Con propiedad

La corrección lingüística no depende exclusivamente de una buena ortografía o de una buena redacción. A estas habilidades hay que añadirles acierto al escoger las palabras que expresen lo más certeramente posible lo que queremos decir. Se trata de una destreza léxica que conocemos como propiedad. El hablante que sabe expresarse con propiedad elige una palabra que transmite en todos sus matices significativos la idea que quiere comunicar. Las condiciones imprescindibles para la propiedad léxica son la amplitud de vocabulario, tanto activo como pasivo, y el conocimiento de los rasgos de uso y de significado de cada palabra.

A escribir tocan

Las últimas columnas dedicadas a la ortografía han despertado un gran interés y muchas consultas por parte de los lectores. Son indicios evidentes de la inseguridad que muchos sentimos y de la preocupación por nuestras carencias y lagunas a la hora de expresarnos por escrito.

Lluvia de porqués

Si hay una palabra, o combinación de palabras, que nos plantean dudas cada vez que tenemos que escribirlas esas podrían ser porque, por qué, por que y porqué. La verdad es que parecen pensadas para causar inconvenientes. Sin embargo, no hay que desesperar. El uso de cada una de ellas tiene sus propias reglas. Juntas o separadas, con tilde o sin ella, todas tienen su porqué.

Yo manejo bien, si no…

Las largas horas que nos vemos obligados pasar en los tapones, aunque ustedes no lo crean, tienen su consecuencia lingüística también. Dejemos para otro día las frases lapidarias con las que guagüeros y choferes inspirados nos premian desde sus vidrios. Ellos solos producen material para toda una serie de artículos, que les debo.

Sopa de tildes: segundo plato

La semana pasada nos dimos, en buen dominicano, una hartura de tildes. Hoy vamos a plantarles cara a las que aparecen hasta en la sopa. Nunca sobra recordar que en español los monosílabos no llevan acento ortográfico, salvo en contadísimas excepciones. Desterremos de una vez por todas la tilde de la fe, de dios, de los pies y de muchas formas verbales monosílabas que la sufren con paciencia: fui, fue, vi, di.

Sopa de tildes: primer plato

Cuántos quebraderos de cabeza nos dan todos los días nuestras queridas tildes. A los que nos gus-ta verlas usadas correctamente y no entendemos un texto sin ellas; pero también a los que les da trabajo colocarlas en su sitio o a los que las olvidan por completo.

De ahora en adelante

Las campañas publicitarias, sobre todo las políticas, de las que muchos esperamos ideas y propuestas, nos inundan demasiado a menudo con pequeñas frases vacías de contenido redactadas en un español gramatical y ortográficamente incorrecto. Es una demostración más de irrespeto a la ciudadanía que se ve obligada a leerlas y oírlas hasta la saciedad. Mucho más cuando esas consignas «se pegan» y empiezan a aplicarse a otros ámbitos de la vida diaria. Lo que estaba pensado para ser pasajero se establece entre nosotros. ¿Qué me dicen si no de los ubicuos *pa’ fuera y *pa’ lante?

Entre siglas y plurales

Es cada día más frecuente encontrar, sobre todo en la prensa escrita, siglas y acrónimos para referirnos a las más diversas realidades, desde enfermedades como el SIDA hasta organizaciones como la ONU o las ONG, pasando por impuestos como el ITBIS o por los más variados objetos como los CD o los DVD. Su carácter peculiar nos plantea a menudo dudas acerca de su ortografía, su forma o su sintaxis. Se escriben con todas sus letras en mayúsculas y, a diferencia de la mayoría de las palabras, se mantienen invariables cuando queremos ponerlas en plural. El número plural solo se aplica a las palabras que las acompañan, como los determinantes o los adjetivos. Hablaremos de «los nuevos CD» o de «las ONG tradicionales». Desterremos, por ridículo, el uso del apóstrofo seguido de s (*DVD’s, hasta me cuesta escribirlo), un anglicismo innecesario más.

Una jaula de grillos

En la escuela nos enseñan que las metáforas son propias de la literatura. Muy al contrario, las metáforas son parte esencial de nuestra lengua cotidiana. Con ellas comparamos dos realidades aplicando a una de ellas la palabra que originalmente estaba pensada para la otra. Creamos así nuevos significados para palabras ya existentes. Conseguimos expresar un nuevo concepto sin necesidad de inventar una nueva palabra. El lenguaje coloquial está preñado de metáforas expresivas. Y si hay un tipo de metáfora sorprendentemen-te productivo, ese es el que compara a los seres humanos con los animales.

Los "dos idiomas"

Hace unos años ya, en una visita a España, mi hijo, un niño en ese entonces, les decía a sus amigos en el parque infantil: «Yo soy español y dominicano y hablo los dos idiomas». Ni que decir tiene que ese «bilingüismo» precoz lo convirtió en el héroe del barrio. Me sorprendió y me enorgulleció lo que ese comentario suponía para un niño de corta edad. Su trascendencia radicaba en que manifestaba, a su manera, la experiencia de descubrir las diversas formas de hablar español.