Arcoiris dominicano – mismas – riesgo

Arcoíris dominicano

Este título en esta sección hasta cierto punto es arbitrario. Se examinarán en esta sección de estas reflexiones acerca del idioma lo concerniente a los colores y la manera peculiar de nombrarlos en el idioma dominicano.

El azul que podría llamarse en otras latitudes añil, en República Dominicana se conoce con el sobrenombre de “azul bolita”. Una explicación para esta denominación es que hace ya más de cincuenta años las amas de casas usaban un aditamento azul que se utilizaba para destacar (sacar) la blancura de la ropa blanca que al usarlo le daban la forma de una bolita.

Existe otro azul que tuvo su momento de auge entre los colores preferidos de algunos pintores dominicanos, así como entre los favoritos de propietarios de residencias, es el “azul eléctrico”, que a pesar de que no comunica ninguna corriente alterna quizá destella por lo destacado de su coloración. Otro calificativo que vino a trastornar la serenidad de los colores fue el “metálico” que se usó sobre madera y sobre paredes de casas respetables también.

Para la piel de algunas personas hay un color bastante oscuro que llaman “entre azul y buenas noches”. Se presume que tiene que ver con lo apagado que se percibe el día cuando está a punto de cerrarse la noche.

El verde es otro color que ha producido descendencia en la República Dominicana. El “verde botella” no es exclusivo de los dominicanos por más que deseen pensar ellos que este nombre proviene del color de la cerveza emblemática de los dominicanos. Hay otro verde un poco más acendrado, el “verde cotorra” que es más oscuro que el anterior y que como su nombre sugiere desciende o sale del color de las cotorras dominicanas. Aun hay otro verde más, se trata del “verde olivo” que casi puede considerarse como un color militar. Corresponde este al verde que usa(ba)n los militares para pasar inadvertidos en los bosques tropicales.

Otro color que no se sabe si conocen en otros países es el “color ladrillo” que se asemeja a un marrón característico de los ladrillos más usados en RD. En las conversaciones es frecuente que al referirse al color recién mentado digan solo “marrón ladrillo”.

Aunque en RD a la fruta que en otros países conocen con el nombre de mamey llaman zapote, sí se conoce el color “mamey” que quizá puede definirse como un amarrillo encendido, que en ocasiones puede confundirse con el “naranja”. Ha de tenerse en cuenta que este color naranja deja fuera de la esfera de los colores a las que no están maduras. En los casos en que el “naranja” no se detecta de modo recto, entonces la creatividad nacional llama ese color “anaranjado”.

En la República Dominicana existe un amarillo que si no recibe ese nombre en otros países es muy posible que lo conozcan, se trata del “amarillo caliche”. Como es fácil suponer es un amarillo blancuzco o un blanco amarillento que solo tiene denominación certera para las personas que saben lo que es caliche.

El color de la fruta del zapote ha dado lugar a una denominación (no controlada) que se sitúa entre el marrón, el “color ladrillo” y otros semejante que la retina del dominicano detecta al vuelo con su sola mención.

En muchos países saben que hay un color que se llama “café” cuya tonalidad dependerá de cuán fuerte la persona guste de su café. Lo que hay que tener en cuenta es que los dominicanos también tienen una tonalidad en el color que se llama “café con leche”. En otros momentos a ese marrón (¿?) que se produce de esa combinación lo llamarían “marrón desteñido”; es el resultado del matrimonio entre un prieto y una blanca (café-leche).

El color negro ha dado lugar a muchos matices en el habla nacional dominicana. Hay un negro que puesto bajo los rayos del sol despide destellos: ese se conoce como “negro brillante”. Como se comprende por la descripción se aplica a la tez de algunas personas.

Hay otro negro que no es exclusivo de los dominicanos, es el “negro retinto” que sería mejor tipificado si se dijera que corresponde al negro teñido de prieto. Ha de pensarse que en esto de las pigmentaciones de la piel las menciones se hacen sin prejuicio, de modo que no puede aducirse perjuicio por el uso lingüístico que de ellos se hace aquí.

Se hace necesario hacer mención aquí de un negro que es de triste recordación: “negro eterno” que es un tinte sintético que por desventura es uno de los favoritos para el envenenamiento de las mujeres. Ha de dejarse bien sentado aquí que este veneno es infortunadamente muy efectivo.

Para el color del cabello los dominicanos tienen el “negro azabache” que es muy oscuro y brillante a la vez. Hay otro matiz de pelo humano y es de un tono rojizo, es el “caco de locrio” que lleva su color descrito por el color de un plato típico de los dominicanos. Ese “locrio” debe su color al uso de la bija o la salsa de tomate en la confección de este.

En algunos países llaman “lila” a un color que para los representantes de dignidades eclesiales se conoce con el nombre de “púrpura”. No falta quien llame “cardenal” al color que se destaca en la piel de las personas de piel blanca cuando reciben un golpe que acumula sangre debajo de esta. Algunos dominicanos llaman “violeta” a este pigmentación, aunque haya flores así llamadas de diferentes colores en los jardines modernos. A todo lo anterior los dominicanos lo engloban en un solo color “morado” que sirve para el color mismo, así como a la coloración de la piel después del golpe.

Hay un color que fue el preferido en el pasado para caracterizar la femineidad, se trata del “rosado”; que según parece no goza de los favores de los movimientos feministas. Ese color podría tildarse de anticuado porque las rosas las modifican genéticamente a tal punto que excede en mucho la paleta de los pintores. En la actualidad ha pasado a ser un color de bebés del sexo femenino.

Hay un “rojo chillón” que produce escozor en las pupilas de quienes lo observan. Junto a ese rojo permanece otro más internacional que produce gusto en el paladar de los amantes del buen vino, es el “rojo Burdeos”. Si se desea ser menos afrancesado puede recurrirse a llamar este: “rojo vino tinto”.

Otro rojo conocido del dominicano es el “rojo terroso” que corresponde al color rojo de la tierra natural en las canteras dominicanas. Es este tipo de material el que se emplea en la confección de piezas de alfarería. Vaya usted a saber porqué es “terroso” y no “alfarero”.

El “blanco jipato” tiene por fuerza que ser blanco pálido. Cuando se aplica “jipato” en tanto que adjetivo para modificar al mulato debe entenderse por ello que es un “mulato de piel clara”, como muy bien lo expone el Diccionario del español dominicano al ocuparse de la palabra.

Hay un color internacional llamado “crema” que los diccionarios definen como “blanco amarillento”. Como es natural este color crema dependerá en gran medida de la cantidad de amarillo que se añada a la mezcla. Lo que es un color totalmente dominicano es el “crema de habichuela” que es el color que resulta de majar, triturar o batir los frijoles (habichuelas) rojos.

En general los colores dominicanos pueden modificarse con el uso de algunos adjetivos que cambiarán la percepción de estos. Así resulta que algunos colores son “subidos”; otros son “desteñidos”.

Una vez más se echa manos de algo que proviene de la naturaleza cuando se dice que algo es color “canela”. Se emplea en la persona que cae en la clasificación de la gama morena clara por el reflejo de su piel. Este color de piel en República Dominicana se tiene como una lisonja cuando se aplica a la mujer o al hombre.

Los colores tienen un costado jocoso. Uno de los más conocidos es el marrón o amarillo que llaman “mono juyendo”. Se supone que es el color del celaje que obnubila al sujeto al pasar el mono; aunque hay quien asegura que se alude así al color de la estela de estiércol que deja el simio en la prisa alentada por el miedo.

Con la enumeración precedente no se agota la cantera de los colores dominicanos. El límite de los colores, o mejor, de su denominación, se desconoce en sus pormenores porque eso va aparejado con la creatividad sin límites de los dominicanos. La imaginación no tiene límites y lo que hace el lenguaje es acompañar esas denominaciones para hacer más fácil de detectar el matiz que diferencia un color de otro.

 

MISMAS

“La reforma migratoria ha sido declarada muerta tantas veces, MISMAS que revive para contarla, que repetir que enfrenta nuevamente un momento crucial sería trillado. . .”

Al leer la frase anterior se percibe que algo no es todo lo ortodoxo que se espera con respecto a la palabra resaltada en el texto copiado.

Se presume que este “mismas” tiene relación con “muerta tantas veces” que les preceden y que son las que reviven para contarla. Más abajo se verá el funcionamiento de “mismo/a” en casos similares al del ejemplo; así como la calificación del desliz.

Desde el principio hay que convenir que mismo/a, con sus respectivos plurales se consideran adjetivos. Para que pueda sustantivarse, este adjetivo precisa de la anteposición del artículo correspondiente. Ejemplo: “No pase a las secciones de los archivos si no es empleado de las mismas”.

“Mismo” puede funcionar como adverbio complemento de otro adverbio. Hay otros excesos que se cometen con “mismo” en sus funciones de adverbio, pero no viene al caso introducirlo aquí porque no se compadece con el sujeto de esta sección.

En el texto malogrado, la articulista utiliza “misma” para denotar identidad acerca de la cosa a que se refiere que no es otra, sino LA misma. En México y en algunos países de América Central se acostumbra a utilizar una redacción parecida a la que se copió a manera de ejemplo en esta sección. Se emplea “mismo” como antecedente del “que” relativo que introduce oraciones explicativas, esto es, sin el artículo correspondiente.

Esta costumbre de redactar del modo en que se muestra en el pasaje copiado es criticable, mas al mismo tiempo es fácil de superar. Basta con poner un poco más de cuidado para no caer en este desliz.

 

RIESGO

“Según el Instituto, cualquier persona con diabetes tipo 1 o tipo 2 está A RIESGO y mientras más tiempo lleve padeciendo de diabetes. . .”

Las locuciones cobran su valor y se imponen  en el seno de la lengua gracias a su permanencia en cuanto a que son estructuras regulares que se repiten una y otra vez. Forman un todo, son una unidad que contiene un significado que representa el todo de la locución. Rara vez admiten alteraciones estas locuciones y, en la mayoría de los casos cuando eso ocurre corren el riesgo de perder su sentido de origen.

La locución conocida es “a riesgo de” que sirve para denotar que se está arrostrando cierta exposición o peligro que se expresa a continuación; que se puede recibir daño, perjuicio o inconveniente como consecuencia de lo que se menciona.

“Correr el riesgo de” es exponerse o estar expuesto, de nuevo, a lo que se expresa después de la locución. El riesgo en sí mismo es la posibilidad o proximidad de que ocurra o se sufra un daño.

Es estar expuesto a perderse o a no verificarse. No debe confundirse el “riesgo” con la simple “posibilidad” de que ocurra algo. Con el uso del sustantivo riesgo se presume que el daño que sucederá será serio.

En la construcción de las oraciones según las buenas prácticas, después de “en riesgo de, a riesgo de” u otra de las locuciones parecidas seguirá lo que se entiende que constituye ese riesgo, el suceso u ocurrencia que conlleva la grave lesión.

 

 

 

 

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