CHÁRTER

“. . .incluidos los sindicatos de maestros, han estado poco dispuestos a adoptar esta y otras reformas como las escuelas CHÁRTER, el pago a maestros por mérito. . .”
La palabra del título es una copia directa, salvo por el acento, del inglés. La repetición del vocablo forzó su entrada en los predios de la lengua española. Las autoridades no tuvieron más remedio que reconocer el hecho asignándole un sitio en el diccionario mayor de la lengua.

Cuando hizo su entrada fue solo para el vuelo fletado ex profeso al margen de los vuelos regulares. Más adelante en la edición siguiente, la 23ª. , los redactores  entraron en la enumeración de los rasgos que particularizan el chárter, que son: organizado con horario, recorrido y tarifa independientes de los vuelos regulares.

En cada una de sus ediciones la Academia se ha ocupado de definir mejor el concepto como se comprueba en el párrafo anterior. No conforme con eso introdujo el plural que desea que se emplee: chárteres.

Una vez concluido el asunto concerniente a los vuelos hay que adentrarse en el tema real de la sección que son las “escuelas chárteres”. La dificultad una vez más se presenta porque este es un tipo de escuelas que aún no está muy generalizado. El estatuto según el cual operan estas escuelas entró en vigor en 1992.

Las escuelas chárteres son escuelas públicas administradas independientemente por particulares mediante acuerdos con las autoridades educativas. Esa es la tipificación más sencilla que se puede proponer para que las personas que no conocen el sistema se hagan una idea de este.

Inmediatamente se lee la explicación de lo que es una escuela chárter se percata uno de que entre el vuelo y la escuela hay muy poco en común.

Hay que repetir una vez más que el deber de una persona que escribe para un gran público es no solo colocar palabras que reproduzcan en la lengua de llegada lo que se ha leído en lengua extranjera, sino que está en la obligación de hacer que el mensaje se comprenda aunque sea explicándolo.

CAUDILLO

“Esa división muestra la cada vez mayor polarización que se ha instalado en el país, producto de un gobierno CAUDILLO, que hace que todos deben elegir entre ser aliados o enemigos… ”

Cada vez que a un lector le mueven (remenean) el altar de las palabras eso le produce una comezón en el cerebro que altera la lógica del idioma común; por lo tanto se interrumpe la lectura. Es un tropezón en la apacibilidad del acto.

De manera consuetudinaria el caudillo es un hombre. En los tiempos modernos no hay que expresar sorpresa si se aplica a una mujer, pues los tiempos han cambiado.

Los redactores de los diccionarios que se han consultado todavía no escriben de manera políticamente correcta. Esto así porque en la definición de caudillo asientan que es un “hombre”.

Es el hombre que como cabeza, guía y manda la gente de guerra. Por extensión es el hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo. No cabe duda de que la segunda acepción es un ensanchamiento de la primera.

Existe el verbo acaudillar que es mandar, guiar, conducir, dirigir gente de guerra primero, y, luego extendido a otras actividades colectivas.

El meollo del asunto en el texto es que se aplica a un gobierno y no a una persona. Esa forma de utilizar el sustantivo no es acertada.

En Hispanoamérica se usa el vocablo caudillaje para reconocer el gobierno o mando de un caudillo. Es una manera de ejercer su mando el caudillo.

Se conoce el adjetivo invariable caudillista para referirse a las características del gobierno del caudillo, o, relacionado con este tipo de gobierno.

Las informaciones en torno al término caudillo han conducido a concluir que debió el articulista emplear otra palabra de la familia para caracterizar los rasgos del tipo de gobierno que quiso mencionar en su artículo.

CONSUMIR

“. . .cuando salió al mercado, en 1979, el walkman de Sony, que cambió para siempre la forma en que los jóvenes CONSUMÍAN música.”

En el uso de las palabras del léxico español hay abusos que no pueden tolerarse. El ejemplo del vocablo destacado en la cita es una muestra de lo que se asevera.

El verbo consumir en la lengua común española no permite que se le utilice del modo en que lo hace este redactor. Las acepciones que les son reconocidas se han afinado a través del tiempo con el apoyo de los hablantes y las mejores plumas.

Rápidamente se repasarán las acepciones consagradas para demostrar el yerro cometido en la redacción copiada para servir de ejemplo del empleo impropio del verbo.

Lo primero que significa el verbo es destruir, extinguir y esto no ocurre cuando se oye música. La música no pierde ninguno de sus elementos cuando alguien la oye.

Consumir se refiere a los alimentos y otros bienes que se utilizan para satisfacer necesidades y deseos. Sin dilación hay que hacerse la pregunta si la música debe considerarse como un bien.
No hay que continuar con el examen de las diferentes significaciones que posee el verbo en el español común porque el resto cae en lo ridículo con relación al tema tratado aquí.

La posible explicación que se avanza para explicar este atrevimiento del redactor es pensar que él considera que la música es un producto como cualquier otro y que de esa forma puede ser consumido como cualquier otro producto que sale al mercado.

La idea que se preconiza en el párrafo anterior a este va de acuerdo con las nociones que entienden que todo lo que sea deseado por el hombre moderno debe ser considerado un bien de consumo.

Con respecto al empleo del verbo consumir en una instancia como la que se estudia aquí no permite que se le defienda ante ningún tribunal de la corrección gramatical o del sentido semántico.

ARRUGA (SIN)

El propósito en esta sección es recordar varias expresiones dominicanas que llevan en su seno la palabra del título.

En las aulas de los años cincuenta una arruga la sufría el estudiante cuando el profesor le llamaba la atención. También era una arruga cuando el profesor hacía una pregunta directamente a un estudiante y este no sabía la respuesta. Parece ya que no hace falta mencionar que si el estudiante levantaba la mano para responder y lo hacía de manera equivocada la arruga era mayor entonces.
Don Emilio Rodríguez Demorizi en su libro “Del vocabulario dominicano”, 1983, asienta la frase “no arrugar que no hay quien planche”. Carlos E. Deive entiende que esa frase se usa para dar a entender que uno no está dispuesto a hacer una cosa. Esto aparece en su obra “Diccionario de dominicanismos”, 2002.

Se puede asegurar que más que nada en el lenguaje deportivo existe la frase “sin arruga” para referirse a una jugada que se ejecuta limpiamente. Un ejemplo de ello es en el baloncesto cuando un jugador logra encestar lanzando el balón y que este pasa por dentro del aro sin tocar los bordes.
A pesar de las citas o menciones que se hacen aquí de la frase del español dominicano con relación a “rehusar hacer algo que no se quiere”, el DAA cuando asienta esa frase proverbial no incluye la República Dominicana. Solo menciona que es de uso en Cuba, Puerto Rico, Venezuela y Uruguay. Naturalmente, en esos países es “no arrugues que no hay quien planche”.

Resulta gracioso recordar la burla que le hacían los compañeros de curso al estudiante que era reprendido porque no se conformaban con decirle que había sufrido una arruga o que lo habían arrugado, sino que le habían dado un “arrugón” cuando el “boche” revestía mayores proporciones.

LETRA FINA
“. . .dificultad para leer la LETRA FINA y visión borrosa. . .”

El autor de estas reflexiones acerca de la lengua común se va a servir de las dos palabras del título para traer a colación un error en el que incurren muchas personas.

En el ejemplo las “letras finas” a que se refiere la redactora es a la que viene en caracteres muy pequeños y que en cada país se caracteriza con  una palabra diferente. Hay quienes la llaman “letra pequeña”. En otros lugares la conocen como “letrilla”. No falta quien la llame “letrica” porque ese es el diminutivo que se utiliza en su español.

Las personas cultas tienen tendencia a llamar esa clase de letras con el nombre de “letra menuda” por el mismo carácter que reviste por su tamaño.

Hay muchas personas que traducen con las palabras “letra fina” algo que existe en inglés y que es la forma de redactar algunas cláusulas en contratos de adhesión con unos caracteres muy pequeños y que en esa lengua se llama “fine print”. En el caso expuesto aquí quien no es “fino” es quien traduce de este modo. Eso se expone más abajo.

La combinación que se conoce en inglés con las dos palabras antes mencionadas tuvo su origen en 1951y es una redacción minuciosa, deliberadamente oscura, en un acuerdo o documento en la cual se detallan restricciones y limitaciones que a menudo se hace en letra menuda.

Una vez que se lee la traducción que se ha adaptado de lo que el diccionario Merriam-Webster’s entiende que es el “fine print” hay que convenir que al denominarlo solamente como letra fina se ha fallado por inexacto.

Los traductores que enfrentan lenguaje jurídico tienen que usar “dedos de plomo” para traducir del inglés al español. No basta con traducir palabras porque las palabras no reflejan en muchos casos el espíritu de la redacción del inglés. El ejemplo que se acaba de examinar en esta sección es una prueba más  de algo que se ha sostenido antes y se repite una vez más, no se trata de colocar palabras unas junto a las otras sino de entender el mensaje y trasladarlo a la lengua de llegada de modo que se comprenda.

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