco, es decir, son los modernos capítulos cortos, haciendo el total 194 páginas. Como es una novela histórica, se le agrego un capítulo titulado “Tiempo después…”, en el  que la autora hace algunas aclaraciones sobre la conducta de sus personajes, quienes fueron en vida real y cómo se comportaron, de acuerdo con las crónicas de la época. Impresa en Colombia, la primera edición es de julio 2012, del sello ALFAGUARA.

Cada 5 capítulos aparece “una bitácora”, es un término femenino que significa “armario o cajón fijo a la cubierta del barco y cercano al timón en que se pone la brújula”. De ello se asoció “cuadernos de bitácoras”, “cuadernos de viajes” que se utilizaban en los barcos para relatar el desarrollo del viaje. Pero, ¿Son estos cuadernos de bitácoras un auténtico documento  del pirata? No, no lo son. Emilia Pereyra  es una narradora omnisciente pero las bitácoras están narradas en primera persona y las bitácoras son también fruto del trabajo imaginativo en el que debió empeñarse porque debía desarrollar el carácter de verosimilitud del lenguaje de la época para poder decir:

“Espantado, pienso en los arrebatos de mi señor, capaces de provocar tragedias. Y no es que lo culpe o condene. ¿Acaso tendré licencia para juzgar a un hijo de Dios? No me creería con tal potestad. ¡El Señor me libre de la hoguera!, página 25.

Al describir la relación entre él y su capitán, la narradora entra en el mundo lingüístico o en el posible mundo lingüístico y lo describe así:

¡He de decir con claridad que desde hace mucho tiempo mi señor se ha vuelto desconfiado. No lo culpo, pues le sobran razones como a mi motivos para mantener la boca cerrada entre tanta gente ligera de lengua y de pensamientos livianos!, página 42.

Cuando se trata del temor a las enfermedades la autora se va al lenguaje de la época y lo describe de esta forma:

“Temo a las enfermedades como el astuto Satanás a la cruz del calvario”, página 62.

Las relaciones de los marinos y las prostitutas son descritas con el lenguaje que revela las emociones fruto del ambiente de violencia en el que se mueven los piratas:

“Unos prometen paga a esas de poca entereza y después de saciarse las retribuyen con manotazos o escupitajos”, página 62.

 Estilo

Los historiadores sostiene que “elitete o estilo” (del latín etilus, plural: stili) era un instrumento de escritura empleado por primera vez por los antiguos mesopotámico para escribir en cuneiforme, habitualmente fabricados con cañas que crecían en las orillas de los ríos Tigris y Éufrates y en marismas.

La escritura cuneiforme se basaba en la marca en forma de cuña que hacía  el extremo de una caña cortada cuando se presionaba sobre un tablete de arcilla, de ahí el nombre “cuneiforme”, del latín cuneus = ‘cuña’.

Su evolución ha hecho posible que ahora llamemos “estilo” a la forma como un autor coloca las palabras en las oraciones para crear su “voz propia”. El estilo de Emilia está comprometido con la sonrisa, con esa sonrisa que produce goce en la lectura.

La burla

Drake está interesado en saber que significa un blasón, una representación en forma de escudo con un escrito que dice  “no sufficit orbis” y pregunta:

— ¿De quién es el blasón?

   A Garcí Fernández de Torrequemada poco le importa el berrinche del aventurero. Extravía la vista y la fija en el techo, pero su amigo Juan de Lucar, unos de los comisionados, responde en tono firme.

—Del rey Felipe.

—¿Qué dice la leyenda?

—El mundo no basta.

  Ahí aparece la sonrisa que desborona todo el mundo de Drake, allí se le estaba diciendo “tu grandeza no tiene hacia donde ir”

 Tema

Manuel Salvador Gautier, en una anterior presentación, sostuvo que:

“Por eso, Francis Drake es un mito, una leyenda, un ser sobrenatural que contribuyó a que, a partir del siglo XVI, la corona inglesa dominara por varias centurias todos los océanos y mares del mundo, enriqueciera a su país y lo convirtiera en una potencia mundial.

“En la novela El grito del tambor (4), Emilia Pereyra hace una deconstrucción postmoderna de ese mito. No porque trata la invasión de Drake a la ciudad de Santo Domingo, en 1586, desde el punto de vista de los asediados, sino porque da detalles precisos sobre el personaje invasor que la dirige, y, como buena novelista, hasta inventa sobre este, para demostrar lo que realmente fue. Esa es la ventaja de escribir una novela histórica. Basado en la realidad, se puede hacer ficción e, igual a como se crea el mito, manipular la verdad para demostrarla. ¿Una contradicción? Quizás la aclaramos proponiendo que, en El grito del tambor, Emilia Pereyra crea un contra mito de Francis Drake.

“Drake es un personaje fabuloso para novelar. Nació en 1543, a mitad de un siglo que será fundamental en definir la orientación civilizadora de los europeos, los cuales actuaron espoleados por las ambiciones desmedidas de cada uno de ellos por lograr que su país dominara y explotara su propio continente y el mundo. Drake era hijo de un predicador protestante que, en 1549, tuvo que trasladarse de ciudad con su familia durante la revuelta católica contra la opresión protestante. Drake tenía seis años, suficientes para entender lo que era el acoso y el abuso en su propia carne y no querer aplicarlo por su cuenta. También para odiar todo lo que oliera a catolicismo. A los 13 años abandonó a su familia para hacerse marinero. A los 24, comenzó el periplo que lo llevaría a convertirse en mito. Con su primo hermano John Hawkins sale en una expedición que tenía por misión el comercio de esclavos. De ahí, seguirá en esas maniobras de dudosa moralidad, hasta que, en 1577, Isabel I de Inglaterra le encarga la organización de una expedición contra los intereses españoles en la costa americana del océano Pacífico. Drake logra cruzar el estrecho de Magallanes, azotar los barcos y pueblos españoles en esa costa, fundar un lugar misterioso que llama Nueva Albión (5), en California, y asolar las islas del Pacífico hasta alcanzar África, para convertirse en el segundo nauta en circunnavegar el mundo. En ese momento comienza el mito. No importa si Drake triunfa o fracasa en otras hazañas que realizará después, esta hazaña sobresaliente lo destaca de entre todos los otros navegantes ingleses, lo honra y lo hace inmune a críticas negativas. Drake mantendrá el favor de la reina Isabel para seguir siendo su peón en la conquista del mundo. En 1581, Isabel lo hará caballero de la Corte y continuará asignándole tareas de corsario, el nombre que se da a un pirata que no asola los mares por cuenta propia, como hizo Drake al principio de su carrera, sino bajo el mandato de un soberano. Entonces, en 1586, Drake sale de Inglaterra para asaltar la ciudad de Santo Domingo en la isla de La Española, que ocupó con 1.200 hombres. Para retirarse, exigió a las autoridades españolas un rescate cuantioso de 200,000 ducados. Un mes más tarde, después de haber asolado la ciudad, especialmente, sus iglesias; robado todas las riquezas que ubicó, y recibir, en vez, 25.000 ducados, se marchó rumbo a Cartagena de Indias, a hacer lo mismo”.

El grito del tambor parece tener como tema la insolencia maldita de Drake, pero la maldad en ese rostro de mejillas ruidosas hace mucho tiempo que dejo de ser interesante. Entonces había que crear algo que hiciese a Drake rascarse la cabeza y Emilia creo el personaje “Sadá”, quien jamás dejo de patalear en la cabeza del esclavo de la reina. “Sadá” representaba la libertad, la única fuerza que ni Drake ni ningún otro perverso sobre la tierra puede vencer.

Drake quiere acostarse con la libertad y hacerle el amor violento que ha trastornado su sangre, pero la libertad vestida de un “negro hermosísimo” rechaza la propuesta. Drake entra y le acaricia el rostro.

—¡Al fin, negra hermosísima!

—¡No!

—¿Qué pasa?

 —Me falta aire. ¡Me ahogo!

—¡Serás mía ahora o morirás!

—Primero llévame afuera. Necesito respirar. Voy a morir antes de..

Truena la carcajada de Drake.

—Tienes miedo, pero te complaceré. Te llevare a cubierta. Si tratas de escapar, te atacaré.

—Nada pasara. ¡Lo juro!

La libertad “de pronto da un salto y bate palmas”. “Entonces, los marinos escuchan sus palabras fragorosas”.

—¡Bah, es una mujeruca falta de sesera! ¡Una desgraciada! ¡Echad al viento su recuerdo!

   A pesar de la maldad y del poder que Drake tenia no le quedó otro remedio que ver volar  al viento la libertad.

Final

Digamos que a Emilia le cogió con pensar en el ayer y que al llamarlo sonríe. En esa sonrisa guarda un verano que nos invita a entrar en las playas de las lecturas, a nadar en sus aguas y a encontrar, andando juntos, la juventud y la experiencia. Así que tomemos “El Grito del Tambor” y abrasemos el placer del viaje interior.

Miguel Solano, Encuentro Interiorista, Centro San Juan de la Cruz, La Vega/Moca, Rep. Dom.