El entusiasmo por la lengua (a propósito de los cien años de Manuel Campos Navarro)

Por Bruno Rosario Candelier

   Las emotivas palabras de Karina Sánchez Campos pronunciadas con fervoroso entusiasmo para festejar los cien años de vida de su querido abuelo don Manuel Campos Navarro constituyen un hermoso testimonio no solo del afecto familiar sino de la impronta afectiva, intelectual y espiritual que su centenario pariente imprimió en su sensibilidad y su conciencia, como lo ha evidenciado en su hermoso discurso, bien articulado, con un trasfondo afectivo y bien sentido, formalizado con la precisión del buen decir y el encanto de su encantadora dicción.

Yo debí conocer a Manuel Campos Navarro hacia el año 1949 o 1950, porque en esa etapa de mi vida (cuando viví en Guaucí, un campo de Moca, tendría unos ocho o nueve años) y diariamente me trasladaba al pueblo para conocer aspectos del discurrir citadino de nuestra comunidad.  En el trayecto de Guaucí a la ciudad estaba en construcción la fortaleza de Moca. Como muchacho curioso entraba, correteaba y en algún momento debí encontrarme con Campos Navarro porque él era el arquitecto que dirigió esa construcción en esa época.

No recuerdo la fecha exacta cuando lo contacté aquí, en la Academia Dominicana de la Lengua, de la cual él es miembro correspondiente, y probablemente el motivo de nuestro encuentro fue la inquietud que él siempre ha mostrado por la lengua.

Efectivamente, desde que llegó a esta institución él se puso a nuestra disposición, dio denotaciones y detalles de que realmente tiene un conocimiento de la ortografía y de la gramática. Conocimiento poco común, inclusive en nuestros intelectuales, porque su inquietud y su curiosidad lingüística es resultado de lo que se llama “conciencia de lengua” que él adquirió desde muy joven, porque normalmente las inclinaciones intelectuales, espirituales y estéticas se adquieren a temprana edad, y él ha dado múltiples demostraciones no solo de su amor a la lengua española, sino del conocimiento preciso del vocabulario, del dominio cabal de la ortografía, del uso pertinente de las pautas gramaticales que él tiene ante tantas manifestaciones que a los hablantes se nos presentan cuando se trata de usar con propiedad un vocablo, cuando hay que escribir con corrección una palabra o hay que combinar un conjunto de palabras para formar una oración y, sobre todo, cuando se trata de hacer un uso ejemplar de la lengua.

Personalmente yo experimenté esa sorpresa cuando conocí a Campos Navarro en esta institución, porque fueron muchas las veces que le pasaba textos de mucha gente que me trae sus creaciones para que corrijamos esos trabajos. A menudo no tengo el tiempo para revisar esa producción y se la pasaba a él y me daba cuenta del detalle y la meticulosidad con que don Manuel asumía ese trabajo, se entregaba con una fervorosa devoción a la revisión y corrección, porque como dijo Karina, a él le apasiona la lengua y esa pasión la demostró haciendo lo que hay que hacer cuando uno experimenta una vocación y siente una identificación con un ideal, con un propósito de vida. y en don Manuel esa pasión se concretó en la lengua española.

La identificación que Campos Navarro ha sentido por nuestra institución se ha evidenciado en una particular devoción por el cumplimiento de las tareas que esta corporación le asigna. Se puso a nuestro servicio y su capacidad de trabajo se ha manifestado con una disciplina ejemplar para nosotros. Él normalmente viene los martes a cumplir con sus tareas. Es el primero en llegar a esta sede de la Academia Dominicana de la Lengua y es el último en retirarse. Aquí pasa todo el día trabajando en tareas idiomáticas sin señal de cansancio, lo que es lo admirable en un hombre de su edad. Imagínense ustedes con 90, 95, 100 años de vida con una capacidad de trabajo inalterable, permanente y ejemplar.

¿Qué significa eso? Que hay una energía especial en él, y esa energía le viene dada por un entusiasmo. La palabra “entusiasmo” significa ‘estar en Dios’, etimológicamente eso es lo que indica ese vocablo de nuestra lengua. Entusiasmo viene de la expresión griega “entheos” que significa “en Dios”.

El entusiasmo es un aliento divino que tiene toda persona que experimenta una vocación por algo grandioso. Toda persona que experimenta una pasión para consagrar su talento, su energía y su creatividad es señal de ese aliento divino, es evidencia de ese entusiasmo, de ese “en-theos”.

Hay entonces un vínculo entrañable, una conexión divina cuando una persona posee entusiasmo. El aliento que entraña el entusiasmo se puede dar en cualquier actividad humana, no solo en el ámbito intelectual, estético y espiritual. En cualquier rama del saber, en cualquier oficio práctico de la vida: en el hogar, en el trabajo, en la calle, donde sea. Si asumimos lo que hacemos con entusiasmo eso genera, sin duda, un efecto transformador, y en Campos Navarro el entusiasmo ha estado presente, concitando en él la vocación que lo ha distinguido y que le ha permitido consagrar el talento con que fue dotado justamente con entusiasmo. Por eso, lo que ha hecho y lo que hace, lo hace bien. Esa actitud de consagración a lo que hace es realmente admirable en el hombre que en esta fecha celebra cien años.

Eso es lo que le ha permitido a él potenciar la vitalidad que tiene, porque nosotros somos una constitución física y espiritual que se combina por el cuerpo, el alma y el espíritu. La vitalidad es un reflejo del aliento del alma que llega al cuerpo y en una coparticipación con el espíritu, todo eso se combina en nuestro ser, y quien lo asume como debe asumirlo, como lo ha hecho Campos Navarro, se traduce en salud, en eficiencia, en adecuación de la energía creadora, la palabra oportuna y el aliento fecundante y ejemplar.

Su bella nieta Karina Sánchez Campos ha dado testimonio de que lo que él ha significado en su vida y de lo que él ha hecho de manera ejemplar para ella; y ha sido ejemplar justamente por la forma como él asumió lo que recibió en la vida. Además de la vida, los seres humanos recibimos dones especiales para realizar lo que la vida implica, para plasmar lo que hay que hacer en función de la vocación, de las inquietudes y de los ideales y, desde luego, lo que hacemos en función de esa llamada, esa apelación o esa vocación.

Entonces, esa relación entre la energía, la palabra y la acción, que se establece desde la propia conciencia con la propia vocación, con la energía de vida, con la realidad de lo viviente y la energía de la creación es una combinación que da siempre resultados positivos y todo lo que él ha hecho, lo ha hecho con esa disposición amorosa, con esa apertura de su sensibilidad y de su conciencia para dar el testimonio y canalizar una demostración de lo que ha podido hacer en función de lo que ha recibido.

Cada uno de nosotros está llamado a multiplicar el don que ha recibido con una vocación y una participación, porque debemos contribuir a hacer mejor nuestro mundo, a que cada uno crezca intelectual y espiritualmente. y eso lo podemos hacer todos en el área en la que nos movemos o nos desempeñamos.

El ejemplo que ha dado Manuel Campos Navarro con lo que hace, con la dotación intelectual que recibió, con la vocación creadora que ha enaltecido su quehacer es un magnífico ejemplo que esta Academia ha valorado y, desde luego, pondera y agradece y encomia.

Nosotros estamos altamente agradecidos por todo lo que don Manuel Campos Navarro ha hecho por nuestra lengua, en bien de nuestra institución y a favor de nuestro país.

Eso solo es suficiente para que le testimoniemos a él ese sentimiento de gratitud, de admiración, de simpatía por lo que él significa, por lo que ha aportado y por lo que, no cabe duda, seguirá aportando en función de esa disposición de su sensibilidad y su conciencia, de ese entusiasmo, de esa alta dotación intelectual y espiritual que lo distingue y lo enaltece. ¡Muchísimas gracias, don Manuel, por todo lo que ha hecho por nosotros!

Santo Domingo, ADL, 11 de julio de 2017.